sábado, 31 de octubre de 2015

¿Por que son necesarios los movimientos estudiantiles hoy?


En las entregas anteriores se afirmó que las características de los movimientos estudiantiles están directamente relacionadas con las transformaciones de los modelos de explotación capitalista, las cuales condicionan sus demandas y las formas de organización y de acción. La función de las universidades pasa así de ampliar la matrícula para la formación de mano de obra calificada a la completa subordinación de la producción de conocimiento a las necesidades del capital. Pero además, el desmantelamiento del estado de bienestar aceleró la decadencia de las instituciones liberales encaminadas a la formación de ciudadanía y la participación política. 
 
No se puede negar que la participación política significativa en México ha dejado de lado a los partidos políticos -a pesar de supuestas transiciones y alternancias virtuales- para reformular la dinámica participativa a partir de nuevas formas de organización y rechazando la idea de tomar el estado para cambiar el mundo. Es por ello que los movimientos estudiantiles han superado la etapa de las federaciones organizadas desde el gobierno para crear organizaciones de base con proyectos específicos, aunque sin olvidar sumarse a los movimientos antisistémicos en el plano local, nacional e internacional.

En este sentido, la lucha estudiantil sigue siendo el espacio de formación política pero ahora en un contexto que promueve la despolitización por medio del consumismo y en donde los partidos políticos y los sindicatos han olvidado su labor en pro de la formación política . Y es ése el gran atractivo de los movimientos para los estudiantes: son espacios para el conocimiento, defensa y promoción de derechos, elemento central en la conformación de una ciudadanía crítica y participativa. 
 
Es este hecho el hay que mantener a la vista a la hora de tratar de medir el éxito o fracaso de un movimiento estudiantil crítico y en franca oposición a la universidad-empresa y al estado neoliberal. No se trata entonces de seguir pensando que un movimiento triunfa en función de su impacto en el mundo institucional, como se mencionó antes, si no en la construcción de procesos de politización llevados a cabo a partir de la participación de los individuos y colectivos en un movimiento determinado. Probablemente, al final de un movimiento determinado, la frustración sea común entre muchos de los participantes pero otros acumularán experiencia que se traducirá eventualmente en nuevos proyecto y demandas, nuevas formas de acción y de organización. 
 
Si se asume entonces que el atractivo de la participación política para los estudiantes radica en la necesidad de un aprendizaje de la política basado en la crítica de la realidad social -a contrapelo del autoritarismo despolitizador- podrá comprenderse mejor la dinámica de los movimientos estudiantiles y los logros que ofrece.

Salir a la calle y protestar para defender derechos atropellados por la lógica neoliberal parece para muchos una simple manifestación de rebeldía juvenil que no lleva a nada. Se impone así la descalificación y el sentimiento de derrota entre buena parte de los participantes de las luchas estudiantiles, alimentando la anomia tan conveniente al poder. Pero si se asume que la formación y participación política es fundamental para la creación de una sociedad democrática, es necesario abandonar la mirada despreciativa y francamente discriminatoria que se utiliza para analizar a los movimientos estudiantiles. Más aún, en buena medida, la crítica al modelo deshumanizante del capitalismo contemporáneo proviene precisamente de los movimientos estudiantiles. En el caso mexicano se puede trazar una ruta de protesta estudiantil que va desde 1968, pasando por 1986, 1999 y 2012, hasta la matanza de Iguala, que ha puesto en la picota al estado y al modelo neoliberal que promueve hasta la náusea. Si bien no ha sido el único sector de la sociedad que ha protestado, no se puede negar que la luchas estudiantiles han impulsado la crítica y la defensa de derechos. Sin los movimientos señalados la historia de la resistencia en este país no podría entenderse. 
 
La crítica estudiantil ha sido y es tan incómoda al estado que la represión ha sido la constante; matanzas, desapariciones forzadas, encarcelamiento, golpizas y levantones son la manera en que, por más de cinco décadas, el estado ha respondido al desafío de las rebeliones estudiantiles. El desafío consiste en la terquedad por configurar nuevas formas de organización y de acción, opuestas radicalmente al vanguardismo de la izquierda y el autoritarismo verticalista de la derecha. Por el sólo hecho de concebir y poner en práctica dinámicas y procesos alternativos al poder, el movimiento estudiantil pisa fuerte en el presente y abre un camino hacia el futuro. Organizar proyectos sin fines de lucro, rechazar el consumismo despolitizador, colocar a la ética en el centro de la política, representa sin duda un desafío enorme a la visión del éxito capitalista. Y por ése solo hecho, los movimientos estudiantiles son hoy fundamentales en el proceso de construir un mundo donde quepan muchos mundos. Si aspiramos a la construcción de sociedades democráticas necesitamos, hoy mas que nunca, a los estudiantes participando en política, protestando en las calles, construyendo proyectos alternativos en las universidades. Los estudiantes no son sólo el futuro si no sobre todo el presente.

viernes, 30 de octubre de 2015

Se acelera el fin del ciclo progresista


Cada quien elige el lugar desde el cual mira el mundo, pero esa elección tiene consecuencias y determina lo que puede ver y lo que irremediablemente se le escapa. El punto de observación no es nunca un lugar neutro, como no lo puede ser el que observa. Más aún, el observador es modelado por el lugar que elige para realizar su tarea, al punto que deja de ser mero espectador para convertirse en participante –aunque se diga objetivo– de la escena que cree sólo observar.

