jueves, 29 de noviembre de 2012

Dime de que presumes, gobierno de Veracruz, y te diré que te falta

La reciente visita a la ciudad de Xalapa de Rigoberta Menchú, premio Nóbel de la Paz, confirma la estrategia mediática de un gobierno que parece honrar la frase que dice: dime de qué presumes y te diré que te falta. A contrapelo de lo que resulta evidente para cualquier observador medianamente atento, el respeto a los derechos humanos no ha registrado el menor avance en el estado sino más bien grandes retrocesos.

Si consideramos a los derechos humanos apoyados en la idea de una vida digna y no simplemente sobrevivir a duras penas, difícilmente se puede creer que Veracruz avanza en ese aspecto. La histeria gubernamental provocada por su poca capacidad de maniobra y enorme desprestigio frente a la población lo obliga a presumir a diestra y siniestra precisamente de  lo que carece. Las condiciones de vida de los habitantes del estado que presume ser bello ha empeorado como consecuencia de la pésima administración de Fidel Herrera que para redondear su gestión le heredó el poder al peor de sus discípulos. Javier Duarte, quien debido a debilidad política (la clase política veracruzana lo ve como un arribista improvisado y sin los méritos suficientes para estar donde está) pero sobre todo a su soberbia, inspirada en el franquismo fascista, sólo ha profundizado la debacle y no se ve que las cosas puedan mejorar en lo que queda de su reinado.

En ese contexto la táctica del infame gobernador consiste en tapar el sol con el dedo de la comunicación: a fuerza de repetir hasta la náusea que todo va viento en popa y que el futuro es aun mejor cree que sucederá un milagro. Para ello a echado mano de lo que los  especialistas en la mercadotecnia política distinguen como avales, que no es otra cosa que arrimar al gobernante con una figura pública que goza de prestigio y es conocido, para bien o para mal, por amplias capas de la población. Así es como han desfilado en los últimos meses por tierras veracruzanas desde pseudo periodistas como Adela Micha hasta reconocidos académicos y juristas como Manuel González Oropeza, para avalar con su reputación al gobierno de Veracruz.  A cambio reciben en público honoris causa o reconocimientos como hijos predilectos y en privado, vaya usted a saber.

De que otra manera se puede entender que una mujer como Rigoberta Menchú, en su gira (¿artística? pues parece que vino a bailar al son que le tocaran sus anfitriones) afirme cosas como las siguientes: “Veracruz es un estado con grandes avances en materia de derechos humanos, reconocimiento a los pueblos indígenas y equidad de género… hay mucha conservación (sic) natural” 

Por si fuera poco, Menchú  descalificó indirectamente las protestas y movilizaciones de sectores de la sociedad con respecto a la vulnerabilidad de la mujeres frente a la violencia social al afirmar que: “… yo también fui activista, hacíamos protestas, y hasta quemamos un llanta, pero no logramos nada…” A cambio de premios y distinciones (¿será lo único que recibió a cambio de sus defecciones verbales?), la premio Nóbel declara con ligereza acerca de temas que no conoce pero que son muy útiles para la estrategia mediática de la alta burocracia local.

Bastante le hubiera servido a la distinguida guatemalteca leer el informe del Instituto Mexicano para la Competitividad, que sin ser una institución ajena a los círculos oficiales afirma sin ambages que Veracruz es una de las entidades con mayores retrocesos en materia social, financiera y de salud, por no mencionar los rezagos educativos y la salida de miles de veracruzanos del estado para buscar mejores oportunidades de vida. Tal vez al leerlo, la Menchú se hubiera enterado del crecimiento de las muertes por desnutrición en el estado, sobre todo entre la población indígena a la que ella dice conocer y defender. 

A lo anterior habría que agregar el crecimiento de la deuda pública, que con las bursatilizaciones ha cavado un agujero para tapar otro. Un estado endeudado y con recursos comprometidos por las próximas décadas para pagar el servicio de la deuda, es un estado sin posibilidades para competir, para impulsar el desarrollo de la infraestructura y mejorar las condiciones del capital humano. Un pueblo sin educación, sin salud, sin seguridad en su vida y propiedades es un pueblo sin motivación para innovar, para ser eficiente en el uso de los recursos. Pero además es un pueblo que difícilmente puede disfrutar de una vida digna, acorde con el espíritu de los derechos humanos.

Así las cosas no sorprende que el gobierno del estado programe el aumento del gasto en imagen y comunicación  de 55 millones 700 mil pesos en 2012 a 83 millones 300 mil pesos para el próximo año, es decir un aumento del 33%. En este sentido se aumenta también el gasto para la representación del gobierno de Veracruz en el DF, que opera como un lobby de relaciones públicas con los poderes federales y el Congreso de la Unión, pero sobre todo con los periódicos nacionales y las televisoras. ¿Será que se puede gobernar sólo con imagen?

domingo, 25 de noviembre de 2012

Cuba en vilo: ¿perestroika o continuidad?

La revista National Geographic En Español, dedicó la edición del presente mes –noviembre– al análisis e indagación de la realidad –o al menos lo que entiende por realidad– de la Cuba actual, destacando los testimonios de personas comunes cuya cotidianidad, según el criterio de la autora del artículo estelar, visibiliza la asfixiante situación de una sociedad desencantada con el “socialismo real”, prisionera de una “desconcertante economía”, de un “Estado unipartidista en el que intimidan o arrestan a las personas o las denuncian como mercenarias por criticar a sus líderes tan enérgicamente”. El artículo redunda en lugares comunes, testimonios selectivos y/o verdades parciales, y prescinde de un análisis penetrante que pudiera conducir a inferencias discordantes y/o a afincar responsabilidades, al menos parcialmente, a las potencias económicas que obstinadamente transgreden el principio de autodeterminación, que en el caso de Cuba se viola sin rubor. 

