domingo, 28 de noviembre de 2010

Mancera versus the world

MEMORANDUM 20.- La Procuraduría de Justicia del Distrito Federal concluyó, tras revisar el caso, que la defensora de los derechos humanos, la misanteca Digna Ochoa y Plácido no fue asesinada, sino que ella misma se quitó la vida. El procurador Miguel Ángel Mancera dio a conocer que "se concluyó que fue un tema de suicidio". El caso se revisó tras un amparo conseguido por la familia Ochoa. La Procuraduría informó que luego de revisarse en forma pormenorizada, todas las constancias que integran la indagatoria, comprendidas en 90 tomos con 36 mil 970 fojas y 83 anexos, se llegó a la conclusión de reiterar la autorización de no ejercicio de la acción penal. / 2010-11-27 16:06:29

tomado de: http://www.gobernantes.com/

viernes, 26 de noviembre de 2010

Coffee and Cigarettes


“¿Puedo fumar aquí adentro?”, preguntó con tono de súplica una noble clienta de un establecimiento nocturno cuyo nombre omitiré debido a que un servidor forma parte del contingente proletario que allí labora. “Claro”, repliqué. Y añadí acuciosa y empáticamente: “Aquí aún no llega la desquiciada cacería de fumadores. Es más, permíteme obsequiarte un cigarrillo [no suelo referirme a la gente de ‘usted’; me parece un anacronismo segregacionista]. En estos tiempos de fascismo sanitario, el cigarro es como el agua: no se le niega a nadie. Es necesario solidarizarnos, o de lo contrario la ceguera social nos arrojará a un estado marginal de existencia”.

Francamente me parecen descabellados los argumentos que respaldan la aplicación de las normas anti-tabaquismo: “El humo de tu tabaco también daña a tus hijos”; o “Fumar te mata… y no solo a ti”. Estas advertencias moralinas se proponen estigmatizar al consumidor: el recurso de alinear a las “víctimas pasivas” (categoría apreciablemente dudosa) en oposición a la amplia bandada de fumadores ha demostrado ser altamente efectiva.

Me va a disculpar el lector pudibundo, pero ¡basta de mamadas! La culpa de las enfermedades asociadas al tabaquismo la tienen las empresas que producen los cigarrillos, y no el fumador corriente. Al reverso de las cajetillas aparecen anuncios que advierten al consumidor de los daños que ocasionan las sustancias tóxicas que posee el cigarro. Por ejemplo: “Este producto contiene alquitrán, partícula tóxica causante del cáncer”; o “Contiene talio, insecticidas y pesticidas”.

Desconozco si mi pregunta peque de inocencia (nótese la ironía), pero, ¿cómo madres llegaron los pesticidas, insecticidas y raticidas al tabaco que uno fuma? Sugiérole al prosélito iracundo de esta turbia campaña que antes de emitir un juicio relativo al fumador someta a valoración esta deleznable incógnita.

¿Porque nadie cuestiona el uso de tales sustancias en la producción de cigarrillos? No he escuchado una sola crítica al proceso de producción del cigarro. Sólo escucho necias reprensiones al agente de dicho hábito: el fumador. Típica estratégica para el desenredo de controversias de orden público: se corta el hilo por lo más delgado.

Hace unos años conocí a una anciana en Cuba, con 102 años de edad encima, que fumaba un promedio de media cajetilla al día. Cuando amagué con abordar el tema de su longevo vicio, la señora atajó con una sentencia inexpugnable: “Joven, en su país los fumadores se mueren de cáncer pulmonar por toda la mierda que le aplican al tabaco para propiciar la adicción. El tabaco por sí solo no mata”.

Lejos quedaron aquellos felices días en los que uno podía caminar por doquier, con cigarrillo en mano, sin sentirse asediado por imperturbables miradas inquisitorias: discriminación fehaciente disfrazada de benevolencia sanitaria.

En mis años mozos de crío imberbe, el odio humano se saldaba con la persecución de comunistas… Hoy se persigue empedernidamente a los fumadores. ¡Maldigo a la modernidad y el progreso!

