jueves, 31 de mayo de 2012

Las contribuciones del #132 a la crítica de la farsa electoral. (1 de 3)

Parece existir un consenso con respecto al estímulo que representa para el proceso electoral en curso el movimiento #132. Algunos destacan el hecho de que l@s estudiantes han puesto en práctica una dinámica inédita en la historia de las campañas mexicanas, que combina los rasgos de un movimiento antisistémico pos ’94, con la posibilidad de producir información alternativa al duopolio por medio de las ciber-redes sociales. Otros simplemente nos tratan de convencer de que el movimiento estudiantil no cambiará nada en las preferencias santificadas por las ‘encuestas’.

El desprecio que manifiestan los adversarios del #132 por sus ataques a Peña Nieto no es otra cosa que el origen del movimiento estudiantil. Tal reacción -después de la desafortunada visita del ‘candidatazo’ a la Universidad Iberoamericana el 11 de mayo- fue el agravio sobre el que se empezó a construir la protesta estudiantil: su protesta por ser tildados de acarreados y porros, de practicar, irónicamente, las viejas prácticas del PRI. A este agravio habría que agregar otros como el calificativo de ‘ninis’, amplificado por la opinión pública, incluso para culparlos de la situación económica y también de la (in) seguridad pública, como si no fuera suficiente estigmatizarlos por no trabajar y no estudiar cuando el país se está cayendo a  pedazos.

El ‘niño verde’ nos hizo el favor de establecer el vínculo de los agravios de políticos, intelectuales, funcionarios y el que se apunte, en contra de la juventud cuando afirma sin tapujos: “Creo que es hora de que estos ‘ninis’ hagan algo por el país. Que hagan algo productivo para ellos. Que se dediquen a trabajar” en clara referencia al #132. Jorge Emilio González se distingue por su cinismo y no extraña a nadie que muestre con tanta elegancia su desprecio por el movimiento estudiantil y su carácter ético.

Porque un rasgo esencial del #132 es precisamente su atención en la ética como revulsivo para enderezar la crítica a la farsa electoral. Un elemento de identidad que ha congregado a los #132 es su acento en los principios, al grado de que elaboraron un código de ética con tres principios básicos: el apartidismo, el pacifismo y el respeto a los espacios públicos. El proponerse hacer política fuera de los partidos -a pesar de la coyuntura electoral o tal vez por eso- es una táctica antisistémica inaugurada por los neozapatistas en Chiapas como columna central de lo que distingo como contrapolítica. La renuncia a la estrategia de los ‘dos pasos’ -típica de la socialdemocracia desde inicios del siglo XX- que establece como canon para la acción política: primero la toma del poder, para después cambiar el mundo, es clave para distinguir la naturaleza y el carácter de un movimiento. El pacifismo me parece un reflejo evidente de la situación de violencia generalizada que se vive en México y del compromiso ético del #132 por la paz. Por último, el no afectar las calles con manifestaciones resulta una muestra del respeto a los espacios públicos en un contexto en que es común la invasión sistemática y la privatización de éstos.

Los que pensamos que el #132 prefigura un movimiento antisistémico con posibilidades de condicionar, que no determinar, la coyuntura electoral y eventualmente enriquecer la cultura de la política, sostenemos también que mas allá de los votos que logre desviar de la fórmula priísta ha redefinido la discusión en plena campaña, poniendo el acento en el poder de los dueños del dinero para manipular elecciones a placer y salirse con la suya, particularmente de las televisoras. Asimismo queda claro que la juventud universitaria, frente al hartazgo del espectáculo electoral, se han propuesto participar en él pero de manera activa, creativa y crítica. Y eso me parece una contribución muy alentadora.

martes, 29 de mayo de 2012

Estrategia equivocada

Continuamente hemos afirmado desde este espacio que la presunta guerra contra el narcotráfico carecía de estrategia alguna, dato que ha sido confirmado por uno de los militares con más alto rango en el país. En un acto de la Fundación Colosio, a pregunta expresa sobre la necesidad de revisar la estrategia de seguridad empleada en el sexenio de Calderón, el general Tomás Ángeles Dauahare afirmaba que el gobierno federal carecía de la misma: no existe siquiera la elaboración de un diagnóstico previo a la incursión del sector militar en la vida pública del país, y por tanto no existen líneas de acción trazadas en este sentido.

El general, junto con otros tres militares de alto rango, fue aprehendido la semana pasada acusado de presuntos nexos con el crimen organizado. La investigación, como suele ocurrir con la justicia mexicana, se ha visto empañada por maniobras políticas, declaraciones contradictorias y la sospecha de que las órdenes de arraigo tienen más que ver con jugarretas políticas y grillas dentro del Ejército mexicano y la Secretaría de la Defensa Nacional que con las acciones mismas de los militares ahora detenidos.

Más allá de todo ello, lo verdaderamente interesante es que sale a la luz pública la completa negligencia por parte del Estado mexicano al emprender una guerra sin ton ni son, sin objetivos delimitados, sin conocer la situación a fondo, y simplemente enviando al Ejército a las calles a ver qué pasaba. 60 mil muertos, fue lo que pasó.

A la Sedena y a la oficina de la Presidencia de la República le han sido solicitados, a través de los órganos de acceso a la información, toda la documentación referida a la planeación de una estrategia integral (que Calderón ha presumido a los cuatro vientos desde el inicio de su mandato) en contra del crimen organizado. La respuesta por parte de las instituciones ha sido francamente estúpida.

“Después de haber efectuado una búsqueda exhaustiva en los archivos del Estado Mayor de la Defensa Nacional, no se localizó documento alguno que contenga la información solicitada, razón por la cual se declara su inexistencia“, señalaba la Sedena. La oficina de la Presidencia le superó, enviando un archivo con 17 enlaces de Internet con fragmentos de informes de gobierno de Calderón.

Aunado a esto, el ahora ex gobernador de Michoacán afirma también que la entrada del Ejército a dicho estado en diciembre de 2006, lo que diera punto de partida a la guerra y a la militarización del país, no fue respuesta a una solicitud del gobierno estatal, cómo en su momento fuera sostenido por la administración federal.

A la luz de esta información, no queda más que corroborar lo que hemos afirmado: la única estrategia que ha existido en el presente sexenio ha sido dejar que la agenda de seguridad de otra nación se impusiese sobre la propia. Se ha seguido al pie de la letra la “estrategia” de combate al narcotráfico y al crimen organizado dictada desde Washington, la industria armamentística estadounidense ha hecho su agosto en nuestro país y se ha consentido la franca militarización de nuestro territorio, y no solamente con fuerzas nacionales.

Las causas del problema del narcotráfico son claras: una política prohibicionista de drogas en los Estados Unidos y en nuestro país cuyo único logro es convertir al narcotráfico en un negocio lucrativo a más no poder; un sistema económico que ha obligado a miles de personas a buscar ingresos fuera de la ley; un ineficiente (o inexistente) control sobre el tráfico de armas de fuego, ante el gran poder que ejerce el capital armamentista norteamericano sobre quiénes están encargados de realizar dicho control. La guerra contra el narcotráfico no combate ninguna de estas causas de manera directa, por lo tanto resulta absurdo pensar que se constituya en una solución al problema.

