viernes, 26 de septiembre de 2014

Los cascos azules mexicanos, el imperialismo y los derechos humanos.


En su gira internacional para ser agasajado por los principales beneficiarios de las reformas en México, Enrique Peña Nieto continuó demostrando su servilismo poniendo a disposición del Consejo de Seguridad de la ONU a las fuerzas armadas mexicanas para las acciones de paz, que la mayoría de las veces, no son sino invasiones veladas para la protección de los intereses de EEUU y sus socios. 

En una acción planeada por sus asesores de imagen para reforzar la imagen de ganador entre sus representados y entre la opinión pública internacional, Peña Nieto decidió ampliar la colaboración de apoyo financiero a un apoyo regular de efectivos militares a las ‘misiones de paz’. Calificándolo como un paso histórico (de esa historia de la infamia y el sometimiento de los gobernantes de las naciones débiles para con los imperios) el presidente, quien por primera vez se presentaba ante la asamblea general, no dejó pasar la oportunidad para reclamar una reforma profunda en la ONU, como si formara parte del club exclusivo que la controla. Una cosa es que le aplaudan su discurso y lo feliciten y otra muy distinta que lo escuchen o lo consideren un estadista, a pesar del premio que le otorgó una fundación conservadora, Appeal of Conscience, como parte de las actividades de la gira promocional de su imagen. 

Al hablar de la ONU hay que reconocer el hecho de que ésta se encuentra en plena decadencia, aunque sigue siendo funcional para promover los intereses de las naciones más poderosas del planeta. La ONU representa el orden inter estatal que gobernó al mundo desde el fin de la Segunda Guerra Mundial y por lo mismo, está lejos de ser un organismo en el cual todos sus miembros tienen el mismo peso. Por ejemplo, por años la mayoría de las naciones integrantes han votado a favor del fin del bloqueo económico a Cuba pero basta la oposición de los EEUU para que todo siga igual. Además, ya nadie le hace mucho caso a la ONU, al grado de que su actor principal prescinde de ella para llevar a cabo invasiones a países que considera peligrosos para la paz mundial, o sea, la paz de los negocios de sus corporativos. 

En consonancia con los desplantes egocéntricos de Peña Nieto, el subsecretario de para Asuntos Multilaterales de la Secretaría de Relaciones Exteriores, Juan Manuel Gómez Robledo se apresuró a negar que la decisión de Peña Nieto rompiera con los principios históricos de política exterior de México. Y agregó que “… no correspondía al papel de México, tomando en cuenta las grandes aportaciones financieras a estas Operaciones de Mantenimiento de la Paz, que lo convierten en el segundo país de América Latina en términos de contribución a estas operaciones, que el año pasado sumaron 28 millones de dólares.” Dicho en otras palabras, si ya estamos pagando ¿por qué no pagar más? Y es que los gastos de envío y manutención de tropas a las misiones de paz no las paga la ONU. 

Por otro lado, y en una coyuntura marcada por la masacre de Tlatlaya, en el estado de México, en donde se señala al ejército como sospechoso de ejecutar a 21 personas, cuesta trabajo imaginar que participen fuera de nuestras fronteras en acciones humanitarias. Si a esto se agrega que es una de las instituciones con mayor incidencia de quejas por violaciones a los derechos humanos, de acuerdo con la estadística generada por la Comisión Nacional de Derechos Humanos al respecto, pues de plano se puede suponer que todo esto parece ser una operación de lavado de cara de las fuerzas armadas mexicanas: farol de la calle y oscuridad en la casa… en el mejor de los casos. La ONU ha aplicado sanciones en los últimos dos años a 189 de sus soldados, policías y empleados civiles en Haití por violaciones, pedofilia y tráfico humano (http://www.grupotortuga.com/Cascos-azules-en-Haiti-violaciones). 

En última instancia, la existencia de cascos azules mexicanos representa una raya más al tigre de la militarización que vivimos en México. Las fuerzas armadas suman en favor de convertirse en la institución privilegiada del país, teniendo ahora presencia internacional, lo que probablemente aumentará su fuerza política pues contará con múltiples aliados internacionales. El proceso de desmantelamiento de los principios del estado de bienestar en México resulta para muchos fundamental en la búsqueda de nuevos horizontes para el futuro de la nación; para otros no es más que una muestra clara de la decadencia de un sistema interestatal que cada vez más se apoya en la fuerza para sobrevivir.

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