Más allá de las subterráneas o latentes reivindicaciones liberaloides que cautamente perora National Geographic, se sabe que en la Cuba actual, tras 54 años de gobierno revolucionario, existe una gran división-fisura en el pueblo cubano, que si bien tiene tintes generacionales, también es cierto que expresa una voluntad ciudadana fragmentada, irreconciliablemente heterogénea. A esta polaridad insalvable, debémosle agregar el virtual coqueteo de la política oficial con las políticas de liberalización, que unos aplauden, otros desestiman. La consigna oficialista de “Más socialismo” que acompaña a las reformas introducidas en Cuba, evoca casi de manera natural e irremediable la tentativa de reestructuración que inauguró Mijaíl Gorbachov en la Unión Soviética (perestroika), y que supuso a la postre el colapso de la URSS. También allá el propósito era revitalizar el sistema socialista, con políticas análogas a las que promueven los dirigentes en Cuba: renuncia a la regulación de los salarios, eliminación de las libretas de racionamiento (seguridad alimentaria), impulso a la inversión privada, introducción de leyes de autoempleo, apertura desregulada hacia los medios de comunicación (glásnost), etc. 

Sin afán de conceder excesiva importancia –o valor argumentativo– a la publicación referida, propóngome hacer una observación crítica que surgió a la luz de esa lectura; no a modo de invectiva destructiva, sino de advertencia respetuosa. 

En algo acierta el artículo aludido: la principal fuente de ingresos en Cuba es el turismo (cerca de 2000 millones de dólares anuales). En efecto, Cuba se vio forzada a elegir el turismo internacional como instrumento para contrarrestar la depresión económica que sobrevino tras la caída de la URSS en 1991, y la consecuente extinción de su principal socio comercial. Por añadidura, el aislamiento económico que supuso el bloqueo comercial que impuso EUA (todavía vigente, aún cuando 188 de los 193 países de la ONU respaldan la finalización de la política restrictiva), ha cancelado todos los caminos hacia una económica sostenible libre de cualquier dependencia con el extranjero. Esta ecuación hace factible la realización del sueño húmedo de EUA: a saber, la reedición de una Cuba dedicada a la satisfacción de las apetencias del turista o el extranjero. Exactamente aquello contra lo que la Revolución luchó sin tregua. 

Empero, las “conquistas humanas con un anclaje civilizatorio perdurable” a las que se hizo referencia en otra oportunidad (Cuba: germen de la utopía), a nuestro juicio siguen firmes e intactas. Los problemas a los que alude National Geographic, o los que el autor hace referencia en este artículo, se deben más a la condición de Cuba como “pueblo en lucha” que a la tiranía plutocrática de una clase o estamento social, como ocurre en México u otros países. Sólo cabe esperar que el pueblo cubano tenga conciencia de esto, y evite por todos los medios una perestroika que pulverice las conquistas históricas de la isla.

jueves, 22 de noviembre de 2012

Urgente reforzar el saqueo de Latinoamérica para que España siga siendo una monarquía


La 22ª Cumbre Iberoamericana, celebrada en Cádiz el 16 y 17 de noviembre, confirma una vez más que las aspiraciones neocolonialistas de la monarquía española están hoy más fuertes que nunca. Con tintes rayanos en el dramatismo, el llamado de Juan Carlos para recibir ayuda de los países latinoamericanos, según la nota de El País“…sonó casi como una súplica.” Por su parte Mariano Rajoy no se quedó atrás al afirmar frente a los mandatarios asistentesSi en el pasado América Latina fue una oportunidad para Europa, hoy Europa es una oportunidad para América Latina”. Ahora resulta que la crisis en España representa una ‘ventana de oportunidad’ para Latinoamérica, región que según el malogrado Rajoy registra un “pujante crecimiento”.

El pujante crecimiento al que se refiera Rajoy es bastante discutible, tomando en cuenta que Latinoamérica, si bien ha registrado tasas de crecimiento del PNB (particularmente Brasil), sigue siendo una región con altos índices de marginación así como un crecimiento sostenido… de la pobreza. La mentira más parece una burla, que con el afán de estimular la inversión pasa por alto que en las últimas dos décadas las inversiones de capitales españoles en Latinoamérica han crecido como nunca. Según el propio Rajoy “…la inversión acumulada de España en Latinoamérica supera 115 mil millones de euros, de los cuales 7 mil millones fueron colocados en 2011”.

Lo que no dice es que las ganancias de los bancos españoles en México, como BBVA o Santander, son las más altas en todo el mundo. Pero no sólo los bancos gozan de la oportunidad de saquear a los países al sur del Rio Bravo. Las empresas en el sector energético también gozan de impunidad, bajos impuestos y enormes ganancias que no dejan más que pobreza y desastres ecológicos. Los negocios turbios de Repsol y otras compañías en la venta de energía eléctrica o en la exploración para localizar yacimientos de petróleo y gas representan otra fuente de enormes ganancias para los capitales españoles. Habrá que agregar la embestida reciente de capitales españoles contra comunidades en el sur de México, como San Dionisio del Mar, para obligarlos a rentarles sus tierras por una bicoca y colocar cientos de hélices gigantes que utilizan la energía eólica para generar electricidad. Con el apoyo de los gobiernos locales, estatal y federal, las compañías han demostrado su desprecio por la resistencia de las comunidades y han comprado voluntades a diestra y siniestra.

Un caso que demuestra como la casi súplica de los representantes de la burguesía española por atraer capitales latinoamericanos parece olvidar las ‘exitosas’ relaciones comerciales, por ejemplo, entre España y México es el caso del contrato que Pemex firmó este año con astilleros españoles para construir barcos-hoteles para el personal extranjero que trabaja en las plataformas petroleras en el golfo de México. La demanda de ese tipo de embarcaciones ha crecido como consecuencia de la participación de empresas españolas en la extracción del crudo. Los empleados extranjeros ni siquiera pisan el territorio mexicano sino que trabajan un tiempo en las plataformas y luego los mandan a descansar en hoteles flotantes para evitar que tengan que realizar trámites migratorios para descansar en tierra mexicana. 