Ante nosotros se despliegan las más diversas miradas: desde aquellas localizadas en los estados (partidos, fuerzas armadas, academias), las que se emiten desde los países poderosos y el capital financiero, hasta las miradas ancladas en las comunidades indígenas y negras, y en los movimientos antisistémicos. Un amplio abanico que podemos sintetizar, con cierta arbitrariedad, como miradas de arriba y miradas de abajo.

Las opiniones vertidas en meses recientes sobre la situación que atraviesan los gobiernos progresistas sudamericanos dicen más del observador que de la realidad política que pretenden analizar. Desde los movimientos y las organizaciones populares que resisten el modelo extractivo, las cosas se ven bien distintas que desde las instituciones estatales. Ninguna novedad, aunque esto suele alarmar a quienes creen ver la mano de la derecha en las críticas al progresismo y en los movimientos de resistencia.

Para el que escribe, es la actividad o la inactividad, la organización para el combate, la dispersión o la cooptación de los movimientos, el aspecto central a tener en cuenta a la hora de analizar los gobiernos progresistas. Sólo en segundo lugar aparecen otras consideraciones, como los ciclos económicos, las disputas entre los partidos, los resultados electorales, la actitud del capital financiero y del imperio, entre muchas otras variables.

Hace más de dos años hablamos del fin del consenso lulista a raíz de las masivas movilizaciones de millones de jóvenes brasileños en junio de 2013 (http://goo.gl/lS9K9R). Varios analistas brasileños explicaron las movilizaciones de aquel año en un sentido similar, destacando que se trataba de un parteaguas en el país más importante de la región.

Hace un año dije que el ciclo progresista en Sudamérica ha terminado, en relación con el balance de fuerzas que surgía de las elecciones brasileñas, consecuencia directa de las protestas de junio de 2013 (http://goo.gl/z92152). El Parlamento que emergió de la primera vuelta era considerablemente más derechista que el anterior: los defensores del agronegocio consiguieron una mayoría aplastante; la bancada de la bala, compuesta por policías y militares que proponen armarse contra la delincuencia, y la bancada antiaborto, escalaron posiciones como nunca. El PT pasó de 88 diputados a 70.

Muchos desestimaron la importancia de junio de 2013 y de la nueva relación de fuerzas en el país, confiando en el carisma de dirigentes como Lula, en su capacidad casi mágica para contrarrestar un escenario que se les había vuelto en contra. Los resultados están a la vista.

El fin del ciclo progresista podemos verlo con mayor claridad a la luz de los nuevos datos que arrojan los hechos recientes.

Primero. Estamos ante una nueva fase de los movimientos que se están expandiendo, consolidando, modificando sus propias realidades. Aún no estamos ante un nuevo ciclo de luchas (como los que vivieron Bolivia de 2000 a 2005 y Argentina de 1997 a 2002), pero se registran grandes acciones de los abajos que pueden estar anunciando un ciclo. La movilización de más de 60 mil mujeres en Mar del Plata y la enorme manifestación Ni una menos (300 mil sólo en Buenos Aires contra la violencia machista) hablan tanto de la expansión como de la reconfiguración.

La resistencia a la minería está paralizando o enlenteciendo proyectos de las trasnacionales, sobre todo en la región andina. Perú, que concentra un elevado porcentaje de conflictos ambientales, registró varios levantamientos populares y comunitarios contra las mineras. Por primera vez en años, la inversión minera en América Latina está retrocediendo. En 2014 cayó 16 por ciento y en el primer semestre de 2015 cayó otro 21 por ciento según la Cepal. Las razones que aducen son la caída de los precios internacionales y la porfiada resistencia popular.

Segundo. La caída de los precios de las commodities es un golpe duro a la gobernabilidad progresista, que se había asentado en políticas sociales que fueron posibles, en gran medida, por los excedentes que dejaban los altos precios de las exportaciones. De ese modo se pudo mejorar la situación de los pobres sin tocar la riqueza. Ahora que cambió el ciclo económico sólo se pueden sostener las políticas sociales combatiendo los privilegios, algo que pasa por la movilización popular. Pero la movilización es uno de los mayores temores del progresismo.