Lo más grave del asunto: el tema ha sido dejado a un lado durante el presente proceso electoral. Es urgente que se retire al Ejército de las labores policiacas que la ha conferido el gobierno de Calderón, y este debe ser el tema central de las elecciones federales que se avecinan. Es urgente que se cree una verdadera estrategia que combata el problema desde donde se debe combatir: como un asunto de salud pública y no uno de seguridad nacional. En caso contrario, corremos el riesgo de seguir por el mismo camino.

viernes, 25 de mayo de 2012

AMLO vs. EPN

La contienda comicial se acerca a la etapa final. El auditorio ciudadano sigue con indignación las bochornosas peripecias manipulativas de comunicadores e intelectuales afiliados al Tlacatecuhtli en turno (vía nómina o prebendas metaconstitucionales). Llama la atención la desesperación que ronda en los pasillos del carcomido edificio PRIcámbrico. Dignatarios de tricolor linaje, otrora reverenciados por su presunto estoicismo, ascienden al ring ahora en condición de rudos, desprovistos de todo escrúpulo, pretensión de ecuanimidad o máscara con ínfulas de heroicidad. Exhibidos tal como son, arrastrados a un striptease involuntario, confinados en el recurso de la estadística adulterada, reducidos a esa animalidad que retrata Luis Buñuel en El secreto encanto de la burguesía, las huestes priistas e ideólogos secuaces se enfrascan en una campaña sucia que abarca una amplia gama de disparates, simulaciones y subterfugios deshonrosos. Estrategia que bastó en 2006 para amarrar el cuestionable triunfo del panismo militarista que propició el ensangrentamiento del suelo nacional. Sin embargo, en esta nueva edición comicial, la votación se les escapa de las manos. El “Yellow Submarine” (PRD) cada vez suma más prosélitos a la causa del “cambio verdadero” (slogan eficaz aunque pedestre) ya sea por convencimiento, pragmatismo, o repudio al nuevo “rostro” de la (contra) Revolución Institucional. 

La sociedad en México, incluidos estratos medios tradicionalmente acomodaticios, encontró nuevos espacios (Internet) para expresar un hastío acumulado durante décadas, exacerbado por la reciente instrumentación de una guerra con objetivos inconfesables (“No creo que la guerra contra las drogas es un fracaso, tiene un propósito diferente al anunciado” –N. Chomsky), abriendo un boquete en el cerco informativo tendido por el duopolio televisivo y la prensa escrita chayotera (sobresale el caso de la OEM que preside Mario Vázquez Raña). En internet, espacio acaso menos coartado por la censura, el aspirante puntero, con amplio margen, es AMLO. En las redes sociales se confirma que la lucha por la presidencia tan sólo tiene dos candidatos reales: AMLO y EPN (aunque este último con poca o nula aceptación tangible). El hipster neoliberal, Gabriel Quadri Gordillo, brilla por su ausencia. El caballo de Troya con falda blanquiazul, Josefina Vázquez Mota, no convence ni a sus correligionarios con las incoherencias de su discurso (no sabemos si se trata de adivinanzas): “Lo mismo pero diferente”; “Renovar sin claudicar”; “Voy a ser una presidenta con falda pero con muchos pantalones [¡olé macho!]”. 

 Pero la prensa oficialista sigue aferrada a su último recurso: a saber, la simulación, la mentira. En no pocos medios se leen aserciones inverosímiles como las siguientes: “Vázquez Mota y López Obrador se disputan, de forma cada vez más cerrada, el segundo lugar de la contienda”; “Todas las encuestas ponen en primer lugar al candidato del PRI mientras que la pugna sigue siendo por el segundo lugar (¡sic!)”. 

El sub-Marcos escribe: “Mentir en grande y hacerlo impunemente, eso es el Poder… Mentiras gigantes que incluyen acólitos y feligreses que les den validez, certeza, estatus”. En el proceso electoral en curso, el Poder actúa en cuanto Poder: miente, y procura eludir los costos de la mentira. La prensa actúa en cuanto prensa: ennoblece las “mentiras gigantes” revistiéndolas con solemnes apologías. 

 Al priismo le salió un absceso cancerígeno: se llama AMLO. El PAN fue más bien un reconstituyente temporal para una mal terminal, una especie de jarabe para una neumonía, nunca una alternancia. La desesperación que reina en los círculos del poder político cupular es comprensible: el 1º de julio se juegan su continuidad frente a un rival con un apoyo social visiblemente mayoritario. 

Que el próximo julio no se efectúe otro fraude dependerá de la movilización ciudadana, no de las instituciones. “Que la injusticia no sea la última palabra” (Horkheimer).

Corte de caja


Ni los chamanes que ofrecen "limpias" en el Zócalo ni los "analistas" de Televisa y el grupo Milenio, ni los santos varones del laicismo que siguen a Walter Mercado “con mucho, mucho… ¡amor!”, imaginaron, siquiera, el insólito giro político que el país vivió en un mes que aún no termina. Veamos:

 Domingo 6. Tras el debate de los cuatro aspirantes a la Presidencia, los jóvenes conocieron mejor al único candidato que se mostró reacio a la logomaquia (discusión en la que se atiende a las palabras, y no al fondo del asunto). 

Jueves 10. En el Día de las Madres, un "viejo" Paul McCartney desencadenó en el Zócalo la emoción y felicidad de tres generaciones: “All my loving…” El ex beatle rugió: "¡Viva México, cabrones!" 

Viernes 11. El candidato Enrique Peña Nieto es repudiado por estudiantes de la Ibero. 

Martes 15. Muere Carlos Fuentes, y un modo de entender el siglo XX se fue con él. A mediados de enero, entrevistado por Carmen Aristegui, el escritor había calificado negativamente a los candidatos. Sin embargo, sólo uno le hizo levantar las manos con preocupación: Peña Nieto. 

Jueves 17. En misteriosa sincronía, 97 mil veracruzanos bailaron y cantaron con Willie Colón en el Festival de la Salsa de Boca del Río: “Te conozco bacalao / aunque vengas disfrazao… / beren, ben, ben / tucutun, tucutun / ten cuidado, bacalao, que te llevan arrestao…” 

 Sábado 19. Decenas de miles de jóvenes se manifestaron en la capital contra Peña Nieto y la desinformación programada de Televisa y Tv Azteca. Al día siguiente, más de 50 mil en todo el país levantaron la imagen de Andrés Manuel López Obrador. 

A diferencia del épico y luctuoso 1968 (o de las revueltas de Túnez, Egipto, España y Alemania), el clima político de la "primavera" mexicana empieza a ser más coherente y suscitador: existe un líder de masas, con un proyecto viable de país. 

Por consiguiente, crece entre los jóvenes la sensación de que no todos los políticos "son iguales". Pues esta idea, sospechan, fue instalada por los que, justamente, heredaron las obsesiones de Artemio Cruz: la del político de origen humilde que participó en la revolución y luego se fue degradando moralmente hasta convertirse en un magnate del capitalismo. 

No es novedad la mala prensa que padecen los jóvenes. En 1968 fue igual y así es hoy, cuando muchos de aquellos "líderes" e "intelectuales" los estigmatizan sin piedad, en lugar de emplear su "cultura" para recordarles los versos de Schiller: "Dígale usted / cuando sea hombre / respete los sueños de su juventud".

¿Cómo demandar de los jóvenes "moderación" si en cualquier clase y condición social nada hay más terrible que su desconcierto, soledad y confusión? El sistema, a más de negarlos, los ve como delincuentes potenciales o "factor de riesgo". 

El chileno Martín Hopenhayn, investigador del drama, es contundente: "El discurso de la seguridad ciudadana permea tan fuerte, que en muchos países la gente dice: el mayor problema de la sociedad es la seguridad, y lo vincula a ese grupo de riesgo que es la juventud" (Página 12, Buenos Aires, 2/1/12). 