En lugar de realizar inversiones en las empresas nacionales para que los astilleros mexicanos cuenten con la capacidad de construir semejante tipo de embarcaciones, Felipe Calderón ha decidido ‘apoyar’ a los astilleros españoles con jugosos contratos que serán un precioso tanque de oxígeno para empresas al borde de la quiebra. Bien por los trabajadores españoles pero no hay que olvidar que los verdaderos beneficiados serán esos que hoy piden el rescate a gritos para mantener sus bolsas repletas de dinero.

¿Y qué va a hacer el reino de España para compensar el esfuerzo solicitado? ¿Va a evitar la discriminación a los visitantes mexicanos que lleguen a España? ¿Va a pedirles a los bancos que bajen sus comisiones leoninas por servicios a los usuarios mexicanos? ¿Obligará a las empresas del ramo energético que eviten depredar el ambiente y paguen precios justos por el gas, la electricidad y el petróleo? Claro que no. Incluso, disfrazados de corderos, el rey y su lacayo Rajoy no olvidan mencionar lo pernicioso que resulta para sus patrones la política de expropiaciones de Bolivia o Argentina. Al mismo tiempo que solicita a los países latinoamericanos que aumenten su inversión en España demanda seguridad jurídica para los capitales españoles en la región.

Los gritos de auxilio no lograron conmover a la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, quien no tuvo empacho en recordarle a Rajoy que la experiencia latinoamericana para afrontar la crisis, hace veinte años, demostró que las políticas de austeridad –que aplica a rajatabla el primer ministro- empobrecieron aun más a la mayoría de los habitantes de Latinoamérica, como lo están haciendo con el pueblo español. Dichas políticas sólo sirvieron para aumentar la desigualdad y le abrieron paso a la situación de violencia social que hoy se vive en México y en buena parte de la región.

Así las cosas, la Cumbre de Cádiz más parece un desencuentro anunciado –que confronta dos realidades cada vez más enfrentadas- que además recuerda otro, también en Cádiz pero a principios del silgo XIX, cuando diputados españoles y americanos se reunieron para formular la primera Constitución liberal en España. En ese entonces, la demanda de igualdad entre americanos y peninsulares se quedó en una promesa que hasta la fecha parece mantenerse en el limbo. Las acciones y discursos de los empleados de la burguesía española siguen viendo a los países de Latinoamérica como sus colonias y a sus habitantes como sus vasallos. A pesar de que el primer ministro español haya declarado  sin rubor “… que América Latina es un ‘pilar fundamental’ del mundo occidental, y que para España ‘nunca ha sido periférica sino central’”, los latinoamericanos sabemos que tales declaraciones aparecen en un contexto caracterizado por el enorme temor que tienen los que apoyan la monarquía constitucional. Temen, y con razón, que está crisis mundial la entierre definitivamente abriéndole paso a una nueva república. No encuentro otra razón para que Juan Carlos y Mariano Rajoy, se rasguen las vestiduras casi con lágrimas en los ojos.

lunes, 19 de noviembre de 2012

Corrupción: síntoma crónico de un cuerpo enfermo

La sabiduría convencional aduce que el problema primario de este país es la corrupción; una suerte de mal endémico que crece, se reproduce y profundiza como la raíz de un árbol vetusto que agrieta, deforma y lesiona el asfalto, y cuya única solución es la amputación violenta del sujeto en cuestión. En esta lógica autorreferencial, unilateral e instrumental del problema, las conclusiones suelen caer en un barranco argumentativo fatalista: el mexicano es corrupto por naturaleza, y la corrupción es un aspecto cultural inherente a la “esencia” de este pueblo. A menudo se escucha decir, en un arrebato de obcecación típicamente anti-didáctica, que sólo el exterminio de los mexicanos resolvería de raíz el problema de la corrupción. 

 Cabe decir, no obstante, que esta ideologización despreciativa de lo “nacional”, visiblemente pedestre y obtusa, se nutre e invoca desde el poder constituido, y se suma al compendio de trapacerías que en México y allende sus fronteras se esgrimen –con dolo– para referirse a un presunto “carácter nacional”. Embriagados de colonialismo intelectual, especialistas mexicanos instruidos en el extranjero en distintas disciplinas ofrecen conferencias magistrales, ponencias, simposios, donde las más de las veces –aunque unos con más grandilocuencia que otros– arriban casi mecánicamente a la coronación de la misma conclusión, la “misma gata” pero esta vez sin revolcar: a saber, que el problema de México es la corrupción. En todo programa de gobierno figura en lo más alto de los propósitos retóricos el combate a la corrupción, como una especie de anexo complementario al combate a la pobreza e inseguridad. Pero, es precisamente en nombre del combate a la corrupción, pobreza e inseguridad que el Estado justifica sus fechorías sistemáticas, su modus operandi destructivo. 

Es nuestra obligación discrepar con las razones que esboza, no sin matices doctrinarios, la autoridad, especialmente cuando se trata de una autoridad ilegítima, marcadamente corrupta (aquí si cabe el calificativo). “Disentir de la justificación [e ideas] que aduce el poder es la primera manifestación de una oposición contra él. Es la ruptura del consenso social que invoca el poder” (Luis Villoro). 