Tercero. Si el fin del ciclo progresista es capitalizado por las derechas, no es responsabilidad de los movimientos ni de las luchas populares, sino de un modelo que promovió la inclusión a través del consumo. Un excelente trabajo de la economista brasileña Lena Lavinas sobre la financierización de la política social asegura que la novedad del modelo socialdesarrollista es haber instituido la lógica de la financierización en todo el sistema de protección social (http://goo.gl/XyrcPF).

Por medio de la inclusión financiera los gobiernos de Lula y Dilma pudieron potenciar el consuno de masas, vencer la barrera de la heterogeniedad social que frenaba en América Latina la expansión de la sociedad de mercado. Para los sectores populares, supuestos beneficiarios de las políticas sociales, se trata de un retroceso: En lugar de promover la protección contra riesgos e incertidumbres, aumenta la vulnerabilidad.

El consumismo, decía Pasolini hace casi medio siglo, despolitiza, potencia el individualismo y genera conformismo. Es el caldo de cultivo de las derechas. Están consechando lo que sembraron.

sábado, 24 de octubre de 2015

La rebelión estudiantil en el siglo XXI


Si se acepta el hecho de que las transformaciones de las universidades han condicionado las luchas estudiantiles, será necesario analizarlas revisando sus demandas, sus formas de organización y las características de sus acciones para demostrarlo. Para ello es necesario ubicarlas en el contexto de un ciclo de luchas estudiantiles mundial que tomó fuerza al despuntar el nuevo siglo y en el que tuvo enorme influencia la rebelión zapatista en Chiapas como espacio de resistencia al neoliberalismo.

En efecto, si tomamos como punto de partida el movimiento estudiantil en la UNAM que se desarrolló entre 1999 y 2000, se pueden distinguir varios elementos que prefiguran la dinámica de los movimientos estudiantiles contemporáneos. La influencia del zapatismo en el movimiento encabezado por el Consejo General de Huelga (CGH) es innegable, independientemente de las diferencias entra las corrientes dominantes en su interior. Los principios organizativos del EZLN –horizontalidad y rotatividad- fueron adoptados por el movimiento del ’99 definiendo no sólo la organización sino también las demandas y sus acciones de protesta.

A diferencia del movimiento del ’68, el cual contó con una dirigencia estable que tuvo un enorme control sobre el conjunto de los integrantes del Consejo Nacional de Huelga (CNH), los estudiantes en el ’99 rechazaron las dirigencias estables y con poder para tomar decisiones en cualquier momento. Este hecho sigue siendo tema de debate pues para algunos la ausencia de una dirigencia estable debilita enormemente las posibilidades de que las luchas estudiantiles tengan éxito. Pero por otro lado, la experiencia de los movimientos estudiantiles ha demostrado que la existencia de dirigencias estables ofrece un blanco fácil para la represión y descabezamiento del movimiento estudiantil por parte del estado, o en su defecto, la cooptación selectiva, mecanismo recurrente para dividirlos y que ha engrosado tradicionalmente los cuadros partidistas y de las instituciones del sistema.

En todo caso, la horizontalidad es hoy una elemento central en la dinámica del movimiento estudiantil que, sumado al principio de rotatividad, configuran las formas organizativas estudiantiles contemporáneas. La idea de que las actividades -sean de representación, de comunicación o de relaciones con otros movimientos- deben evitar el convertirse en privilegio de unos cuantos; de que todos los participantes deben rotarse en las funciones para evitar la especialización, es junto con la horizontalidad la base de las formas de organización y de acciones por parte de los estudiantes en lucha.

Sin embargo, a pesar de las diferencias antes señaladas entre el movimiento del ’68, ubicado claramente en el contexto de las universidades de masas; y el del ’99, inmerso en el proceso de fortalecimiento de la universidad-empresa, ambos comparten una de las misiones fundamentales de los movimientos sociales: el poner a discusión entre una sociedad determinada la legitimidad de un agravio. Frecuentemente se califica a los movimientos antisistémicos en lo general y los estudiantiles en particular, a partir de su impacto en el sistema político (la creación de nuevas instituciones, leyes o incluso partidos políticos) pero en realidad, su misión descansa en la necesidad de colocar en el espacio público un problema disfrazado o encubierto por el poder para construir una solución al margen de los intereses de los grupos dominantes. En otras palabras, los movimientos antisistémicos son por encima de todo un proceso comunicativo que no pretende imponer una definición del problema sino exponerlo de manera convincente en el espacio público. 