En Argentina, Chile y ahora en nuestro país, los jóvenes vuelven a tallar su futuro. ¿Qué no tienen poder? Quién sabe... Con las nuevas tecnologías de comunicación (que a un tiempo les dan independencia y dependencia), nos están advirtiendo acerca de los axiomas catastróficos que les hemos ofrecido. 

Es simple entender por qué un joven consciente tiende a dudar del adulto. ¿Cuántos años nos llevó reconocer (y siempre que lo reconozcamos) que no hay respuesta para todo? Y, por otro lado, tenemos el extraño lenguaje de los políticos al uso, que lejos de revelar las injusticias y las desigualdades se revelan como ejercicios de oportunismo y amoralidades pactadas. 

Los "expertos" que en 2000 dijeron que el camino de México era el "voto útil", la "alternancia", la "transición", se encuentran en figurillas para explicarnos la aparición de cientos de jóvenes de 14 y 15 años expertos en el manejo de armas modernas, y en motosierras que usan para destazar seres humanos en vivo. 

Porque fueron ellos, los "expertos" que desacreditaron y bastardearon nuestro legado político y cultural como "superado", "populista" y "dogmático", los que durante 30 años exaltaron el nacionalismo español, yanqui y chileno como referentes de "civilización", "modernidad", "progreso". 

¿Cómo haremos, entonces, para evitar que México continúe siendo un chapoteadero de sangre, con vísceras humanas expuestas a los ojos de los niños, osario de fosas comunes, morgues rebosantes de cuerpos mutilados y feminicidios a granel en una "guerra", donde con excepción de gringos y amanuenses criollos, nadie sabe quién es quién? 

La política puede hacer algo. Y cuando digo "política", no digo más que la prevista en la Constitución de la República: con un presidente que la valore por sobre los intereses de las corporaciones económicas, y que en su calidad de comandante en jefe ponga punto final a la doctrina de "seguridad" en curso, impuesta por Estados Unidos.

lunes, 21 de mayo de 2012

Banqueros, gobiernos y candidatos

La semana pesada tuvo lugar la 75ª Convención Bancaria, con el tema Estabilidad política y financiera en México. Los principales banqueros y empresarios que operan en el país tuvieron a bien escuchar a Calderón mientras este recitaba sin cesar los supuestos logros obtenidos en materia financiera durante su sexenio. Parecía que entregaba un detallado reporte de actividades a sus empleadores.

En 1994, los asistentes a la Convención estallaban en aplausos ante el último discurso que pronunciaría en la misma Carlos Salinas como Presidente de la República. Banqueros nacionales y extranjeros se mostraban encantados tras un sexenio en el que vieron sus bolsillos repletos gracias a la política económica de crecimiento dictada desde Los Pinos.

Un supuesto crecimiento que iba de la mano con la entrega de los bancos al capital privado nuevamente, con la firma de un Tratado de Libre Comercio a todas luces desigual entre nuestro país y los Estados Unidos y Canadá, con la represión de un movimiento que amenazaba con la paz y tranquilidad. Pero sobre todo, un crecimiento económico aparejado con la perspectiva de nuevos y rentables negocios, ante una apertura comercial y financiera que sólo podía significar que lo mejor estaba por venir.

A partir de entonces, todas y cada una de las administraciones que ha tenido este país han repetido el mismo discurso y las mismas políticas, de tal manera que aún en tiempos de crisis México sigue siendo un paraíso para el sector bancario.

La autonomía del Banco de México (que en un sentido práctico y funcional se trata de la privatización del mismo), los famosos procesos de desregularización y liberalización financiera, la completa discrecionalidad con la que cuenta el sector bancario para cobrar las comisiones que quiere y la franca irresponsabilidad en el aumento irrestricto del crédito que se otorga, han permitido a la vez el enriquecimiento brutal de los privilegiados dueños del sector bancario, así como una endeble economía que se ve condenada al eventual fracaso de un sistema que no puede respaldar sus ganancias en el terreno de la economía real.

El caso de España es, quizá, el más ilustrativo en este sentido. El endeudamiento privado, es decir, por parte de familias, alcanza niveles descomunales, por encima del 200% del PIB español. Dicho endeudamiento surge, sin duda alguna, motivado en gran parte por hábitos de consumo irresponsables. El problema es que dichos hábitos no son para el sector bancario sino una oportunidad dorada de hacer negocios. A la larga, la economía española en su conjunto se encuentra consumiendo algo que no se paga y produciendo algo que no se compra. El resultado, banqueros ricos y una tasa de desocupación del 25%.

“A diferencia de lo que nos pasaba en crisis anteriores, de lo que pasa en muchos países desarrollados, en México, el sector financiero es parte de la solución y no parte del problema”, afirmaba Calderón en su pleitesía a los banqueros. Nada más alejado de la realidad. Los sectores financiero y bancario son responsables directos de la crisis global. Si el sector financiero en México se encuentra estable relativamente y no sufriendo las consecuencias de su irresponsabilidad como lo hacen ahora en los países “desarrollados” a los que se refiere Calderón, es porque han hecho del gobierno mexicano su principal socio comercial: “reformas estructurales” a conveniencia, millonarias exenciones de impuestos, comisiones altísimas y por todo. No es casualidad que en los últimos años más de una tercera parte de las utilidades reportadas por BBVA y HSBC, dos de los gigantes bancarios, provengan orgullosamente de México.

Después del informe de labores de Calderón, los cuatro fantásticos desfilaron cuál pasarela ante los dueños del dinero. Todos y cada uno de ellos, palabras más palabras menos, prácticamente asegurando la continuidad de las políticas implementadas a la fecha. Garantizando a los banqueros que sus utilidades no están en riesgo, gane quien gane. Que seguirán gozando de la misma impunidad y con la promesa de abrir nuevos horizontes para sus inversiones. Un candidato pedía, si no es mucha molestia, que cobren un poquito menos. Pero lo que quedó claro, así gane un candidato de izquierda, de derecha o de Elba Esther, la dinámica de la relación existente entre el sector bancario y el gobierno federal no cambiará mucho, para bien de ellos y muy a nuestro pesar.

sábado, 19 de mayo de 2012

Nueva estrategia de satanización: la "intolerancia"

En el liberalismo decadente, el concepto de “tolerancia” ha cobrado una notoriedad que vale la pena escrutar. Todos los gobiernos del mundo izan la bandera de este valor. Pocos grupos de interés, partidos u organizaciones de cualquier índole enarbolan la intolerancia sin tapujos. En esta última categoría es posible identificar a neonazis, neofranquistas o yunquistas de blanquiazul pelaje. Empero, salvo algunas otras escasas excepciones que confirman la norma, el resto del mundo, occidental u oriental, se autoproclama adalid irreductible de la tolerancia. Y este es uno de los grandes éxitos de la democracia liberal: a saber, la apropiación de valores que son absolutamente ajenos a su naturaleza material e inmaterial. Así, Estados Unidos, acaso el más destructivo dominio imperial que ha conocido el hombre en su corta historia, y cuyos crímenes de odio e intolerancia tardarán años en registrarse íntegramente, presume sin ruborizarse su devoción fraudulenta hacia el precepto de la tolerancia. No obstante, la presunta universalidad de este valor preconizado en Estados Unidos es una máscara que oculta intereses particulares. 

En México, como bien dice el refrán, “no cantamos mal las rancheras”. Curiosamente, este fenómeno de tolerancia espuria constituye, en la actual coyuntura comicial, el quid de la estrategia del partido "puntero" (adviértase el entrecomillado). Formalmente, todos los ciudadanos tienen derecho a expresar su opinión siempre que tal manifestación de ideas no contravenga la ley escrita. Y si bien es cierto que los casos de represión directa son contados, cabe decir que en el periodo electoral en curso las voces discordantes han sido víctima de satanización o linchamiento mediático. 