La corrupción es más bien síntoma y no causa de los conflictos que acusa el país. En un país cuyas instituciones se rigen jerárquica y capitalistamente, la generalización del abuso –la prerrogativa meta jurídica– es un corolario natural. Y, naturalmente, allí donde la escasez es más pronunciada, ya sea por exacción colonialista, expoliación tributaria, depredación imperialista, latrocinio intraelitista, o déficit productivo (que no pereza, subdesarrollo, mediocridad, o cualquier otra cualidad negativa atribuida a los países más pobres), la disputa por los recursos y el acceso a bienes asume una forma más “sucia”, indecorosa, deshonesta, máxime cuando declina el colaboracionismo y se pondera el más vulgar de los valores liberales: la competitividad. El amiguismo, el influyentismo, el clientelismo, el latrocinio llano, modalidades de corrupción consuetudinaria, son más toscas y visibles en el contexto de un capitalismo rudimentario, imperativamente atrasado. Pero sólo alcanzan a evidenciar el pudrimiento del cuerpo social: México es un cuerpo enfermo; la corrupción es tan sólo el síndrome más persistente, el efecto secundario manifiesto, no la causa latente de los males. 

Nadie se ocupa de los problemas originarios, que son más bien una suerte de violencia fundacional, catalizadores de la corrupción: a saber, la jerarquización de un pueblo; la primacía de una clase social; la conformación de una sociedad con base en el privilegio y no el derecho; la auto-inmolación de la soberanía en nombre del progreso; la desvalorización del mundo humano en razón de la sobrevaloración de las cosas.

viernes, 16 de noviembre de 2012

El calderonato reforzó el autoritarismo y la pobreza en México

En los últimos días del nefasto sexenio de Calderón los balances y críticas coinciden en señalar el enorme costo político que ha tenido su fallida guerra contra el narcotráfico y su política económica. Si ya en 2006 la ciudadanía se mostraba desconfiada de sus instituciones y sus gobernantes, seis años después la debacle se acentúa, demostrando así las consecuencias de la pésima gestión del también conocido como el señor de Los Vinos. A pesar de su último esfuerzo mediático para cerrar fuerte como si estuviera en campaña, éste se ha caracterizado por un triunfalismo obsesivo que demuestra su soberbia política y la ausencia de la autocrítica. Su efecto ha sido nulo pues las evidencias de sus fracasos empiezan a ser más visibles.

Los resultados de la quinta Encuesta Nacional sobre Cultura, Política y Prácticas Ciudadanas (ENCUP 2012), realizada por la secretaría de Gobernación y la organización Friedrich Naumann Stiftung,  no dejan lugar a dudas: ante el deterioro de la economía familiar y la ola de violencia los ciudadanos coinciden en priorizar el desarrollo económico por encima de la democracia representativa como sistema de gobierno. Las consecuencias negativas del calderonato han generado mayor pobreza y desilusión ante el fracaso de la supuesta transición democrática. Es así como va tomando fuerza el argumento de que es necesario sacrificar los mínimos avances en materia política para obtener mejores beneficios materiales.

Una de las instituciones más raspadas por los resultados de las encuestas fue el Instituto Federal Electoral (IFE) pero también el ejército, la iglesia. Y los patitos feos siguen siendo los partidos políticos, los sindicatos y, en el honroso último lugar, nuestros flamantes legisladores, a pesar de todo lo que gastan en spots para mejorar lo inmejorable: su pésima imagen pública. Por su parte, las fuerzas armadas, que gozaban de cierto prestigio entre la población, apenas seis años atrás, hoy no parecen despertar el mismo entusiasmo, gracias al enorme desgaste que han sufrido por sus labores policiales, que las han colocado como una de las instituciones con más acusaciones de violaciones de derechos humanos en el país.

Los escándalos provocados por la decadencia de la iglesia católica le han pasado la factura y al igual que el ejército hoy es vista con mayor reserva por parte de una ciudadanía mayoritariamente católica, aunque no con el vigor de hace veinte años. El caso de Marcial Maciel sin duda ha tenido mucho que ver con lo anterior aunque habría que señalar que el caos social que vivimos ha persuadido a muchos a buscar consuelo en la religión. Para su desgracia, el Vaticano y sus socios no han logrado capitalizar semejante tendencia mientras que otras opciones han crecido, como sería el caso del culto a la Santa Muerte, a Malverde o a infinidad de sectas religiosas cristianas, que resultan un claro ejemplo de que la necesidad de buscar protección divina ha crecido por fuera de la iglesia católica.

Otro dato relevante es que el 56% de los encuestados considera prácticamente imposible que las cosas cambien en el sistema político, contrastando con el dato de que cada vez más ciudadanos consideran que la solución a sus problemas no vendrá del presidente de la república sino de su propia acción política. Si bien la clara decadencia del presidencialismo puede resultar positiva –no hace mucho era visto como la única institución capaz de cambiar la realidad- habría que considerar que la mayoría de los encuestados considera que las cosas van a empeorar y que la política es una actividad muy complicada. La ambigüedad de cara a la participación política parece ser la constante pues si bien se empieza a pensar en alternativas para gestionar demandas, al mismo tiempo se considera a la política como algo difícil de comprender. La idea del cambio parece lejana aunque el hecho de concebir  una participación alternativa a la política institucional, partidista y electoral, puede resultar positivo en el largo plazo.