Ahora bien, esto no quiere decir que las demandas que defienden ocupen un lugar secundario en la dinámica de los movimientos estudiantiles. Y es aquí en donde se puede observar que si bien los estudiantes siguen siendo solidarios con otras luchas y otras problemáticas ajenas a la educación superior, se concentran actualmente en problemas relacionados con las universidades. La universidad-empresa ha obligado al movimiento estudiantil a plantar sus barricadas al interior de los espacios educativos. Baste comparar las demandas del CNH y del CGH para confirmar lo anterior. Mientras en el ’68 las demandas exhibieron claramente el carácter autoritario y antidemocrático del régimen, en el ’99 se concentraron principalmente en garantizar la gratuidad de la educación superior y la necesidad de ampliar la participación política de los estudiantes en la estructura universitaria. En ambos casos se enfrentaron al autoritarismo gubernamental y académico.

En este sentido, al compararlos no se pretende elegir cual fue mejor o peor sino comprender sus diferencias a la luz de nuevas realidades. Las críticas negativas a movimientos como el #YoSoy132 -a partir de los movimientos estudiantiles de los sesenta y setenta- pasan por alto que las condiciones materiales condicionan las acciones humanas o de plano idealizan el pasado, sobre todo si son articuladas por los que participaron en las luchas estudiantiles de aquéllos años.

martes, 20 de octubre de 2015

De la universidad de masas a la universidad-empresa


Al referirnos al tema de los movimientos estudiantiles en el mundo contemporáneo, su caracterización está directamente relacionada con las transformaciones de las universidades en los últimos treinta años. En este periodo, las luchas estudiantiles se desarrollaron en el marco de la transición del desmantelamiento del estado de bienestar y el surgimiento del estado neoliberal, lo que modificó significativamente la resistencia estudiantil que al mismo tiempo que defiende la educación universitaria como un derecho combate la internalización y la incorporación de de los valores capitalistas en los programas de estudio, en la dinámica de los procesos de aprendizaje y de la investigación universitaria.

En el caso mexicano, la masificación de la matrícula universitaria fue un proceso diseñado desde el poder para contener la insurgencia guerrillera y dar una apariencia de apertura democrática. Son los tiempos del sexenio de Luis Echeverría, quien frente a la represión del movimiento estudiantil en 1968 y luego en 197 así como el surgimiento de la guerrilla urbana, aumentó el presupuesto para las universidades y al mismo tiempo apoyó selectivamente a intelectuales y opositores políticos, abriendo la puerta a la reforma política en 1977 y la supuesta transición democrática.

Surge así la universidad de masas, la cual redefine los objetivos de la educación superior en un contexto de crisis mundial del capital. Su impacto en el movimiento estudiantil fue contradictorio: por un lado generó amplio apoyo a régimen entre buena parte de los estudiantes pero, el mismo tiempo, impulsó la creación de grupos estudiantiles que reivindicaron las acciones armadas mientras que otros se incorporaron a las luchas populares en sindicatos, organizaciones campesinas urbano-populares. 
 
La universidad de masas generó así una mayor actividad política de trabajadores, profesores y estudiantes universitarios, la cual estuvo dirigida principalmente a la ampliación de derechos políticos, sociales y económicos para grupos tradicionalmente excluidos de las políticas públicas. Fue para algunos, la edad de oro del movimiento estudiantil pues sus cuadros se convirtieron en una fuerza organizativa e ideológica para amplios sectores de la población, ajenos al clientelismo político del régimen. Tal vez el movimiento urbano-popular de los años setenta y principios de los ochenta haya sido el más beneficiado. El caso de la conformación de la colonia Revolución en la capital del estado de Veracruz resulta un proceso que ejemplifica lo anterior.

Con el inicio de la década de los ochenta y la quiebra financiera del país-inducida por el sistema financiero internacional- la universidad de masas y la lucha estudiantil, dirigida primordialmente a ampliar la inclusión social en el marco del estado de bienestar empieza a transformarse. Esto no quiere decir que el movimiento estudiantil cesara de plantearse su relación con los sectores más desfavorecidos pero ahora tomará poco a poco conciencia de la necesidad de defender la educación pública en las universidades, acorralada por las políticas educativas impulsadas por el FMI y el Banco Mundial. Y esto no implica exclusivamente la defensa del presupuesto educativo sino la democratización de la formulación de planes y programas de estudio.

Los movimientos estudiantiles de 1986 y 1999 en la UNAM se opusieron frontalmente al aumento de cuotas en la educación superior. Si bien lograron detener las reformas al Reglamento General de Pagos impulsadas por Jorge Carpizo y después por Francisco Barnes, el proyecto neoliberal para la educación superior avanzó en otros terrenos, particularmente en los ámbitos de la investigación y de la enseñanza.