De esta forma, todo aquel que ha resuelto manifestar reprobación se le ha endosado la etiqueta de “intolerante”. Esta estrategia –síntoma inequívoco de la desesperación que reina en los círculos del poder– comparte elementos comunes con la guerra sucia que se implementó en medios de comunicación durante las elecciones de 2006, con los resultados que todos conocemos (destaca la espiral de violencia que sobrevino al término de aquel proceso electoral). 

Véase las siguientes aseveraciones que dan fe de esta nueva campaña de odio, disfrazada de tolerancia civilizada: “El extremismo y la intolerancia… constituyen una afrenta al espíritu universitario”, o bien, “[El candidato tricolor] fue víctima de un complot de reventadores” (en alusión al episodio de la Universidad Iberoamericana); “La estrategia de la izquierda… es la de buscar la agresión y provocar al partido”; “[Los simpatizantes de López Obrador] son el único síntoma de fascismo que hay en México”; “Diga usted, ciudadano López Obrador, a sus enjundiosos partidarios que dejen de ladrar, porque acaban logrando solo que otros ladren como ellos”. 

Esta andanada de juicios viscerales remite a esa condición ideológica afín a la tolerancia que predica la democracia liberal, a saber: Todos son libres de elegir y opinar, siempre que elijan y opinen conforme a los criterios que convienen al poder. Y esto desemboca en la lógica que actualmente reina en el ámbito de la “opiniomanía”: Todas las acciones del candidato "puntero" son justificables, o bien, cuestión de táctica; mientras que todo acto proveniente de la oposición es condenable, censurable, reprochable. 

Esto explica el acento de la consigna mercadológica que ha puesto en circulación la maquinaria del partido tricolor: “Tanta gente no puede estar equivocada”. Una vez más, véase como esta presunta universalidad, que aventuradamente iza la bandera de la tolerancia, constituye un antifaz que esconde intereses irrenunciablemente particulares. 

En la democracia electoral, la “tolerancia” opera como un gesto formal de condescendencia.

jueves, 17 de mayo de 2012

La educación no es la solución a los problemas de México


En medio de una ofensiva orquestada desde Los Pinos y alentada por los dueños del dinero en contra de los maestros y de la educación pública, no tengo más remedio que explicar porque no creo que la educación sea la panacea para salir del hoyo en que nos encontramos. Lejos de mi ponerme del lado de la líder vitalicia del SNTE; lo que me interesa es criticar al mito liberal por excelencia: sólo la educación hace a los ciudadanos responsables y conscientes de sus grandes responsabilidades.

A partir de la creación del estado liberal, una vez consumada la aventura napoleónica, los ideólogos de la libertad formularon el argumento de que la única manera de conceder el sufragio universal y arribar a la democracia era por medio de la educación. Sólo así, nos siguen diciendo, vamos a formar una ciudadanía responsable y a la altura de las demandas de una sociedad libre y democrática. Mientras no lleguemos a este estadio civilizado, según los emisarios liberales, el autoritarismo será la única manera de mantener el curso de la historia pues la ignorancia del pueblo sólo conduce a la tiranía.

En nuestras tierras y después de la revolución un emisario de la derecha liberal conservadora, José Vasconcelos, inició una cruzada que me recuerda las telesecundarias que hoy se instalan en poblaciones rurales,  con tecnología de punta, pero que no sirve porque en el aula no hay luz. Del mismo modo, Vasconcelos repartía libros de los clásicos griegos entre personas analfabetas, alimentando el mito de que la educación nos hará libres y dignos de pertenecer a la civilización occidental, aunque fuera por ósmosis. Hoy por hoy, la campaña de desprestigio en contra de los maestros de primaria y secundaria pregona a los cuatro vientos que mientras la educación no sea de calidad el país seguirá siendo pobre. Más aún, que ésa es la causa fundamental de nuestra situación.

Y lo dice el presidente que pertenece a un partido que por cálculo político se alió sin miramientos con la burocracia sindical priísta desde el año 2000, cuando la señora Marta revivió a la Gordillo para apuntalar el sexenio de su marido. Parece que ahora los momios han cambiado y, otra vez el presidente en turno, para mejorar su deteriorada imagen y de paso darle un empujoncito a Chepina en plena campaña electoral, se lanza en una aventura conjunta con televisoras, empresarios y la ultraderecha católica para decirnos que hoy el peligro para México son los maestros y la educación pública.

Lo que sostiene a toda esta maniobra política es el viejo mito liberal de que la educación es la clave para desarrollar un país, cuando en realidad –recordando al sociólogo francés  Pierre Bourdieu- la educación pública y privada no tienen otro objetivo que reproducir las condiciones de explotación y discriminación que caracterizan el sistema en el que vivimos. Comparto con él la idea de que, en general, la educación oficial está para esclavizar al ser humano y no para emanciparlo. En este sentido, todo este proyecto por la ‘calidad’ de la educación no es más que una directiva del Banco Mundial para reforzar a la educación como un proceso estupidizante (auto sic) que aleja al individuo de la capacidad para pensar por sí mismo y romper con los prejuicios que nos caracterizan. Lo que se pretende con ese modelito educativo es profundizar la dominación de los poderosos y evitar que países como el nuestro rompa la dinámica de la explotación y el sometimiento.

Si se asume que el estado liberal ha muerto, no queda más remedio que alejarnos de sus mitos fundacionales. Entre ellos destaca el de la educación, que hoy es principal factor para explicar desde el poder la causa de nuestra situación y ocultar las causas verdaderas del fracaso. Y si bien es cierto que ésa burocracia sindical es parte del problema, habrá que agregarle otras tanto o más importantes: la impunidad rampante, el sometimiento a las políticas yanquis como el TLCAN y el Plan Mérida, la discriminación y el racismo que sostienen el sistema económico actual. De otro modo seguiremos en las mismas.

miércoles, 16 de mayo de 2012

México, la violencia sin relato


Las cifras de la violencia vinculada al narcotráfico de México –más de 50 mil personas en los últimos cuatro años– son estremecedoras, como las imágenes que los medios de comunicación suelen divulgar. ¿Qué se esconde detrás de un fenómeno que está lacerando a una sociedad sumergida en el horror, pero que necesita seguir viviendo? El escritor Omar Genovese conversa con su colega mexicano Rafael Toriz, que advierte que no se trata de resignarse ante el espanto (eso es algo que no debemos ni podremos hacer), sino de pararnos ante él de otra manera, bajo otra perspectiva. Y el arte tiene mucho que decir.
Por Omar Genovese 

Rafael Toriz es un joven escritor y ensayista mexicano, nacido en Xalapa. Ha publicado el bestiario ilustrado Animalia y el libro de relatos Metaficciones (Editorial Punto de Partida, 2009). En 2012 publicará los tomos de ensayos Del furor y el desconsuelo y Serenata. El presente diálogo es el resultado de tres encuentros que, inicialmente, incluían la violencia en la zona de Centroamérica. Por una cuestión de espacio, y a modo de introducción al tema, nos centramos en el resultado de los indicadores estadísticos: México iguala –e incluso supera– en cultivo de opiáceas (Papaver somniferum L) para heroína a Afganistán. También corren rumores del desembarco de las mafias rusa, japonesa y china, cada una por su lado, para disputar puntos de producción de drogas. En diciembre de 2006, el gobierno de Felipe Calderón lanzó la lucha contra el narcotráfico; a casi seis años, se cuentan 50 mil muertos, casi el doble de heridos, más de 5.300 desaparecidos, y una espiral de violencia que incluye decapitaciones, filmación de ejecuciones y aberraciones de toda índole, con la proliferación de 12 carteles o “familias” perpetrando más de veinte delitos.