Recuerdo la primera vez que sufrí el desprecio de una “víctima pasiva”. Estaba sentado en una banca pública en las inmediaciones de un café de marca mundialmente conocida, en un suburbio de California, cuando un empleado del negocio referido se aproximó a un servidor y solicitó enfáticamente que apagara mi cigarrillo. Yo respondí con la siguiente expresión: “Fuck you, god-damned fascist”.

Sugiérole a la abnegada “víctima pasiva” que traduzca al idioma que mejor le acomode la expresión citada.

México Mutilado


Es mucho mejor vivir envenenado sin hablar del traumatismo histórico, en lugar de gritar de día nuestros dolores y complejos para volver a dar con la libertad.

- Francisco Martínez Moreno

Por doquier, lector, la mata nacional sigue dando: asesinatos y crímenes, y lo que consigo nos deja. No es necesario definir cuándo es asesinato o crimen. Ambos implican muerte, gran cola con o sin razón. Urge pisar esta cola y pararla porque nos denigra frente a todo mundo como país civilizado e ingobernable. Básteme esto: En Colima se asesina a su ex gobernador por esbirros ex-profesos; y por simples sospecha, policías, a lo pendejo, cometen crimen en un doctor que llevaba de la mano a su hijito (pues entonces, carajo, ¿en qué país vivimos?). He allí la diferencia semántica de estos actos, pero que al ejecutarlos se mata: uno por el “quítenme esta pajita”; y el otro por simple bestialidad. Urge poner un hasta aquí a esta barbarie nacional, pero ¿cómo y para cuando, Dios mío, para cuándo?

Por la actual emergencia del país (que tanto nos aleja de los que fuimos) es el momento de reconocernos como mexicanos, y de que comprendamos el mensaje oculto que esconde cada suceso de la realidad nacional, y sobre todo para ser protagonistas. ¡Pobre México, dividido por las ambiciones y los egoísmos de sus líderes, desprovistos de un concepto de patria por el que exponer la vida! Perdón, lector, siento que la rabia se me desborda, y con gran coraje terminaré este Aquelarre.

México está mutilado por esta actual manifestación de barbarie nacional: la ciudad de Juárez, en el norte, es considerada como la más violenta del país, y como la quinta del mundo, ¿cómo justificar esto?

Sé que tú, lector, eres más activo que yo como escribidor, porque de antemano sé que la escritura es cifra, y la lectura tuya es como desciframiento de mi mundo al escribir de estas cosas o de mi mundo caótico. Entiende el por qué digo que el lector, tú, es más activo que el escritor, yo; por eso atrévome a decirte que con pensar, sentir y actuar, unificamos todos los planos del ser para obtener una conciencia no fragmentada de nuestra realidad nacional. Creo que lo que sucede en el país amerita aprender a mirar lo que sucede con el ojo de la razón del corazón.

Si así vemos lo que nos pasa, el camino supone avanzar desde una conciencia fragmentada hacia una unidad armónica. Seamos receptivos, no sólo aprendamos a recibir, sino aprendiendo a aprender que este México Mutilado requiere de todos dando o dándose porque en estos tiempos donde hemos probado todos los extremos o excesos, no sabemos cómo encontrar respuestas válidas a cuestionamientos fundamentales de la vida nacional. Por Dios, no más este México Mutilado: démosle, jóvenes y viejos y todos, los miembros necesarios para que siga caminando en su historia fructífera: dándole sus frutos a propios y extraños.

jueves, 25 de noviembre de 2010

Saltar hacia el futuro

Las fluctuaciones económicas son marejadas imprevisibles. América corre tras de su destino material. Lleva siglos así, casi siempre más en calidad de víctima que de beneficiaria… Sin duda, se veía forzada a ello por la coyuntura internacional. Pero cuando son muchos los que corren en cadena, dándose la mano, es un factor importante pertenecer al grupo de los que van en cabeza dirigiendo el movimiento, o por el contrario, estar entre los últimos, teniendo así que dar saltos prodigiosos para acoplarse al movimiento general. (F. Braudel. Las civilizaciones actúales.. México, 1991. cap. XX)

Uno de esos ‘saltos prodigiosos’ de México para mantenerse en el sistema mundo fue la política económica de Carlos Salinas que, a finales de los años ochenta, cristalizó en el llamado el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), que regula y condiciona la mayoría de las operaciones comerciales de la república mexicana con el mercado internacional. El argumento de aquellos años era precisamente que México no podía quedarse fuera de la globalización, que debía abrir sus mercados al mundo para aprovechar las oportunidades.