El modelo neoliberal para la investigación universitaria tiene como finalidad última establecer una relación subordinada de la producción del conocimiento a las necesidades de las empresas, quienes poco a poco lograron controlar con su poder económico los espacios universitarios a cambio de redefinir los procesos y finalidades de la investigación. La individualización y la retribución de los investigadores en función de su productividad -entendida ésta última como investigación útil para los empresarios- es acompañada de una paulatina reducción de la matrícula universitaria y el sometimiento de los programas de estudio a la lógica del mercado laboral, a pesar de que la mayoría de los egresados no encontrarán un trabajo digno y acorde con su formación.

Pero entonces si ajustar los programas de estudio a las necesidades de las empresas no garantiza el empleo ¿Por qué buena parte de la comunidad académica mantiene dicha dinámica en las universidades públicas, no se diga en las privadas? La respuesta está en la necesidad del capital de naturalizar sus valores en la sociedad y en las universidades, internalizándolos en los estudiantes para profundizar la dominación y minimizar la resistencia. Partir de éste hecho resulta fundamental para conocer la dinámica de los movimientos estudiantiles hoy.

viernes, 16 de octubre de 2015

Neoliberalismo, guerra contra el narcotráfico y excepcionalidad

La evolución o maduración del neoliberalismo permite reparar acerca de eso que es constitutivo de su materialidad. Hoy se sabe que el neoliberalismo es más  que sólo un recetario que prescribe cómo debe intervenir el Estado en una economía financiarizada. Sin duda ese es un componente central, que por cierto es una característica genuina de la tradición del liberalismo moderno (recetar modos de intervención estatal en una economía capitalista). Pero comprende otros aspectos, no menos importantes. El neoliberalismo proporciona instrucciones precisas para arrebatar patrimonios y derechos a las poblaciones, y transferirlos a grupos privados que gestionan privadamente esos recursos. Es el know-how de la hemorragia y la rapiña posmoderna (aunque con procedimientos prototípicamente premodernos). Es además una estrategia política e ideológica que reformula las formas y contenidos de la dominación, en los términos y condiciones que reclaman las formas contemporáneas de producción-acumulación de plusvalía. Si bien el liberalismo clásico alguna vez fue una teoría para dotar de vida política y derechos a los individuos, el neoliberalismo es exactamente lo contrario, aún cuando asista a los planteamientos liberales clásicos para justificar sus programas torales. El neoliberalismo es la negación de esa abstracción soberana depositaria de garantías, derechos, dignidad o libertades, que en el lexicón de la teoría política se conoce como “ciudadano”. “La relación social ya no se establece entre ciudadanos que comparten una historia sino entre consumidores que intercambian productos […] los no consumidores pierden la condición humana” (Ignacio Lewkowicz, Pensar sin Estado). 

El neoliberalismo emerge como una solución a las averías del capitalismo, y una estrategia multinacional para la recapitalización de la banca. La crisis de la deuda en 1982, y el “efecto tequila” o “error de diciembre” de 1994, forman parte de la historia neoliberal en México. Esas crisis profundizaron la miseria de la población, especialmente la rural. Cientos de miles de campesinos emigraron del campo a las ciudades, sobrepoblando las metrópolis del país (ya de por sí castigadas por el desempleo) y fracturando los tejidos comunitarios. Otros, los que permanecieron en el campo, transitaron de una producción basada en el cultivo de maíz a otra basada en el cultivo de opio y cannabis, para paliar la caída del precio del maíz. “Está claro que los acuerdos de libre comercio y la reestructuración neoliberal definieron la forma del actual mercado de la droga. Un estudio que abarcó a más de 2,200 municipalidades rurales en México entre 1990 y 2010, reportó que los precios bajos del maíz, que habían caído tras la implementación del TLCAN, se tradujo en un incremento de la cultivación de opio y cannabis” (Dawn Paley, Drug War Capitalism). 

El NAFTA o TLCAN, que es la criatura regional de integración neoliberal, llevó el negocio de la droga a alturas antes desconocidas. Algunos investigadores han incluso rebautizado el acuerdo como “Tratado de Libre Cocaína”. Si bien nunca lo van a admitir los gobiernos, lo cierto es que las condiciones estaban servidas para un incremento meteórico del tráfico de droga de México a Estados Unidos, cortesía de la recién pactada porosidad de la frontera. Esa modalidad de integración neoliberal condensa todos los fenómenos que en el presente cobran un notoriedad alarmante. El TLCAN, que es presuntamente el epítome de la libre empresa, se basa en una libre circulación del capital pero una nula movilidad del trabajo. Curiosamente, tras la firma del tratado, Estados Unidos puso en marcha el programa gatekeeper (portero, en español), que consistió en la militarización de los 3,185 kilómetros de frontera que comparten los dos países. La idea era sellar la frontera a las personas migrantes, no a los negocios o mercancías, lícitos o ilícitos. Aciertan los analistas cuando sugieren que el TLCAN “proporcionó tanto la infraestructura como la mano de obra para facilitar el contrabando”. (Roberto Zepeda, Drug War Mexico)