—¿Cuál sería el estado cotidiano que una persona enfrenta en México? Según las imágenes televisivas y las noticias gráficas, algunas ciudades viven una verdadera guerra entre bandas fuertemente armadas, abandonadas a su suerte por la total ausencia del Estado.

—Esta pregunta es delicada, puesto que para responderla México tendría que ser un todo homogéneo, una entidad compacta, cosa que no sucede ni por error. Las provincias, a partir de la caída del PRI, entraron en un proceso de feudalización que se ha visto acrecentado por el narco, el debilitamiento de la figura presidencial y la corrupción desaforada. Existe la violencia específica (secuestros, balaceras, enfrentamientos, asesinatos) en lugares precisos (Veracruz, Coahuila, Nuevo León, Sonora, Chihuahua, Tamaulipas), pero no por la ausencia de Estado sino por su presencia deficiente o en contubernio con los criminales.

A diferencia de Africa, donde no hay Estado, en México –como en buena parte de América Latina– el crimen en no pocas ocasiones es gestionado por el mismo gobierno.

Hay gente y ciudades que están más expuestos que otros. No padece el mismo nivel de inseguridad un habitante del DF que uno de Ciudad Juárez o Monterrey.

—No sólo hay muertos, sino también desaparecidos, heridos y familias destrozadas o sumidas en la mayor incertidumbre. La espiral de violencia conduce al terror y también al horror; ¿qué organizaciones de derechos humanos o estatales asisten a las víctimas?

—En octubre del año pasado, Felipe Calderón Hinojosa inauguró las nuevas oficinas de la Procuraduría Social de Atención a Víctimas de Delito (“Províctima”), y tengo conocimiento de programas de becas y apoyos para los hijos de policías y militares caídos en servicio, también provisto por el gobierno, así como el apoyo de algunas ONG. Por lo demás, el camino del infierno suele estar asfaltado de buenas intenciones.

—Hay un fenómeno en Centroamérica como secuela de las guerras intestinas, la represión generalizada y la miseria endémica, y es el de las maras. ¿Hay una réplica de esto en México?

—Más que una réplica, lo que se establece es una suerte contigüidad, tanto por el flujo de mercancías –México es el puente de paso obligado entre Centroamérica y EE.UU.– como por una asimilación de tecnologías de la violencia. Los desmembramientos y descuartizamientos realizados desde hace unos años hasta la fecha por los distintos carteles tienen una impronta centroamericana. Varios de los miembros de los carteles son ex kaibiles o desertores de esa sanguinaria fuerza de élite que opera en Guatemala. A todos nos sorprende el horror inenarrable con que se cometen los asesinatos, que pareciera cumplir, en el orden de la alegoría, una suerte de ritual narcosatánico, o peor aun, una forma terrorífica de la banalidad del mal. Es precisamente ante ese horror –que no se discute en las mesas de políticos ni literatos– que la representación y la asimilación de la violencia se encuentran sin relato. Creo que hemos llegado a uno de los más espantosos límites del lenguaje.

—El PRI pierde las elecciones y el mapa político mexicano parece disgregarse, ¿se puede decir lo mismo del campo intelectual mexicano? ¿Qué pensadores o intelectuales tienen una visión crítica de la guerra narco?

—Del campo intelectual mexicano, para bien y para mal, pueden decirse muchas cosas. Sin embargo, más que una visión crítica en torno al narco –solamente periodistas de medio pelo pueden avalar una guerra sin tino ni concierto, de un enorme costo civil y político–, hay una sensación de malestar generalizado en la sociedad, al darse cuenta de que el país, desde hace seis años, va en caída libre hacia el abismo. Ricardo Ravelo y Anabel Hernández, entre otros periodistas, han realizado notables y valientes trabajos de investigación en torno a las entrañas del fenómeno del narco. En términos estrictos, nadie cuya opinión valga la pena apoya la guerra contra el narcotráfico en los términos en que se ha planteado desde 2006.

—Desde hace varios años en Buenos Aires se ha difundido, incluso teorizado, sobre los narcocorridos. Escuché algunos y distan mucho de alguna poética tradicional; ¿los narcos generan una estética kitsch?

—Los narcocorridos no son sino una adaptación de los corridos norteños mexicanos, una forma tradicional y algo rupestre del verso que da cuenta de las hazañas, los descalabros y las querencias de los pobladores del norte de México. Formalmente no son ninguna novedad; en todo caso, su aporte es el contenido: una suerte de épica municipal que ensalza a héroes y villanos regionales. Si le quitamos la palabra “narco” pierde parte de su esplendor; eso no ha impedido, sin embargo, que autoridades miopes prohíban su proliferación en conciertos y recitales masivos en ciertos lugares de México, como en Chihuahua, donde recientemente fueron vetados Los Tigres del Norte por cantar narcocorridos, un acto que la autoridad, siempre tapando el sol con un dedo, interpreta como “apología del delito”. La cultura musical y literaria, y perdón por la redundancia, no es sino un reflejo de la sociedad, hecho que las autoridades parecieran no entender.

Al respecto de la cultura kitsch, no creo que sea algo privativo del narco, eso es puro oportunismo. Toda cultura produce sus sótanos y sus áticos. El narco, como cualquier fenómeno humano, no es la excepción.

—¿Y qué simbolismo invocan los narcos? ¿Con qué sentido u objeto? Por caso, las tumbas de muchos de los jefes responden a un culto entre pagano, ostentoso y casi funerario en términos de monumentos rituales.

—No podría responder a esta pregunta sin caer en la especulación. Hace años, en el cementerio de San Pedro, en Medellín, pude ver tumbas cuasifaraónicas –algunas con series de foquitos musicales, otras con juguetes, mármol o granito, todas de un gusto muy particular– que ejemplificaban de manera muy clara las aspiraciones de clase de los narcos colombianos. Me imagino que en México, al ser un país profundamente clasista y simbólico y con una relación muy estrecha con la muerte, los ritos funerarios asociados con el narco deben obedecer una lógica parecida.

—¿Cuáles son las expresiones artísticas más notables ante la violencia que existe? Desde la literatura hasta el cine, incluyendo las artes plásticas, habida cuenta de que las políticas mexicanas de subvención al arte siempre han estado a la vanguardia respecto del resto de América Latina.

—En julio de 2009, la artista plástica Teresa Margolles, como parte del pabellón mexicano, expuso en la Bienal de Venecia la muestra ¿De qué otra cosa podemos hablar?, que consistía en la instalación de distintas mantas bañadas en sangre de gente asesinada por el narcotráfico, así como demás residuos (cristales, sangre, polvo, sudor, restos) recolectados en los lugares donde ocurrieron los siniestros: una atmósfera de desesperanza, horror y crimen. Como souvenir, se obsequiaba al espectador una tarjeta parecida a las de crédito en la que podía leerse, por un lado, “tarjeta para picar cocaína”, y que, por el otro, presentaba la imagen de un cadáver calcinado por delincuentes asociados al narcotráfico. Si bien discrepo con algunos de sus planteamientos, creo que hasta el día de hoy ha sido el trabajo más potente que ha logrado sintetizar el infierno mexicano en todo su horror.