La apertura comercial fue la expresión más clara del creciente sometimiento de los intereses nacionales a las directrices de organismos internacionales, quienes nos exigieron y exigen el desmantelamiento de nuestras economías, una vez más, como condición indispensable para volver al crecimiento. Las consecuencias entre la población son ampliamente conocidas y documentadas por organismos naciones e internacionales, incluyendo a la ONU, quien a través del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) reconoce las dimensiones del problema.

Se ha comentado mucho el éxito -relativo desde mi punto de vista- del gobierno de Lula en Brasil y del enorme crecimiento económico que ha experimentado en los últimos años. Al compararlo con la economía mexicana salta a la vista que la diferencia es importante, y que en parte puede ser explicada por la diversificación de los socios comerciales del país amazónico, donde Estados Unidos no ocupa el lugar principal por mucho. En cambio nosotros estamos atados a un barco que hace agua y gracias al TLCAN y al entreguismo de nuestros gobernantes el siguiente salto será hacia el abismo, procurando amortiguar la caída de nuestros ‘socios comerciales’.

A pesar de lo anterior, distinguidos intelectuales han montado una campaña nacional para promover la idea, entre otras, de que hay que profundizar nuestras relaciones con Estado Unidos, como la solución geopolítica, para construir un futuro para México. ¿Será que no ven los signos de la decadencia estadounidense? La reconfiguración del sistema mundo es un hecho social al que conviene tomar en cuenta a la hora de pensar en el futuro que queremos. El salto que conviene dar hoy es el que nos libere de la tutela estadounidense y nos integre a la posible nueva configuración del mundo, en lugar de insistir en mantener como estratégica una relación que ha cumplido su papel histórico y que pasará a la historia con sus aciertos y sus infamias. Habrá que mirar hacia otros horizontes, habrá saltar hacia el futuro.

miércoles, 24 de noviembre de 2010

p.d.

http://www2.esmas.com/noticierostelevisa/internacional/america/230692/bose-chile-convirtio-rescate-mineros-reality-show

Iniciativa Mérida

En la historia de los últimos cincuenta años Latinoamérica ha sido invadida con diferentes “soluciones” a lo gringo.

La obligación a pensar políticamente bajo los lineamientos de la democracia norteamericana, que es profundamente religiosa, conservadora y sobre todo, anti libertaria, aunque en su discurso se diga otra cosa, ha sido una constante (http://es.wikipedia.org/wiki/Democracia).

El derrocamiento en Guatemala de Jacobo Arbenz; las constantes repúblicas bananeras impuestas con el ejército de los Estados Unidos y sobre todo con los dólares de Estados Unidos; las intromisiones en elecciones libres en Brasil, en Chile, en Argentina, en Centroamerica, sólo por hablar de este “hemisferio”.

Durante los últimos sesenta años, de hecho, todo en América Latina ha sido tocado por los Estados Unidos de América, justo como lo promueve la doctrina Monroe de 1823.

Y en todos estos años las soluciones de los Estados Unidos han sido las de acrecentar la deuda de los países de Latinoamérica contratando créditos millonarios con el ilustre ciudadano que esté como presidente, en el país que a usted le guste como ejemplo.

Y ahora resulta que México es el nuevo juguete. Antes patio trasero, ahora ha sido indispensable invertir en armamento, en helicópteros, en pistolitas y pistolotas que al final de cuentas terminan en manos de los malos, ya estén del lado del gobierno, ya del otro lado.
Declaraciones como “la amenaza que enfrentan nuestros países va más allá de las fronteras por lo que nuestra habilidad de trabajar juntos debe trascenderlas de igual manera" son risibles.

“Carlos Pascual señaló que este mes de noviembre termina el segundo año después de la firma de la Iniciativa Mérida y se han entregado 310 millones de dólares y para finales de 2011 se entregarán casi 500 millones más.