Este proyecto de integración neoliberal cambió todo: leyes, normas, convenciones, procesos económicos y políticos, valores y cotidianidades. La entrada en vigor de normas desregulatorias generó un estado permanente de excepcionalidad e ilegalidad, que lo mismo abarcó al antiguo sistema de intermediación política (basado en el quebranto selectivo de la ley, ahora indiscriminadamente extendido) que al trabajo vivo. El TLCAN aceleró el avance de la agenda neoliberal: la fabricación de una población carente de personalidad jurídica o política, producción de vidas precarias, desechabilidad de  grandes sectores sociales. 

Más tarde, la guerra suministraría las bases para una gestión militarizada de esas poblaciones. La muerte a gran escala es sólo el resultado natural de esa ecuación que involucra militarismo, vacíos legales, mercados criminales, conflagración y “vidas sin derecho a ser vividas”.

Que las principales víctimas de la llamada “guerra contra el narcotráfico” sean personas pobres, civiles, migrantes, campesinos e indígenas, no es accidental. Es notablemente a esos sectores a los que privó de derechos y garantías el neoliberalismo. Y es contra ellos o a pesar de ellos que se libra la guerra. 

“Esto sugiere que lo que se conformó como nueva gubernamentalidad dentro de los procesos de acumulación por desposesión, no puede garantizar pisos estables para asegurar la vida de segmentos poblacionales, sino que los torna desechables; la necropolítica del Estado neoliberal y su régimen de acumulación deja al desecho en los márgenes residuales; la figura no es el regreso al mercado laboral que medie la vida, su figura es la expulsión, y su lugar, el vertedero” (Antonio Fuentes, Necropolítica)

El neoliberalismo y la guerra se entretejen. Es una respuesta multifactorial a la crisis. Ambos actúan simultáneamente sobre el conjunto social. Uno expulsa; el otro gestiona esa expulsión. Y la criminalidad acapara todo. A decir de Roberto Saviano, el novel narrador e investigador de las mafias, el mundo contemporáneo está definido por dos realidades dominantes: la desregulación financiera y el poder criminal. Saviano escribe: 

“La crisis económica, las finanzas devoradas por los derivados y los capitales tóxicos, el enloquecimiento de las bolsas, casi en todas partes están destruyendo las democracias, destruyen el trabajo y las esperanzas, destruyen créditos y destruyen vidas. Pero lo que la crisis no destruye, sino que más bien fortalece, son las economías criminales. El mundo contemporáneo empieza ahí, en ese Big Bang moderno, origen de los flujos financieros inmediatos. Choque de ideologías, choque de civilizaciones, conflictos religiosos y culturales, son sólo capítulos del mundo. Pero si se observan a través de la herida de los capitales criminales todos los vectores y los movimientos se convierten en otra cosa. Si se ignora el poder criminal de los cárteles, todos los comentarios y las interpretaciones sobre la crisis parecen basarse en un equívoco. Ese poder hay que mirarlo, clavarle la mirada en el rostro, en los ojos, para entenderlo. Ha construido el mundo moderno, ha engendrado un nuevo cosmos. El Big Bang ha partido de aquí”.

Neoliberalismo, guerra y excepcionalidad: es la solución de las élites a la crisis. 

sábado, 10 de octubre de 2015

La crisis política en Veracruz


La coyuntura económica mundial ha venido provocando una serie de conflictos al interior de los grupos dominantes alrededor del mundo, la cual se manifiesta en patadas y empujones no precisamente por debajo de la mesa. Por el contrario, frente al deterioro de los márgenes de maniobra de los gerentes de la política para administrar la crisis financiera, las diferencias se dan a plena luz, sin tapujos y rompiendo las reglas escritas y no escritas de la política. Es el caso de la campaña de Donald Trump en los EE. UU. o la crisis de legitimidad de Dilma Rousseuf y el PT en Brasil. 

En el caso mexicano, la debilidad manifiesta de Peña para controlar a las huestes de su partido ha impedido que, como en los viejos tiempos, el destape se realice lo más cerca de la fecha del fin de su sexenio. Para poner un poco de orden en el proceso, ha tenido que abrirle la puerta a don Beltrone -que no forma parte del grupo cercano del presidente- e incluso se especula que contará también con el apoyo de candidaturas independientes para dividir a la oposición. Lo que queda claro es por sí solo no podrá imponer un candidato a la presidencia en el 2018.