Por otro lado, ha habido dos o tres películas que, en mi opinión, se han quedado cortas, o en la mera caricatura, en su intención de describir la realidad (Infierno; Miss Bala). Personalmente, estoy convencido de que ciertos aspectos de la experiencia humana, sobre todo los más infames, son irrepresentables.

En cuanto a la literatura, se ha gestado una corriente que han dado en llamar “literatura del narco”, en la que, luego de dos o tres autores visibles como Elmer Mendoza o Yuri Herrera, de probadísimo talento, me parece que lo demás se divide entre el oportunismo y la insustancialidad. Habrá que esperar un tiempo para ofrecer una respuesta más precisa y ver si esta coyuntura civil y política deriva en una verdadera literatura. Es muy probable.

—Castellanos Moya ha novelado en “La sirvienta y el luchador” a un siniestro secuestrador y torturador en el ocaso, en El Salvador. ¿Hay alguna obra explícita que siga ese camino?

—No estoy seguro. Recuerdo, sin embargo, un documental que me impactó muchísimo que se llama El sicario, disponible en YouTube. En él, un hombre –de quien sólo conocemos la voz y sus elocuentes manos de asesino– relata la manera en que funciona el crimen organizado para planear sus crímenes, secuestros y asesinatos. Es estremecedor.

—¿En qué estado se encuentran las ciencias humanas en cuanto a pensar y ensayar sobre los fenómenos sociales que genera la ocupación territorial narco? Y si lo hacen, ¿qué han notado como causa matriz?

—Yo creo que ésa es una de las ausencias más graves y tristes; México, a pesar de contar con una vigorosa tradición humanística, se encuentra a la zaga de los conflictos de su tiempo. El pensamiento mexicano en torno a la violencia –como no sea por algunos escritores y periodistas– permanece ensimismado, contemplándose el ombligo.

Tristemente, la academia mexicana, en su gran mayoría, se encuentra divorciada de la realidad y sus conflictos. Existen una o dos excepciones, pero hacen falta más que peregrinas golondrinas para que llegue el verano.

—Estados Unidos ha llegado a un número de población hispanohablante que ya es mayoría respecto del resto de sus habitantes, ¿esto no aumenta la tensión fronteriza? Me explico: ¿no aviva la ilusión de un futuro económico mejor para quienes desde Centroamérica o México quieren emigrar, y con ello aumenta el tráfico humano?

—Yo creo que todas las ilusiones que mexicanos y centroamericanos puedan abrigar al respecto de una vida mejor del otro lado del Río Bravo se diluyen ante la realidad de las disposiciones migratorias estadounidenses, que en un absurdo afán xenófobo y racista siguen haciendo de la vida de los migrantes un verdadero infierno. Para los interesados en el largo peregrinar de los centroamericanos por México, recomiendo los documentales Las patronas y Los invisibles, ambos disponibles en la red.

—¿Cuáles son las predicciones de los intelectuales de México y Centroamérica? Dejemos de lado las esperanzas, pero si Colombia logró la capitulación de las FARC y de los paramilitares, ¿no sería ése un modelo de pacificación?

—Siempre es aventurado y hasta impertinente ofrecer predicciones y toda suerte de augurios. Sin embargo, no hay que ser muy avispado para comprender que, de seguir por este camino, sólo restan la erosión del tejido social y un despeñadero en las fauces del horror y el desgobierno que, pese a las señales evidentes, aún no podemos ni imaginar en toda su dimensión. Lo único cierto del espanto y la degradación humana es que no conocen límite.

Si bien Alvaro Uribe logró pacificar Colombia –a un costo civil muy alto–, yo no creo que el paradigma represor ocasione buenos resultados. No hay que ser oráculo ni un intelectual para saber que la violencia engendra más violencia. En ese sentido, suscribo el análisis y las críticas del investigador Edgardo Buscaglia, quien habla de la absoluta necesidad de volver efectivo el sistema judicial mexicano, profundamente cancerado, donde campea la impunidad. Buscaglia alude a la Convención de las Naciones Unidas contra la delincuencia organizada, también conocida como la Convención de Palermo, que contempla cuatro medidas efectivas:

a) Sanción judicial en un Estado de derecho.
b) Prevención social.
c) Prevención de corrupción política.
d) Desmantelamiento patrimonial de los grupos criminales en el sector legal-formal de la economía.

—Esta guerra lleva casi seis años, ¿qué efectos culturales se manifiestan en la población? ¿Hay un abandono de la educación? Puede pensarse que la brutalidad criminal ha influenciado a las distintas sociedades de manera intensa, más que nada basándose en la noción de que la vida humana tiene poco valor. Más que un terror de dictadura, es un terror de guerra de ocupación.


—Parte del folklore mexicano, es bien sabido, consiste en menospreciar la muerte. Lo que obliga, naturalmente, a menospreciar la vida. En tiempos de violencia, la representación de los sucesos y la asimilación de la experiencia se vuelven particularmente conflictivas. Precisamente por eso es necesario mostrar el mínimo respeto por la vida y la muerte humanas, intransitivamente. Viviendo una realidad catastrófica que impide hasta el derecho a una muerte digna, la ética al contar esas historias implica también una terapéutica, un acto de concilio. Es necesario comprender los límites de la representación para suturarlos, recomponerlos. Para asimilarlos.

México, hasta hace poco tiempo –y pese a décadas de crisis y priísmo–, era un país de gente alegre, hospitalaria y cordial. Luego del sexenio de Felipe Calderón, el temperamento mexicano se ha vuelto negativamente existencialista, un pueblo de susurros y fantasmas que mucho tiene, en el peor sentido, de la Comala de Rulfo.

Probablemente ahora, en nuestro carácter de mexicanos agonizantes en México, sólo puedan revolverse los escombros del mundo que fuimos y con ellos, desde la inmediatez y la ruina, volcarse hacia el goce desaforado.

Hace unos años pasé una temporada en Medellín. En aquel entonces no pude verbalizar lo que veía –todo era una cascada de sensaciones nuevas y contradictorias–, pero luego de un tiempo entendí que se trataba de la vida de una sociedad en guerra que parecía que no estaba en guerra. La gente compraba, iba a la escuela, a los cafés, sonreía y paseaba por las calles, pero una tensión sesgada, revelada plenamente cuando un militar golpeaba a un ciudadano o se escuchaban balaceras, aparecía de repente sólo para recordar, como por descuido, que es posible vivir pese al conflicto. Es necesario.

No se trata de resignarnos ante el espanto (eso es algo que no debemos ni podremos hacer), sino de pararnos ante él de otra manera, bajo otra perspectiva. Se trata, para decirlo llanamente, de vivir cantando.

Fuente: http://www.perfil.com/ediciones/2012/5/edicion_676/contenidos/noticia_0006.html

sábado, 12 de mayo de 2012

A la memoria de Regina Martínez

Un manotazo duro/ un golpe helado/ un hachazo invisible y homicida/ un empujón brutal te ha derribado”
- Miguel Hernández 

En Los Periodistas, Vicente Leñero, autor de este testimonio novelístico que relata el histérico atropello a un grupo de periodistas liderados por Julio Scherer al término de la administración de Luis Echeverría, escribe: “El ocho de julio de 1976 el diario Excélsior de la ciudad de México sufrió lo que merece calificarse como el más duro golpe de su historia y tal vez de la historia del periodismo nacional”. Bien podemos argumentar, sin temor a incurrir en una apreciación forzada, que el segundo gran golpe al periodismo nacional ha sido la instrumentación de la política actual contra las drogas. Nótese el uso del término “política” en sustitución del eufemismo habitualmente utilizado “estrategia”. Y es que por estrategia se entiende la aplicación de un conjunto de técnicas orientadas a la consecución de un objetivo. Y sólo un miope (sin menoscabo a los voceros de Felipe Calderón) se atrevería a sostener que la erradicación de la cadena producción-distribución-consumo de las drogas, objetivo hipotético de la mal llamada “estrategia” contra el crimen organizado, ha progresado siquiera mínimamente. En vista de la brecha incurable entre la realidad y el discurso, conviene adecuarse, especialmente quienes ejercemos este oficio a menudo enlutado, a una terminología consistente con los hechos. 