“Además dijo que el próximo año se espera la llegada de equipo con valor de 96 millones de dólares que servirá para la inspección no intrusiva para formar una red de herramientas que evite el flujo de armas y sustancias peligrosas en la frontera.

“El diplomático dijo que resultado de los esfuerzos conjuntos de ambas naciones en el marco de la Iniciativa Mérida, es que más de una docena de criminales importantes han sido capturados o muertos como el caso de Arturo Beltrán Leyva, El Teo, El grande, El Indio, Nacho Coronel y la Barbie entre otros. (Cada uno vale como 100 millones de dólares según mis cuentas.)

“A su vez el secretario de Seguridad Pública, Genaro García Luna dijo que México vive momentos difíciles porque el crimen organizado pretende controlar territorios, someter comunidades y doblegar al estado mexicano.

“Sin embargo advirtió que el gobierno federal seguirá siendo contundente en la lucha contra los delincuentes y seguirá contribuyendo en este frente común para mantener el estado de derecho y la seguridad de los ciudadanos (esmas.com)”.

Hay Embajador. Hay Secretario.

martes, 23 de noviembre de 2010

La labor intelectual en el presente

Resulta penoso asistir a congresos o conferencias en las que, con una erudición profunda y compromiso incuestionable, se discuten a fondo temáticas oscuras, que, entre más oscuras sean, aparentan tener un mayor nivel de relevancia y profundidad que cualquier otro discurso construido que aporte conocimiento.

Por lo general muchos de estos discursos suelen tener un valor historiográfico que bien los validaría como una pieza digna de museo; pero cuando pretenden actualizarse para ponerlos a discutir con las problemáticas actuales, tanto del pensamiento como de la sociedad, suelen no dar la talla por una cuestión precisamente de la actualidad de los fundamentos y principios sobre los que estos se construyen.

Ejemplos como éste los podemos apreciar a lo largo de la Historia del pensamiento. En concreto se me ocurre el caso de la corriente positivista, que tuvo sus orígenes en el siglo XIX. El positivismo trató encarnizadamente de fundamentar y de ser el discurso legitimador de la ciencia; todo esto con una serie de especulaciones y teorías acerca del lenguaje y los signos en concordancia con la realidad. Teorías y especulaciones que más tarde fueron rebatidas y superadas o que cayeron por su propio peso ante la incompletud e insuficiencia de sus explicaciones.

No obstante, los científicos que se dedicaron a hacer ciencia de manera experimental y no teórica lograron avances significativos. Me resulta curioso y divertido pensar en Tomas Alba Edison al pendiente de las especulaciones de los teóricos científicos para poder continuar con sus experimentos.

Pero no se trata aquí de elevar a la ciencia práctica y experimental sobre la especulativa, sino de darle relevancia y vigencia a las especulaciones y reflexiones. A pesar de las cuestiones ya señaladas aquí, las academias están llenas de teorías y teóricos anquilosados que insisten en repetir y revivir una serie de meditaciones y relatos fantasiosos que bien sirven para generar algún mito de identidad nacional, una postura política o mantener viva una ideología.

Pero cuando se les llama a cuentas, cuando se les exigen razones y argumentos para fundamentar sus postulados y teorías, no se encuentra en sus discursos ni siquiera la pretensión de discutir y abrir su dialogo hacia la periferia en que se asientan otras perspectivas que quizá argumentan con mayor precisión (Cuestión por cierto de fundamental importancia en los procederes actuales de las ciencias, sobre todo las sociales, la de abrir sus disciplinas a la interlocución con otros campos).

El resultado es una discusión críptica y exageradamente erudita, que lo único que logra es pulir los conceptos que se generan sólo en la nucleidad de su campo, pero que impactan escasa o nulamente fuera de su propio circulo. Socialmente, son pensamientos que terminan careciendo de valor.

