domingo, 16 de agosto de 2015

La conspiración de las vacas

Camilo González 

La alimentación de los humanos requiere de la proteína, que sobre todo por tradición, extraemos de la carne de los animales. No soy un vegano consumado ni un defensor a ultranza de los derechos de los animales, pero sin lugar a dudas me preocupa la posibilidad real de que los alimentos, en un tiempo corto, se esfumen.

Mi infancia fue profundamente aleccionadora. Viví varios momentos importantes en estos cambios de mentalidad: la llegada del internet fue para mí algo novedoso, en la primaria. Ya desde entonces ha formado parte de mi vida cotidiana. Después, me tocó vivir una de las primeras privatizaciones del sistema público de agua. De igual manera, en aquellos años, recuerdo que entre la casa, la escuela y las amistades discutíamos que el agua mayormente se destinaba a los ranchos ganaderos, y posteriormente, se distribuía en la población humana. En aquellos años me parecía sorprendente, pero la fuente era digna de escucharse, ya que entre varios amigos se encontraban los dueños de algunos de los ranchos más importantes del bajío (por ejemplo, de aquellos terrenos de La Huerta que congela verduras o del grupo San Marcos, sin lugar a dudas de los emporios lecheros del país).

El caso es que ahora sabemos con certeza que con la cantidad de grano y agua que requiere toda la producción mundial de carne podríamos alimentar a toda la humanidad, teniendo como base de nuestra dieta a los granos. Además, la producción carne no tendría por qué desaparecer, simplemente disminuiría, lo que nos permitiría mejorar la calidad del producto, evitando los ranchos insalubres donde miles de cabezas de ganado reciben alimento alterado genéticamente y que acaban con el agua para el consumo humano.

Esta nueva concepción de la producción orgánica no es nueva. Ya en Estados Unidos la cadena Whole Foods es lo bastante extensa para abarcar un mercado exigente a lo largo y ancho de la mole del norte. Como consumidores, y habitantes de un estado como Veracruz, deberíamos ser exigentes: nuestros productos agrícolas deberían llenar la mesa de los veracruzanos, y sin lugar a dudas, deberían competir en el mercado internacional. De igual manera, nuestro consumo de proteína vegetal (como la moringa o el alga espirulina) debería aumentar.

La manera en que tratamos a nuestros animales definitivamente afecta nuestra digestión. No espero que nadie deje de comer carne (yo mismo disfruto un buen corte) pero si es importante tomar conciencia que una alta ingesta de carne, requiere de un alto costo en cuanto a granos y agua, que bien podrían satisfacer la demanda de alimento a escala mundial, si considerásemos disminuir un poco la carne nuestra de cada día. De igual manera, la manera sanguinaria conque se acaba con la vida de los animales es brutal, lo que provoca asco a cualquiera que lo haya visto. Y no se trata de cambiar a la res o al puerco por los mariscos, ya que el mar sufre el mismo daño por la constante pesca y contaminación.

Una propuesta novedosa para gobernar a un pueblo como Veracruz, debería atajar de frente y con conciencia el problema de la producción alimentaria. También, generaría programas productivos, facilitaría la distribución de los productos originarios del estado y fomentaría su consumo.

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