Con una ominosa cifra de 80 periodistas asesinados en la última década (Reporteros Sin Fronteras), a la que suma el reciente homicidio de la corresponsal de Proceso, Regina Martínez, así como decenas de miles de mexicanos asesinados brutalmente, cuyos crímenes han quedado impunes (cerca del 98% de los casos), activistas silenciados-ejecutados (recuérdese a Marisela Escobedo, Nepomuceno Moreno, Leopoldo Valenzuela), cerca de 5 mil desapariciones forzadas desde el inicio de la actual administración (Comisión Nacional de Derechos Humanos), y una nación entera atrapada entre las balas de una guerra sin tregua, sin normas o sanciones que regulen el conflicto, parece mas apropiado referirse a este caos reinante como una política de Estado, premeditada, calculada, meticulosamente efectuada, una agenda trans-sexenal que no guarda relación alguna con objetivos socialmente deseables, y sí con intereses políticamente inconfesables. 

Y a pesar de esta conocida política estatal-institucional de muerte, corrupción e ignominia, el asesinato de Regina Martínez, colega periodista, nos ha desconcertado extraordinariamente. No sólo por la cercanía geográfica y laboral que nos une, sino en particular por la pérdida irreparable que significa su muerte para el exiguo género de periodistas comprometidos con la auténtica labor informativa, máxime en un estado (Veracruz) donde señorea la virulencia institucional aunado a un “monótono concierto de loas al gobierno estatal y control casi absoluto de la información” (Proceso).

El asesinato de la periodista veracruzana ha tenido una amplia cobertura en la prensa internacional. La atención está volcada a Veracruz. Es momento oportuno para unir al gremio local/nacional en torno a una misma causa: a saber, frenar la avalancha de impunidad que invade, cual cáncer, el cuerpo nacional; evitar que se acabe de configurar otro “duro golpe a la historia del periodismo nacional”. 

Unos meses antes morir, Regina declaró anónimamente: “Vivo el peor clima de terror, cierro con llave toda la casa, no duermo y salgo a la calle viendo a un lado y otro para ver si no hay peligro”. 

Está claro; en México, “Todos somos Regina”.

jueves, 10 de mayo de 2012

Perlas electorales: Gabriel Quadri y el Neoliberalismo Verde Región 4


Sin la intención de analizar las peripecias del debate -que pudo más que un partido de futbol y las amañadas predicciones de Salinas Pliego- y a pesar de la remotísima posibilidad de que Gabriel Quadri gane la elección presidencial, no me queda más remedio que desenmascarar sus ‘propuestas’ en vista de su éxito relativo que se vio reflejado en el crecimiento de las intenciones de voto para su causa.

Muchas personas quedaron impresionadas por la forma en que articuló sus propuestas, perdiendo de vista su contenido, su esencia. En las redes sociales fue notoria cierta fascinación por la manera en que respondió a las preguntas, por su apariencia y su relativa espontaneidad que contrastó con la grisura de los otros candidatos que estuvieron lejos de comunicar emociones, apegándose hasta la náusea a un guió predeterminado por su equipo de asesores. 

En realidad, las propuestas de Quadri no son otra cosa que lo que hace ya algunos años se empezó a manejar en EEUU para mejorar la imagen del neoliberalismo en decadencia: el neoliberalismo verde, mejor conocido en nuestro territorio como desarrollo sustentable. Este adefesio de modelo económico es sólo una versión edulcorada del neo extractivismo que estamos viviendo -por ejemplo en el estado de Veracruz con los proyectos mineros e hidroeléctricos.  

El neoliberalismo verde se caracteriza por el intento de vender la idea de que es posible seguir explotando la naturaleza sin depredarla, de que el capitalismo puede moderar su sed de ganancias en aras del mantenimiento del equilibrio ecológico. Dada la dinámica de acumulación de riqueza, que coloca en la cúspide la rentabilidad de las inversiones, tal argumento no es más que una vil patraña. La propuesta es promovida desde hace tres años por el Programa de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente (PNUMA) y su objetivo real es alargar lo más posible la existencia del neoliberalismo depredador alrededor del mundo. 

En este sentido, las ‘originales’ propuestas del empresario Quadri (así se presentó al iniciar su intervención en el debate) no son más que una versión del neoliberalismo verde para la región 4 (así se denomina a los dvd’s que pueden ser reproducidos en México) de un modelo económico que ha operado en México por treinta años con los resultados que todos conocemos. Su fe en el empresariado como factor de cambio resulta a estas alturas el colmo de la demagogia. El propio Quadri ha sido acusado de utilizar las bondades del ecologismo para su beneficio personal. En el sexenio de Ernesto Zedillo tuvo que abandonar el puesto de director general de normatividad del Instituto Nacional de Ecología (INE) por vender permisos para el manejo de de residuos peligrosos sin respetar la normatividad vigente. Mejor ejemplo de lo que hay detrás del neoliberalismo verde no puede haber. 

Pero lo peor de todo es su táctica de colocarse como el ciudadano ejemplar, independiente, interesado por mejorar la economía nacional y sobre todo ajeno a los enjuagues y prácticas de los políticos, cuando en realidad representa a un actor político profundamente corrupto y criado en las miasmas del sistema político mexicano: Elba Esther Gordillo. A esos que ven con simpatía su aparente independencia habrá que recordarles que la estrategia de Quadri y del Partido Nueva Alianza (PANAL) es lograr mantener el registro -que es el negocio familiar de su patrona- camuflada en un modelo económico que parece ‘innovador’ pero profundamente demagógico.
Más aún, además de procurar mantener con vida un partido familiar, simulando autonomía y capacidad, el señor Quadri y su ventrílocuo están trabajando para quitarle votos a la oposición -sobre todo a la encabezada por el candidato de las ‘izquierdas’- y contribuir así a que, en un escenario probable de elección cerrada, el dinosaurio pueda volver a Los Pinos. Y si no como explicar que el títere de la mamá del Chucki le entró también a la guerra de lodo que tanto denunció para atacar a López Obrador, mientras que a los otros no los tocó ni con el pétalo de un rosa. No sería una sorpresa que le tocara un huesito en el gabinete si gana Peña, para recompensar sus servicios. 

Así las cosas y a pesar de que los otros candidatos evitaron engancharse en las provocaciones que les lanzaba el candidato del PANAL para no hacerle el caldo gordo, habrá que seguirlo con atención como el demagogo más perverso y peligroso en esta campaña presidencial, lo que demuestra que no fue elegido al azar y que es un digno representante de la Gordillo y su estilo político. De eso no me queda la menor duda.

martes, 8 de mayo de 2012

Pan y circo

La del domingo fue una función más del circo. El supuesto debate que sostendrían los cuatro candidatos a la Presidencia se convirtió en el suceso más discutido en el transcurso de la semana pasada, especialmente a partir de la decisión de TV Azteca de transmitir a la misma hora del magno evento un partido de futbol, y la posterior declaración del dueño de la televisora a través de redes sociales, en dónde cínicamente manifestaba su desprecio por el acto organizado por el IFE: “Si quieren debate, véanlo por Televisa, si no, vean el futbol por Azteca. Yo les paso los ratings al día siguiente”.