A mi parecer, y sin pretender encontrar la piedra angular sobre la que se asiente toda reflexión digna de ser importante, un pensamiento sólido debe estar abierto en todo momento a discutir y repensar sus principios fundamentales. Es menester de toda ciencia exigir argumentos y razones, es labor fundamental. Aquel pensamiento que no se abre a repensarse y actualizarse corre el grave riesgo de no elevar el status y quedarse en el rango de ser una simple y burda fantasía.

lunes, 22 de noviembre de 2010

Centenario

Nadie niega que hace 100 años dio inicio la revolución mexicana. Es más difícil, sin embargo, llegar a una conclusión definitiva en cuanto a su culminación: ¿Se dio esta tras la promulgación de una nueva constitución en 1917? ¿Fue la fundación del PNR o la llegada de Cárdenas al poder el fin de la lucha revolucionaria? ¿Llegó la disputa realmente a un punto final?

En los discursos oficiales, revolución mexicana aún se escribe con mayúsculas. Se ha generado un culto patriótico alrededor de la misma, que poco tiene que ver con la realidad. Se nos dice que la revolución terminó con un régimen de desigualdades sociales y de autoritarismo político, pero nadie menciona que el construido posteriormente aumento esas desigualdades y volvió a utilizar las mismas fórmulas de autoritarismo.

La revolución mexicana sirvió para crear una ideología nacional, una idea que se vio reflejada en la construcción de un aparato corporativista que forzó a todos los sectores a contribuir en una dinámica de crecimiento capitalista. Por otra parte, los supuestos ideales de la revolución dieron material a cientos de discursos políticos que hasta la fecha seguimos escuchando, y a la creación de un mito que agradece a la revolución por haber traído a nuestro país la modernidad y la democracia. Hay de aquel que se atreva a cuestionar los beneficios traídos por la revolución, y criticar la democracia en estos tiempos es el equivalente de declararse un asiduo seguidor de Hitler o Stalin.

A los jóvenes, hablar de la revolución mexicana nos dice poco: si bien es cierto que gran parte de la idea de nación existente viene precisamente a partir de ella, tal parece que todos los esfuerzos de las administraciones en los últimos veinte años han estado encaminados a desbaratar dicha nación: la aplicación de políticas económicas completamente opuestas a los preceptos de soberanía nacional proclamados por los caudillos revolucionarios han quedado atrás para dar paso a los nuevos dogmas: los de liberalización de mercados, apertura de fronteras y flexibilización laboral.

El régimen revolucionario proclamaba la necesidad y la importancia de la soberanía del país. Las administraciones que nos han tocado presenciar en las últimas décadas nos han repetido hasta el cansancio que la apertura de nuestras fronteras nos hará crecer como país. En otras palabras, que vender al país poco a poco nos llevará por el mejor de los caminos.

Las condiciones laborales han ido de mal en peor: los sindicatos fueron agentes importantes en la construcción de un aparato de gobierno cuya estrategia era conjuntar esfuerzos para el crecimiento de la economía nacional Ahora, los sindicatos estorban sobremanera a las grandes compañías, sobre todo a las grandes corporaciones extranjeras, y entre peores sean las condiciones laborales, más atractivo resulta el país para la inversión.

No se trata de decir que el régimen establecido tras de la revolución llevaba el rumbo correcto en el manejo del país: simplemente que 100 años después no es necesaria una reflexión muy sesuda para darnos cuenta que hay poco que celebrar.

Hay una cifra que a base de repetición se nos ha quedado grabado, sin demasiada evidencia al respecto: la lucha revolucionaria costó un millón de vidas. Sin lugar a dudas, la mayor parte de estas no fue una consecuencia directa de las acciones de guerra propiamente hablando, sino de las precarias condiciones de vida generadas por la pobreza extrema de gran parte de la población, misma que se reflejaba en la precaria alimentación y los ambientes insalubres. Esto nos dice que las dimensiones de una guerra no se pueden medir solamente por los fallecimientos en combates directos. La guerra actual contra el narcotráfico ha costado ya miles de vidas, pero el creciente empobrecimiento de gran parte de la población se refleja también en las cifras, y el costo en términos económicos y sociales de tan absurda guerra va en aumento.

domingo, 21 de noviembre de 2010

El sujeto revolucionario


La ortodoxia marxista evoca litúrgicamente al proletariado en razón de su hipotética condición revolucionaria única e intransferible. Los apóstoles de la democracia apuestan por el ciudadano civilizado para la transformación gradual y controlada de la sociedad. El empresariado y su inmenso séquito de ideólogos confieren al individuo emprendedor la tarea de enderezar el torcido curso de la humanidad. El evangelista y su ejército de prosélitos reivindican la voluntad mesiánica de un tal “Señor padre celestial” como agente inalienable –aunque diferido– de cambio. Los sacerdotes de la felicidad y la auto-ayuda delegan la responsabilidad del cambio colectivo al “individuo a priori”.