Así las cosas, el desastre sexenal deja como herencia mayor pobreza y una resaca social, proveniente del fracaso de la transición política, que parece ampliar las posibilidades de eliminar el disfrute de derechos a cambio de frijoles. El caso de la reforma laboral parece ser un indicador fiel de lo anterior, pues utilizando el garlito de generar más y mejores empleos a costa de derechos ha logrado salir adelante sin mucha oposición en las calles. En todo caso los resultados de la ENCUP 2012 nos muestran una fotografía bastante pesimista de la situación en la que nos encontramos. Y si bien algunos datos pueden resultar esperanzadores, el régimen político y el proyecto económico parecen fortalecerse toda vez que la salida autoritaria es una posibilidad, en el entendido de que sólo así se podrá recobrar el crecimiento económico. La mentira es enorme pero parece estar funcionando, con las limitaciones del caso ya que los encuestados creen que las cosas no van a mejorar. Y supongo que se refieren tanto al ámbito político como al económico. ¿Será este hecho suficiente para articular una rebelión popular?

martes, 13 de noviembre de 2012

Delincuencia: brazo armado del Estado

El Estado no persigue la delincuencia: la engendra por acción u omisión calculada. El narcotráfico no es un comercio vetado, prohibido, castigado: el Estado lo inaugura e incorpora como actividad económica vital, pero lo conserva en el dominio de la clandestinidad, con el fin de maximizar réditos. El Estado no declara la guerra a la delincuencia: se vale de la delincuencia, aliada natural de los poderes públicos, para imponer la guerra. La guerra anti-narco no es un mal necesario para erradicar la delincuencia: más bien, la delincuencia es un bien necesario para la legitimación de un Estado en guerra abierta contra la sociedad. El Estado no condena a los infractores: el Estado es una suerte de infractor colectivo, que sólo a veces lava su imagen con aprehensiones teatrales. El Estado no procesa al delincuente común: comúnmente delinque allí donde un proceso social amenaza su monopolio delictivo. En suma, el Estado no lucha contra el crimen: criminaliza la lucha e impone un orden sepulcral con base en el crimen de Estado. 

Paz Rodríguez Ortiz. Oriundo de Chihuahua. Fundador de una asociación de defensoría de los derechos humanos, dedicada a atender casos de desaparición forzada y detenciones ilícitas efectuadas por corporaciones de seguridad oficial. Tras el asesinato de uno de sus hijos en 2008, él y su esposa presentan una denuncia ante la Subprocuraduría de Justicia del Estado de Chihuahua. El hecho nunca fue investigado. En octubre de 2009, Rodríguez Ortiz es acribillado con fusiles AR-15 ante la presencia de su esposa y a tan sólo una cuadra de la presidencia municipal. El crimen sigue impune. 

Benjamín Le Barón. Líder mormón en Chihuahua, fundador de un movimiento social de protesta contra el secuestro. Frente a un inusitado aumento de secuestros en el municipio de Galena, sumado a la inacción de las autoridades, el movimiento decide conformar un grupo de inteligencia comunitario para efectuar indagatorias en los casos de secuestro. La madrugada del 7 de julio de 2009, un grupo de hombres con uniforme militar ingresa al domicilio de Le Barón, torturan al activista, abusan sexualmente de su esposa ante la mirada de sus cinco hijos. Tras un secuestro express, el cuerpo del activista fue hallado a 50 kilómetros de su domicilio. El crimen sigue impune. 

Marisela Escobedo. Reconocida a nivel nacional e internacional, personaje extraordinariamente incómodo para el Estado, inicia su activismo social tras la absolución del asesino de su hija Rubí Marisol Frayre en 2008. No obstante la confesión de la autoría del crimen, los jueces concedieron la libertad a Sergio Rafael Barraza, presuntamente por falta de pruebas. En respuesta a la indulgencia (coautoría) de las autoridades, Marisela inicia una serie de protestas contra el gobierno de Chihuahua. El 16 de diciembre de 2010, en un plantón de protesta en las inmediaciones del Palacio de Gobierno, a unos pasos de la procuraduría de estatal, la activista recibió un disparo letal en la cabeza. Los dos crímenes, hija y madre, siguen impunes. 

Susana Chávez. Destacada activista, poetiza y defensora de los derechos de la mujer. Figura visible de las protestas contra los feminicidios en Ciudad Juárez. Autora de la consigna “Ni una muerta más”. El 11 de enero de 2011 fue hallada muerta a unas cuadras de su domicilio, cercenada y con signos de tortura. A pesar de la aprehensión de los “presuntos” autores materiales, el crimen sigue impune. 

Trinidad de la Cruz Crisóforo. Líder moral de la comunidad nahua de Santa María de Ostula, Michoacán. Integrante del Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad. Miembro de la guardia comunitaria y líder histórico en la lucha por la recuperación de las tierras, actualmente en manos de grupos armados protegidos desde el poder público. El 7 de diciembre de 2011, cuando se dirigía a un mitin del movimiento de Javier Sicilia, el comunero fue plagiado y ejecutado. El cadáver tenía cuatro impactos de bala y, naturalmente, huellas de tortura. El crimen sigue impune. 

Juan Sebastián Ortiz. Activista comunero, oriundo de Cherán, Michoacán, comunidad indígena martirizada por los abusos del poder. Tras fundar un movimiento de autodefensa para frenar a los talamontes que operan en la región –con la venia de las autoridades, y el respaldo de células delincuenciales–, las amenazas contra el líder comunero arrecian. El gobierno ignora la solicitud de protección efectuada por los comuneros. Luego de una semana de secuestro, el 23 de mayo de 2012 Juan Sebastián fue encontrado sin vida, con quemaduras y en avanzado estado de descomposición. El crimen sigue impune. 

Ismael Solorio. Dirigente de la organización El Barzón en Chihuahua. Integrante de un grupo de ejidatarios y barzonistas en defensa del agua en el ejido Benito Juárez, recurso explotado de manera ilícita por la minera canadiense Mag Silver. El gobierno, conocedor de dicho conflicto, premeditadamente resolvió no intervenir, alentando el usufructo irregular de mantos acuíferos y pozos. El 22 de octubre del presente año, un comando armado emboscó, levantó y ejecutó a Ismael Solorio y a su esposa Manuela Martha Solís. Los cadáveres fueron encontrados en el municipio de Cuauhtémoc en Chihuahua. El doble crimen sigue impune.

jueves, 8 de noviembre de 2012

La receta neoliberal para México: aumentar impuestos y limitar derechos.