De manera similar, en Veracruz los conflictos entre el grupo político en el poder también se están dando a la vista de todos por las mismas razones: deterioro de la legitimidad y crisis financiera, no necesariamente en ése orden. No por ello se puede inferir una fractura que acabe con el PRI en el estado pero resulta muy ilustrativo del caos que priva en la estructura gubernamental y las diferencias con respecto a como afrontar el problema, aunque sea solo en el plano mediático. En todo caso, en la medida en que el conflicto se profundize resulta difícil calcular las consecuencias en el mediano plazo.

Dos acontecimientos describen lo anterior: el reclamo de la burocracia universitaria por el adeudo millonario por parte del gobierno del estado y el intercambio de sarcasmos y señalamientos directos entre Javier Duarte y los senadores Héctor y José Yunes, distinguidos representantes de la oligarquía estatal. El contexto esta determinado por la próxima elección para gobernador del estado, pues a pesar de que el ganador gobernaría por dos años también se convertirá en factor central para seleccionar y apoyar con todo el poder del estado a su sucesor. Por lo tanto, lo que está en juego son los siguientes ocho años de gobierno... y del uso discrecional del presupuesto.

El caso del reclamo de la rectora Sara Ladrón de Guevara por la omisión del ejecutivo estatal para otorgar el subsidio a la Universidad Veracruzana no es un hecho menor. La burocracia universitaria forma parte integrante del grupo en el poder y si bien el adeudo se ha venido acumulando por años, la debilidad del gobernador ha producido condiciones favorables para que en él contexto señalado, la rectora se anime a confrontar públicamente al gobierno estatal. Sobra decir que lo que está en juego no es la viabilidad de la universidad sino del grupo que la encabeza; los conflictos con trabajadores y académicos por falta de pago ponen claramente en riesgo su liderazgo y lo poco que queda de la autonomía universitaria, que en realidad es la autonomía del grupo que la controla frente al ejecutivo estatal.

Por su parte, la fisura pública entre los principales aspirantes a la candidatura priísta para el próximo año y el gobernador es producto de la debilidad estatal aunque habría que reconocer que el estilo de gobierno ha contribuido bastante Los desplantes de Javier Duarte y su autoritarismo primitivo han provocado enojo y desconcierto entre los príistas. El regalo envenenado a Héctor Yunes dejó al descubierto las diferencias, que no son nuevas, pero sobre todo la desesperación del gobernador por su debilidad para controlar su sucesión. Si a esto se agrega el descontento de grupos empresariales por falta de pago y aumento de impuestos, se puede comprender mejor la crispación que priva en las esferas del poder político en Veracruz. 
 
Para el ciudadano común y corriente las demostraciones de impotencia del gobernador no auguran nada bueno, pues es bien sabido que los disputas entre las oligarquías las paga el pueblo. Pero esas disputas pueden abrir el camino a la alternancia y generar cierta esperanza, antídoto efectivo contra la desesperación. Perder Veracruz no sería nada agradable para el PRI aunque tampoco para echar las campanas al vuelo. Baste el caso de Oaxaca para ejemplificar lo anterior. La alternancia no implica un cambio de rumbo sino de estilos, de rostros, de siglas y colores; se abrirán espacios antes cerrados a grupos ajenos a la nomenclatura priísta pero no mucho más. La derrota del PRI en Veracruz podría tener un valor simbólico pero las políticas neoliberales seguirán su rumbo y la militarización con su concomitante pérdida de libertades civiles no depende de las instancias del gobierno estatal. Después de todo el cambio real no depende exclusivamente del resultado en las urnas; deberá estar sustentado en una organización efectiva de las mayorías para establecer controles reales sobre los gobiernos. Y la ausencia de las mayorías organizadas de manera autónoma frente al estado en Veracruz y sus instituciones es otra crisis política. Pero ésa la analizaré en la próxima entrega.

jueves, 8 de octubre de 2015

Calderón buscó acuerdos con todos los líderes del narco: “La Barbie”

MÉXICO, D.F. (Proceso).- El narcotraficante Edgar Valdez Villarreal, La Barbie, quien hace unos días fue extraditado a Estados Unidos, aseguró en noviembre de 2012 a la reportera Anabel Hernández que Felipe Calderón, siendo presidente de México, intentó pactar con todos los líderes de los cárteles.

En una carta enviada a Hernández, el capo cuenta que por instrucciones de Calderón, el general Mario Arturo Acosta Chaparro y el secretario de Gobernación, Juan Camilo Mouriño -ambos ya fallecidos-, se reunieron con dos de los jefes de la Familia Michoacana, con las cabezas de Los Zetas, además de con Arturo Beltrán Leyva y el propio Joaquín El Chapo Guzmán.