En fin, la lista de propuestas relativas a la salvación humana y el cambio social es interminable. Todas presumen de una suerte de “receta revolucionaria”. Y, con arreglo a esta fórmula, los delegados de las distintas corrientes elaboran manuales estratégicos que exigen veneración y exclusividad a sus respectivos adherentes.

Nadie pone en duda la eficacia ideológica de las panaceas referidas. Ni, mucho menos, su formidable capacidad para aliviar almas en incontenible pena. Pero, ¿qué tan plausibles, certeros y efectivos son los diagnósticos y antídotos que anuncian y vitorean?

Las grandes revoluciones han traído consigo grandes cambios. Empero, curiosamente ninguna de ellas ha sido capaz de cambiar en lo esencial el mundo: la opresión, la miseria material e intelectual, la violencia, el fanatismo, el despotismo, el terror, siguen intactos, incluso en aumento. El principio “lampedusiano” (“si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie”) sigue cosechando triunfos incontestables.

Parece justo traer a colación esta cruda y axiomática realidad en la presente coyuntura conmemorativa (Centenario de la Revolución Mexicana).

Cien años han transcurrido desde la histórica ocasión en la que el pueblo mexicano se levantó en armas en contra del otrora uno por ciento de las familias que poseía y controlaba el noventa por ciento de las tierras cultivables. En la actualidad son diez o quince familias las que determinan el proceder político y social de más de cien millones de mexicanos. En términos proporcionales la situación es análoga. El actual liberalismo tecnocrático es el equivalente al positivismo científico de la era porfiriana. El trabajo parcialmente asalariado y flexible en vigencia no es tan distinto del salario rural y las tiendas de raya de la época pre-revolucionaria: explotación humana con nuevas modalidades, pero explotación al fin.

Si las tendencias seculares indican que los cambios han devenido en más de lo mismo, entonces ¿quién(es) será(n) el agente o sujeto capaz de revertir esta crónica, fatal y fatídica trayectoria del hombre?

El abanico de grupos minoritarios/marginales es formidablemente extenso. La sabiduría popular afirma que “la unión hace la fuerza”. A mi juicio, solo un conglomerado de múltiples grupos y microcosmos solidariamente vinculados conseguiría modificar este sinuoso rumbo. En todo caso ya no se puede hablar de un sujeto, en singular, sino de sujetos, en plural.

Después de tantos fracasos, desilusiones y frustraciones colectivas y planetarias, el único proyecto humano plausible y deseable es uno de características universal y particularmente valederas, legítimas.

Si bien la realización de ese “otro” mundo es incierta e impredecible, lo cierto es que tampoco es imposible. La palabra última la tendrán los “sujetos”.

Los muros


“Defiende tu derecho a pensar. Pensar equivocándote es mejor que no pensar”.
- Hipatía, mujer hereje de la escuela de Alejandría que enseñaba a dudar y a preguntar

Soy como los gatos que caigo de pie n mis Aquelarres. Dicen que el hablar es plata y el silencio es oro, es más, el paso a las cosas sublimes o a hechos trascendentales, deben pasar por un silencio puro, pero por estos tiempos de pena y olvido, permíteme, lector, romper ese silencio sabio y prudente, y porque no lo recuerdo porque no lo he olvidado: la caída del muro del Muro de Berlín. Tal vez como lo enfoque entre en contradicción con un despistado; pero en ella se encuentra el todo y la nada, la vida y la muerte, lo cercano y lo lejano, el antes y el después de lo acontecido. Voy al grano:

Por fin el 9 de noviembre de 1989 el Muro en Berlín que merecía caer, cayó. Al son de la Novena Sinfonía de Beethoven, en 1961 se alzó tal Muro; y cantándola, en 1989, el Muro que partía en dos a Berlín, la furia popular lo hizo caer.