El estar viviendo una época de crisis coyuntural y estructural nos obliga a dejar de pensar que con algunas reformas al estado liberal contemporáneo se resuelve el problema. La decadencia de la hegemonía estadounidense representa el fin de una época -que arrancó después de la segunda guerra mundial- como consecuencia del agotamiento de un sistema económico que surgió en el siglo XVI y que, a lo largo de los últimos quinientos años, ha provocado el crecimiento espectacular de la producción y el consumo de bienes pero también la degradación de la naturaleza y la humanidad enteras.

Una de las creaciones más importantes en este proceso secular -también conocido como capitalismo- fue sin duda la creación del estado liberal, provocado en parte por la revolución francesa que mandó a las monarquías al baúl de los recuerdos para inaugurar la democracia representativa. Sin embargo, la discusión con respecto a la formación de un nuevo régimen político que sirviera de soporte al capitalismo viene desde antes de la toma de la Bastilla.

Para Tomás Hobbes, el estado se justifica y se legitima por su eficacia para evitar la guerra de todos contra todos -que es la constante en el estado de naturaleza- lo que impide el disfrute de la propiedad. En cambio para John Locke, el estado está para garantizar el disfrute de los derechos naturales, a los cuales el ciudadano no puede renunciar, garantizando la tolerancia religiosa y la libertad para poseer propiedades sin la intervención estatal. Ambos coinciden en reconocer que el estado está obligado a mantener condiciones mínimas para el libre desarrollo de la sociedad.

Posteriormente, el pensador utilitarista Jeremías Bentahm iría más allá, afirmando que la misión del estado es realizar acciones útiles para la sociedad, abriendo el camino para la intervención del estado en la economía, sin reñir con el credo liberal clásico enarbolado por Hobbes y Locke, que limitaba al estado a ser un simple guardián del orden. Las ideas de éstos son hasta hoy el sustento del estado liberal tradicional -hoy llamado neoliberal- mientras que las del utilitarismo de Bentahm representan sin duda un antecedente central en la conformación del estado de bienestar.

En nuestros días, la decadencia del estado liberal y del liberalismo como ideología puede verse en México sin necesidad de realizar sesudos estudios. Por un lado no consigue contener el aumento de la violencia social -lo que afecta sin duda la confianza para invertir y abrir un negocio en buena parte del territorio nacional, razón de ser de la economía capitalista. Pero además, de cara al enorme crecimiento de las demandas de la sociedad, el estado mexicano se muestra incapaz de atenderlas. El derecho al trabajo, por ejemplo, está cada vez más debilitado y hoy enfrenta una reforma laboral que de un plumazo se propone cancelar prestaciones ganadas a pulso por movilizaciones de trabajadores, muchas veces reprimidas brutalmente. Todo con el falaz argumento de que lo importante es aumentar las inversiones para recuperar el crecimiento económico y crear más empleos.

Al mismo tiempo la destrucción paulatina del estado de bienestar ha cancelado la posibilidad de distribuir la riqueza de manera eficaz, para evitar que la brecha entre pobres y ricos aumente. El estado neoliberal, creado para sostener un nuevo modelo de desarrollo, ha generado una serie de políticas que han empobrecido a la mayoría de la población, en su afán ciego por favorecer a los dueños del dinero. La paradoja radica en que hoy el gobierno federal y los gobiernos estatales disponen de un volumen de recursos que nunca soñaron tener hace tan sólo veinte años; y al mismo tiempo gritan a diestra y siniestra, para responder a las demandas de la población, que no hay dinero,  amagando con aumentar impuestos siguiendo los dictados de los organismos internacionales como la Organización para la Cooperación y el Desarrollo (OCDE). Su flamante secretario ejecutivo, José Ángel Gurría, recomendó a México homologar el impuesto al valor agregado (IVA) en todo el país al 19%, sin concesiones  ni excepciones, argumentando que la tendencia mundial apunta a reducir impuestos al trabajo, a las inversiones y aumentarlos al consumo.

Sometidos a la lógica del capital, la burocracia corporativa internacional propone como solución a la crisis mundial liberar del pago de impuestos a los grandes empresarios para aumentar la inversión, y pasarle el costo fiscal a los habitantes que sólo pueden dedicarse a trabajar para consumir lo básico para sobrevivir. No importa si esto significa mayores niveles de violencia social, aumento de la desigualdad y marginación. Frente al problema de la baja recaudación fiscal en México (según el lacayo Gurría, México es el país que menos recauda en el mundo) lo que sugiere es aumentar impuestos a la población en general. Pero lo que no dice es que la razón de la baja recaudación tiene que ver con los altos niveles de corrupción e impunidad, mecanismos básicos para el enriquecimiento de unos cuantos y sostén del modelo económico en curso.

Por todo lo anterior, hay que empezar a pensar en otras formas de organización para evitar que la muerte del estado liberal nos arrastre al fondo del pozo. La libertad, proclamada como el principio superior de la humanidad y sostén ideológico del estado liberal está cada vez más debilitado precisamente por la pérdida de la posibilidad de vivir una vida digna –pérdida alentada por el estado que nació, siglos atrás, con la misión de defenderla. Vivir hoy en un estado liberal es vivir la tragedia de la criminalización de la sociedad, de la pérdida sistemática de las libertades básicas, del robo legalizado y el aumento de impuestos. Al final de sus días el estado liberal se muerde la cola, renegando de los principios que en otros tiempos le dieron cierto nivel de legitimidad y prestigio. Al final lo importante es aumentar los márgenes de ganancia de los poderosos aunque esto signifique derrumbar sus propias creaciones.