La decisión de Ricardo Salinas encendió los ánimos, y todas las opiniones vertidas sobre el asunto coincidían en el mismo punto: se trataba de una afrenta directa a la democracia y a la autoridad electoral. Pocas veces se han visto tantas vestiduras rasgarse y tantas plumas estar de acuerdo, ante un hecho sintomático de nuestra realidad: los empresarios y la gente de poder en este país hacen lo que se les viene en gana, y la “autoridad” institucionalmente establecida poco o nada tiene que decir o hacer al respecto. El IFE se limitó a “exhortar respetuosamente a las televisoras para que contribuyan a la democracia” y transmitiesen el debate en cadena nacional en sus principales canales, si no es mucha molestia. El desdén mostrado por el empresariado (Salinas Pliego, en este caso) por las autoridades e instituciones democráticas en este país y sus respetuosos exhortos no hace sino poner de manifiesto una situación innegable: el poder del Estado se encuentra sujeto al poder del dinero, y por ende, al poder de quien tiene unos cuántos pesos más que usted y yo.

Claro está que la decisión tomada por TV Azteca no es obra de la casualidad. Mientras menor difusión tuviese el debate más se protege al candidato más adelantado (en las encuestas, no en capacidad mental) ante eventuales y previsibles tropezones que pudiese cometer. Está por demás decir que dicho candidato es el favorito del empresariado y de los hombres de poder en el país; el más vacío, la mejor marioneta. Más aún, la hija de Salinas Pliego y colaboradores cercanos a él son candidatos por el mismo partido. El error consistió en creer que los 13 aficionados del Morelia podrían quitar audiencia al debate, pero ese es otro tema.

Esto nos lleva a analizar la naturaleza de un sistema supuestamente democrático y toda la parafernalia construida alrededor del mismo. Dentro del circo montado, el debate que sostendrían los cuatro candidatos se presentaba como un evento de colosal magnitud en el que prácticamente se decidiría el destino de nuestro país. Se supone sería una inmejorable oportunidad para escuchar y contrastar propuestas, para a partir de ello construir un voto razonado.

La realidad es que el debate en particular, y las elecciones en su conjunto no son más que un circo bastante caro. A final de cuentas, son intereses económicos quienes determinan quién ocupa Los Pinos, y más aún, lo que hace una vez instalado. Sea quien sea. Lo observado en el debate de poco o nada cambiará el rumbo de la elección. Era por tanto, tan intrascendente como si Tigres o Morelia disputarían la semifinal del glorioso torneo de futbol mexicano.

De igual manera, evaluar el desempeño de los candidatos es tarea aburridísima e improductiva como pocas: de nada sirve un formato acartonado en el que los monólogos y acusaciones entre los cuatro fantásticos son el menú del día.

De cualquier forma, ofrezco a usted mis conclusiones: en primer lugar, en lugar de cualquiera de estos cuatro deberíamos traer a Lula de presidente o nos mudamos todos a Brasil, donde todo es maravilloso a decir de los debatientes. Después, ¡banda ancha para todos, es nuestro derecho! Los ganadores: la edecán/playmate a la que le lloverán ofertas de trabajo y el simpático bufón que con su actuación garantizo un porcentaje mínimo de votos suficiente para mantener a la maestra en la estructura del poder. El perdedor, el pobre hombre encargado de traducir tanta tontería en lenguaje de señas.

El problema, después de todo, no era problema. Ante la disyuntiva entre ver el juego o el debate, más aburrido aún, si es posible, que ver jugar a un equipo del Tuca, la única salida que se antojaba sensata era apagar la tele. Ni que jugara el América…

En fin, pan y circo. Y como el pan está muy caro, nos quedamos con el circo.

sábado, 5 de mayo de 2012

Talento de TV

“No tiene talento, pero es muy… [buen mozo]… muy poderosa televisión… tiene un… [copete]… que causa sensación”. 

- Willie Colón

La banalidad política en su expresión más acabada; la degradación de la opinión y el análisis en su fase más álgida; la prostitución descarriada de conceptos en boca de cínicos de oficio y vocación. Así luce la arena electoral. A ratos, falsamente solemne; a ratos, desagradablemente circense. 

El acontecimiento destacado de esta semana es el desfachatado sabotaje de Tv Azteca, cuyo dueño es Salinas Pliego, al debate de los candidatos presidenciales a efectuarse el domingo próximo. Con el solícito aval de la Femexfut, la televisora del Ajusco transmitirá el juego entre Monarcas Morelia (cuyo dueño es Tv Azteca) y Tigres de la U.A.N.L. a la misma hora que está programado uno de los escasos debates que sostendrán los candidatos de cara a la elección presidencial. Ante la solicitud efectuada por el Movimiento Progresista, secundada por diversos sectores de la sociedad, de transmitir el debate en cadena nacional, el IFE, cual árbitro vendido, no hizo más que ratificar la “imposibilidad” de responder a este llamado, alegando que la ley no establece como obligación de los concesionarios (las televisoras) la transmisión de este evento. En una palabra, la autoridad pública subordinada a las veleidades de un particular. Bien dicen que es más nocivo para una sociedad los agravios que se perpetran con el patrocinio de la ley, que aquellos que se consuman en los circuitos de la ilegalidad. 

Aunque pudiera asumirse como una curiosidad inclusive humorística en el actual proceso electoral, como tristemente ha ocurrido, cabe subrayar que esta querella es altamente ilustrativa de la realidad de este país. Desde el sexenio de Salinas, los hombres de negocios han conseguido colocarse por encima de los asuntos de interés público, o bien, controlar a discreción los tiempos, espacios, recursos, que otrora eran prerrogativa de los mandos estatales. Y esta es justamente la piedra angular de la llamada “transición democrática”: a saber, una dictadura del poder oligopólico. 

Allá por la época en que el Generalísimo Santa Anna combatía anti-heroicamente a los anglotexanos en el presidio de El Álamo, el diario El Mosquito Mexicano publicó en un encabezado: “Las mejores instituciones de nada sirven, si se quedan escritas en el papel y existen solo para perpetuar en ridículo a la nación. ¿Qué será, pues, del país en donde el abuso se sobrepone a la ley?”. 

A 180 años de distancia, quizá al fin podamos ofrecer un par de respuestas a esta atinada pregunta: 

1. Un país donde la libertad se confunde con el reino del atropello sistemático y el control mental de un pueblo. Sino véase la declaración de Salinas Pliego: “¡Este sí es un debate entre un grupito de twitteros autoritarios [ciudadanos que solicitan cadena nacional para transmitir el debate] y los ciudadanos libres de votar por lo que quieren ver [sic]!”. 

2. Un país gobernado por una élite estéril que pretende imponer a un candidato-mercancía-marioneta, con base en ardides como aquel de empalmar un espectáculo opiáceo con un evento político vital para la sociedad, revistiendo esta risible faena con un discurso de “libre elección”. 

3. Una nación en perpetuo ridículo. 

Con base en las bondades que ofrece el control monopólico de las telecomunicaciones, un puñado de hombres de negocios ha logrado construir una candidatura a la medida: a saber, “un buen mozo” cuya “palanca es su [copete] y no su valor”; un “Talento de TV” cuyo único defecto, paradójicamente, es no saber conducirse en público. 

¿Será por eso que procuran minimizar la audiencia del debate?