(Dicen los que de esto saben, que por su sordera, Beethoven jamas escuchó una sola nota de su Novena Sinfonía –“Napoleónica” en principio”–, y la muerte impidió supiera de las aventuras y desventuras de su obra maestra: El príncipe Bismarck proclamó que inspiraba a la raza humana; y Lenin la sintió más revolucionaria que la Internacional; mientras Bakunin escuchó en ella la música de la anarquía, cantada y tarareada por los que resistían la embestida alemana; y también por Hitler quien dijera que Beethoven era el verdadero fuhrer, en una rara e insólita modestia; para el gobierno nazi Von Karajan la dirigió en concierto, consagrando con ella la unidad de la Europa libre; y con el acompañamiento de la Novena, los japoneses morían por su Emperador, y también la cantaban los combatientes que dieron su vida peleando con todos los imperios; fue cantada por Paul Robenson contra el racismo, mientras los del Africa del Sur la usaron de música de fondo en la propaganda del apartheid...)

Si mal no recuerdo, en una viñeta, Eduardo Galeano dijo: El muro (del que te hablo, lector) no cae solo. Con él se derrumban los regímenes que empezaron anunciando la dictadura del proletariado, y terminaron ejerciendo la dictadura de los funcionarios. Con el derrumbe de este Muro, otros brotaron en el mundo mucho más grandes que el de Berlín, hablando poco o casi nada de ellos: el Muro de Cisjordania, perpetuando la ocupación israelí en Palestina; el Muro de Marruecos, levantado por el reino marroquí, amurallando la patria saharaui; pero ya no vayamos tan lejos, poco o nada de nada se habla del Muro que Estados Unidos sigue levantando en la frontera mexicana (siempre he dicho que los gringos no tienen amigos, solo socios; y que en vez de niña en los ojos, el signo de dólar).

Termino: La memoria de la gente es hostia (¿quien recuerda la caída del Muro de Berlín, y lo que con su elevación implicó?), pero es la cosa más inútil que puedas imaginarte. Se parece a un cajón lleno de choradas. ¡Y pensar que las cosas más importantes de vida diaria las vamos olvidando una a otra! (Haruki Murakani).

jueves, 18 de noviembre de 2010

La herencia de la revolución mexicana

Los cien años del inicio del movimiento social conocido por la historia oficial como la revolución mexicana me obliga a reflexionar sobre su doble significado: la idea de el triunfo del nacionalismo y del estado de bienestar, piezas claves para renovar el rol económico subordinado, sobre todo de Estados Unidos; por el otro, la participación popular inscrita para siempre en la memoria colectiva de las mayorías.

El triunfo de la fracción constitucionalista significó el realineamiento del país en el sistema mundo, estableciendo una relación mucho más cercana con los vecinos del norte, que estaban cerca de convertirse en el estado hegemónico, lo que se tradujo en el paulatino sometimiento que ha desembocada en una franca anexión de hecho. Con ello se demostró que el nacionalismo fue una trampa ideológica para cohesionar el apoyo popular en torno a un proyecto elitista y excluyente, apoyado en un estado de bienestar que hoy es sólo un recuerdo. Por eso le resulta incómodo el festejo a Calderón y sus amigos pero a los priístas también se les indigesta, concentrados en mantener viva la herencia salinista, que declaró muerta a la revolución en aras de instaurar el neoliberalismo.

La desaparición del ejido, el apoyo a la educación privada en detrimento de la pública y la ofensiva despiadada contra los derechos de los trabajadores en las últimas tres décadas demuestran claramente que se ha dado vuelta a la página de la historia. Sin embargo, el estado no puede cancelar los festejos pues sería riesgoso ignorar el valor que la mayoría de la sociedad mexicana le atribuye al conflicto social, que provocó más de un millón de muertos. Lo festejan a regañadientes, tergiversando los hechos y tratando de manipular la memoria colectiva para eliminar la idea de que los movimientos sociales son el motor del cambio social, la expresión más acabada de las aspiraciones de las y los mexicanos.