lunes, 5 de noviembre de 2012

Máscara el rostro y máscara la sonrisa

Extraña calma la que envuelve al país tras la parafernalia electoral, tras la mascarada de la modernidad democrática mexicana, atestada de inverosímiles representaciones, disimulos vulgares, pifias cándidas e infantiles. Antiguamente el poder en México se valía de avispados actores e histriones, formados en escuela de avanzada, una suerte de avant garde en materia de simulación política. Pero esta escuela pereció. Y con ella cualquier resabio de legitimidad gubernativa. Sin más prenda que la oficialidad protocolaria –o la reverencia mediática–, el poder constituido luce desguarnecido, expuesto tal cual es: residual e inútil. Poder irrenunciablemente autorreferencial. Condenado a la medianía de una nomenclatura estulta. Gobierno de “eunucos”, advertía Porfirio Muñoz Ledo. Mediocridad rampante en los pasillos del poder… Pero, más allá de este atribulado sosiego poselectoral-transicional, o de la estabilidad de la ordinariez, la impunidad, o de la serenidad sepulcral de las fosas comunes, o del orden que impone una dieta de hambre, horror y podredumbre existencial, nada cambia sustantivamente en el país: México no cesa de vivir en vilo, en el borde de un desfiladero, empobrecido, flagelado, ensangrentado. La calma que envuelve al país es tan sólo relativa: es la trágica tranquilidad de los modernismos democráticos: estabilidad política a base de culatazos, guerra, simulacros. Es la calma de las clases dominantes; el infierno de las clases desposeídas. (“En cierto modo, la derecha tiene razón cuando se identifica a sí misma con la tranquilidad y el orden: es el orden, en efecto, de la cotidiana humillación de las mayorías, pero orden al fin: la tranquilidad de que la injusticia siga siendo injusta y el hambre hambrienta” –Eduardo Galeano). 

Se escucha hablar de transiciones tersas, de alternancias asidas a la inviolabilidad del orden jurídico. Pero esta tersura transicional es sintomática de cuán desvalorizada está la institucionalidad dominante (que no hegemónica). No pocos descreen de la autoridad formal, de los poderes establecidos. La traición es previsible con anterioridad a cualquier ejercicio cívico-político. La ingravidez indiferente es la norma ciudadana; la nula capacidad de movilización emocional, la norma del poder. Ficción jurídica, ficción política: circo sin pan, y circo nada más. Todo pende de la inercia y el autoengaño. “Máscara el rostro y máscara la sonrisa” (Octavio Paz). En este universo de entelequias e ilusiones sólo una cosa resulta cierta, inexorable: “la perpetuación del actual orden de cosas es la perpetuación del crimen” (Eduardo Galeano). Y como bien observa Walter Benjamin: en este orden de cosas “ni siquiera los muertos estarán a salvo del enemigo, si éste vence. Y este enemigo no ha dejado de vencer”. 

Realidad nacional que conduce a contemplar una revisión del mito fundacional del valle de Anáhuac. En el México pretérito y contemporáneo, ¿no es la serpiente la que devora al águila? ¿No es el “extraño enemigo” el que insistentemente osa “profanar con su planta” nuestro suelo? La teoría social dicta que las instituciones son resultado de las estructuras, y las estructuras son resultado de la luchas. Si tal axioma fuere cierto, sólo cabría reconocer, sin subterfugios expiatorios, que las instituciones que nos rigen son resultado de la supremacía de la tiranía y el aniquilamiento endémico, eterno, de un pueblo y sus demandas, resistencias y luchas. 

“Máscara el rostro y máscara la sonrisa”. La extraña calma que envuelve al país –tranquilidad de cementerio y terror afónico– es la expresión de un pueblo atrincherado e inerme, en condición de ostracismo en su propio suelo patrio. Pero este pueblo, “detrás de sus mil máscaras, auténtico” (Jodorowsky), reanudará, más temprano que tarde, el vuelo redimido del águila.

jueves, 1 de noviembre de 2012

Democracia exige divorcio necesario a partidos políticos: alega que obstaculizan su desarrollo emocional porque ahoga sus sueños.


El enorme desprestigio del que gozan los partidos políticos ha sido visto como un problema técnico y no como un agotamiento de la democracia liberal y sus jugadores estrella. Por eso se insiste en mejorar la legislación para que los partidos respeten la democracia interna y los derechos de sus afiliados. Se hacen llamados a la honestidad y se elaboran códigos de ética con la ilusión de que las burocracias partidistas recuperen el camino perdido. Pero si la democracia liberal ha demostrado su verdadera naturaleza los partidos nada pueden hacer para mejorar su imagen o su capacidad de movilización. Para que la democracia liberal deje de serlo deberá divorciarse de los partidos políticos y empezar a imaginarse más allá de ellos.

En esta discusión con respecto a la relación (¿marital?) entre la democracia y los partidos políticos, algunos estudiosos sugieren que sus transformaciones obedecen  a una  evidente  cambio de la misión de los partidos, pero sin negar su estrecha relación con la democracia; otros a la necesidad de separar ambos conceptos, evitando asumir como dogma que no hay democracia sin partidos -que de acuerdo a David Hume, uno de los pilares del liberalismo político, son un mal necesario, gracias a la naturaleza del hombre. En todo caso son un mal necesario para el estado liberal ya que eventualmente el voto universal ha resultado, a veces, contraproducente con los intereses de sus creadores. En general las elecciones confirman los candidatos elegidos por unos cuantos pero para el liberalismo la tiranía de las mayorías aplasta la libertad individual y por ende la democracia debe ser ‘administrada’. para que sirva como propaganda y no como trampolín para los habitantes comunes y corrientes de la república.

La crisis de los partidos, o mejor dicho, el cambio de su misión en el sistema político -sostenido por la definición liberal de la democracia como un procedimiento para renovar la representación política- pasó a segundo término con el triunfo electoral de Fox, momento al que muchos reconocieron como el arribo a buen puerto de las negociaciones emprendidas por los dueños de los partidos en 1996. Ese particular club de accionistas del estado (poseen acciones que les dan poder de veto en la toma de decisiones políticas, si no absoluto nada desdeñable) ya había dado muestras de tener un acuerdo sólido, disciplinado, al margen de veleidades individualistas, para sacar adelante el ‘modelo de desarrollo’. 