De hecho, Acosta Chaparro que era considerado el narconegociador de Calderón, murió ejecutado el 20 de abril del 2012 en calles del Distrito Federal. Mouriño, quien fue primero el Jefe de la Oficina de la Presidencia y luego secretario de Gobernación, falleció en un extraño accidente aéreo el 4 de noviembre de 2008 cuando el avión en que regresaba de una gira por San Luis Potosí se estrelló muy cerca del cruce del Periférico con Paseo de la Reforma.

A continuación se reproduce la carta de La Barbie, que se publica en la edición 2031 de la revista Proceso, actualmente en circulación.

Quiero manifestar en primer lugar que no me acogí al programa de testigos protegidos, asimismo niego categóricamente los señalamientos y manifestaciones que refieren los elementos aprehensores respecto a la forma de cómo fue mi detención; y que la verdad de los hechos es la siguiente: mi detención fue el resultado de una persecución política por parte del C. Felipe Calderón Hinojosa, quien instauró un acosamiento en contra de mi persona por la razón de que el suscrito se negó a formar parte del acuerdo que el señor Calderón Hinojosa deseaba tener con todos los grupos de la delincuencia organizada, para lo cual él personalmente realizó varias juntas para tener pláticas con grupos de delincuencia organizada.

Posteriormente se realizaron diversas juntas a través del general Mario Arturo Acosta Chaparro, quien se reunió por órdenes del presidente y Juan Camilo Mouriño, con dos de los jefes de La Familia Michoacana. Posteriormente el general se entrevistó en Matamoros con Heriberto Lazcano y Miguel Ángel Treviño, El Z-40. Tiempo después Acosta Chaparro y Mouriño se entrevistaron con Arturo Beltrán Leyva, El Barbas, y también se entrevistó con El Chapo Guzmán, líder del Cártel de Sinaloa. Calderón quería el acuerdo con todos los cárteles: cártel de Los Zetas, Cártel del Golfo, conmigo, Cártel de Juárez, con Vicente, Mayo y Chapo.

Situación por la cual, al no haber respuesta de mi parte y no querer tener nexos con ninguna de las organizaciones criminales se instauró en mi contra una persecución aguda, al grado de haberme cateado varios domicilios sin una orden legal para ello y de los cuales me robaron dinero, alhajas, automóviles así como diversas pertenencias.

Genaro García Luna, titular de la Secretaría de Seguridad Pública federal (SSP), quien cuando menos desde el año 2002, primero en la AFI y luego en la PFP, me consta que ha recibido dinero de mí, del narcotráfico y la delincuencia organizada, al igual que un grupo selecto integrado por Armando Espinosa de Benito quien trabajaba con la DEA y me pasaba información, Luis Cárdenas Palomino, Édgar Eusebio Millán Gómez, Francisco Javier Garza Palacios (PF Colombia), Igor Labastida Calderón, Facundo Rosas Rosas, Ramón Eduardo Pequeño García y Gerardo Garay Cadena, quienes también forman parte y reciben dinero de la delincuencia organizada y de mí.

Entre otros, ellos tuvieron la encomienda de “detenerme en algún operativo” cuando en realidad tenían la instrucción de matarme. Tan es así que al momento de mi detención, la cual se realizó en el domicilio que salió en los medios de comunicación y lugar en el que me encontraba solo, dicen que ese día no se reportaron balazos pero la verdad sí hubo. Un policía federal que fue el mismo que me trasladó a este lugar en el que actualmente me encuentro, me instaba a que corriera para poderme disparar, y así poder decir que al repeler el ataque me habrían matado, al igual que hicieron con Arón Arturo Gines Becerril, a quien mataron en las inmediaciones del Centro Comercial Perisur, a quien los impactos de bala le fueron proporcionados todos por la espalda el mismo día de mi detención. Todo fue tapado por la PF.

Es de hacer mención que pese a los antecedentes de Genaro García Luna, los cuales se encuentran en diversas causas penales y de los que el gobierno americano ya tiene conocimiento, incluso formaron parte de los temas tocados en la Iniciativa Mérida, y a los cuales yo ya he tenido acceso. El más reciente, el testimonio del testigo colaborador Mateo (Sergio Villarreal); el presidente Felipe Calderón lo sostiene en su cargo sin que se ejerza acción penal en su contra.

Como dato alterno habrá de hacerse notar que en cuantas detenciones realiza la Policía Federal, no se decomisa nada, todo se pierde (dinero, relojes, vehículos, droga, etc.), sin embargo es menester señalar que tanto el Ejército Mexicano como la Secretaría de Marina son más honestos, detienen a quien es, y lo ponen a disposición con lo que detienen.

Yo pude haber hecho lo que haya hecho pero ellos, los funcionarios públicos que menciono, también son parte de la estructura criminal de este país.

Édgar Valdez Villarreal