El voto neo-corporativo ya operaba en el Congreso de la Unión cuando se materializó la traición que el gobierno federal, con Ernesto Zedillo a la cabeza, le asestó a los Acuerdos de San Andrés Sakamch’en firmados con el EZLN en los albores de 1996. La votación unánime en el Senado motivó en su momento unas líneas del sup Marcos, que describen el grado del acuerdo entre la partido(buro)cracia. Cito de memoria: el sup mencionaba que el ingeniero Cárdenas le había explicado a su hijo Lázaro, senador por Michoacán, que recordase a quienes representaba cuando tuviese que votar a favor de la infame ley impulsada por Manuel Bartlett y Diego Fernández. Sobra decir que el nieto del general Cárdenas se alineó sin hacer gestos; y más sobra decir que el otrora líder moral del PRD desmintió al día siguiente –escribió una carta o algo así- negando haberle dicho a su hijo como votar.

Como bien nos recuerda el tecleador del Astillero, “Aquella deleznable traición ensanchó de manera peligrosa la distancia entre los políticos y los ciudadanos y preparó el clima de polarización social que hemos venido padeciendo desde hace más de una década.”(La Jornada-291012) Ésa distancia entre gobernantes y gobernados frecuentemente es vista como consecuencia de que los partidos no realizan más funciones para desarrollar la democracia; que es un problema técnico y no estructural. Y por ende no se cuestiona de manera crítica la relación entre democracia liberal y partidos. 

Vistos los partidos como instituciones sería difícil negar que entre sus prioridades estuviera la permanencia, la superviviencia, al costo que sea necesario. Si este costo exige dejar de gestionar demandas ciudadanas, de servir de puente entre la ciudadanía y el estado, para convertirse en un gestor de demandas… del estado, habrá que pagarlo. Ya no es la ciudadanía la que se defiende del estado o gestiona con él; es el estado el que, con la ayuda de los partidos, se defiende de la ciudadanía para imponer acuerdos con transnacionales y otros gobiernos. El partido cártel es el partido contemporáneo por excelencia (conjunto de organizaciones criminales que se reparten territorios con pactos de no agresión) y eso confunde pues se insiste en que los partidos son la pieza clave de la democracia liberal.

Y claro que lo son pero no precisamente para ampliar los canales de comunicación sino para cerrarlos, para contener las demandas populares o alimentarlas de manera virtual para ganar elecciones. La construcción del estado liberal no puede prescindir de los partidos para filtrar las demandas sociales y la manera en la que los partidos se han adaptado al proceso resulta muy ilustrativo de los cambios que ha experimentado la relación entre partidos y democracia a lo largo del siglo XX.

El partido de masas revolucionó las identidades, la forma de organización y las acciones políticas, y marcó para siempre la forma en que vemos hoy a los partidos políticos.  Es el partido clásico que, sin dejar de buscar el poder, le apuesta sobre todo al trabajo político fuera de la temporada de campañas y elecciones. Es un partido de tiempo completo, un guerrero cultural, de acuerdo con Gramsci, que pone el acento en la construcción de una contrahegemonía como el mejor camino a la emancipación de la humanidad. Ése partido ya no existe en la realidad aunque podrían existir excepciones… que confirmarían la regla.

Una vez culminada la segunda guerra mundial, los partidos empezaron a preocuparse por los votos y a la par de vivir su época de oro. Poco a poco el partido debilita su función ideológica y se vuelve a la mercadotencia política como instrumento clave en la cacería de votantes. Los partidos se definen entonces como ‘atrapa todo’, procurando ganar elecciones con un discurso anodino pero con un rostro fresco, atractivo y con frases de ocasión. En México, hoy más que nunca priva la lógica del mercado en la política con el agregado de que debido a ello las empresas televisoras han cobrado un enorme protagonismo, ahogando con toneladas de información cualquier disidencia y adjudicándose muchas veces el rol de fiel de la balanza.

El partido cártel entonces no es más que una herencia del partido ‘atrapa todo’: no sólo mantiene en uso las técnicas de mercado como eje de sus campañas sino que además se alía con las televisoras para aumentar su capacidad de persuasión. Además, como señalaba antes, ahora están asociados con los gobiernos, en un amasiato que los une para aplicar las recetas económicas exigidas por los grandes capitales hasta la ignominia. Ganan minorías mayoritarias en elecciones con fraudes sistemáticos y descarados;  luego se dedican a imponer a rajatabla las medidas necesarias para aplastar a esas mayorías que dicen representar; y finalmente se reparten las jugosas comisiones para financiar ilegalmente sus próximos fraudes/campañas. 

Por lo anterior, bien se podría afirmarse que los partidos son un peligro para la democracia. Que a la democracia le serviría bastante promover un divorcio necesario, que no cancelaría sus relaciones con los partidos pero abriría una sana distancia. Que se impone la necesidad de  mirar más allá de los partidos para superar la democracia liberal, para concebir una democracia a-liberal y no sólo pos-liberal. Mirar más allá significa mirar para atrás y para adelante desde donde estamos parados hoy. Significa asumir que el liberalismo no puede ser borrado de un plumazo y que sólo a través de su crítica podremos construir otros mundos que den cabida a muchos mundos. 

La crítica a la relación entre democracia liberal y partidos políticos cobra sentido en ésa búsqueda, que se funda en la certeza de que la primera ha agotado su ciclo histórico y los segundos son simplemente el reflejo de tal decadencia. El divorcio es necesario para que la democracia cobre un nuevo sentido, vuelva a recoger los sueños de millones y deje de ser rehén ideológico de unos cuantos. ¿Será que los partidos políticos y sus accionistas estarán de acuerdo?