Y es esa herencia la que quiero enfatizar aquí. El significado fundamental de la llamada revolución estriba en la certeza de que la participación política de las mayorías es fundamental para definir el rumbo de una república, para el mantenimiento de la salud pública. La división del norte y el zapatismo fueron la expresión más clara de los ideales populares y hoy representan el pilar de la memoria colectiva de este país.

Por lo tanto, conmemorar el centenario del alzamiento popular iniciado en 1910 tiene que colocar en el centro del análisis la intervención de los trabajadores del campo y la ciudad en la cosa pública, su derecho a tener derechos, sus aspiraciones de construir una sociedad más justa y humana. Reivindicar esa herencia es el mejor homenaje que le podemos hacer a todos los que participaron en la bola; manteniendo vivos sus ideales, sus convicciones podremos reconfigurar el destino de nuestra sociedad. De otro modo seguiremos a la deriva, amarrados al barco decadente de los Estados Unidos que nos llevará a olvidar quiénes somos y para donde queremos ir. Por eso este veinte de noviembre habrá que gritar con fuerza ¡Viva Emiliano Zapata! ¡Viva Francisco Villa!

miércoles, 17 de noviembre de 2010

¿Dónde hacer negocios?

Parece que la situación de creciente violencia que enfrenta el país poco afecta cuando de hacer negocios se trata. Dar una cifra exacta en cuanto al número de decesos se vuelve imposible, gracias en gran parte a la absoluta transparencia con la que se manejan las noticias en nuestro país, pero hablamos de decenas de miles de muertos en lo que va del brillante sexenio de Calderón, que en este sentido ha demostrado ser progresista como pocos.

No obstante, el Banco Mundial en su más reciente publicación del índice internacional Doing Bussines (haciendo negocios), una medición supuestamente objetiva de la actividad empresarial en cada nación del orbe, coloca a nuestro país en el envidiable lugar 35 del mundo. No parecerá mucho, pero es el mejor situado de toda Latinoamérica, por encima incluso de las llamadas potencias emergentes como Brasil, India, China y Rusia.

Aunque lo ideal sería pensar que esto es una muestra de los innegables procesos de modernización y progreso en el país y de las políticas económicas de corte neoliberal sabiamente impuestas por nuestros gobernantes, así como de la inserción de México en el panorama mundial de la economía, y una señal inequívoca de que saldremos adelante de estas crisis económica, financiera, de gobernabilidad y narcoterrorista en las que se encuentra ahogado el país en estos días, la realidad es otra bastante diferente:

El posicionamiento de México en tan prestigiada posición no es más que un indicador del arduo trabajo que en materia de política económica y fiscal han emprendido esta y las anteriores administraciones: un arduo trabajo dirigido a beneficiar y a proteger a, oh sorpresa, aquellos que poseen los recursos necesarios para invertir en el país y ven en México una posibilidad de multiplicar sus ganancias.

Y cómo no, si las prioridades de nuestros gobiernos se vuelven explícitas ante publicaciones como la que nos ocupa: los derechos de las grandes empresas transnacionales y de los pocos dueños del dinero están por encima de los derechos de los miles a los que emplean, con salarios y prestaciones, si es que hay alguna, de risa en la mayoría de los casos; la poca clase media restante en el país está obligada a cargar con el grueso de las recaudaciones fiscales, mientras que aquellos privilegiados gozan de grandes concesiones en la materia, todo en aras de la nueva panacea universal: el crecimiento económico.

Un breve ejemplo: el Banco Mundial afirma que uno de los grandes aciertos de la administración de Calderón es la liquidación de aquella empresa anquilosada, corrupta e ineficiente que era Luz y Fuerza del Centro, junto a su sindicato igualmente corrupto, caciquil y alcahuete.

Puesto en otras palabras: los contratos colectivos de trabajo, como el que tenía el SME, representan un obstáculo para la explotación de los trabajadores y frenan el ritmo de ganancias que una empresa podría mantener; dejar a miles de personas sin trabajo es, bajo la óptica del Banco Mundial, evidencia irrefutable de lo bien que trabaja el gobierno mexicano. Claro está, la desaparición de Luz y Fuerza junto con su sindicato permitió un negocio de miles de millones de pesos (la concesión de una extensa red de fibra óptica que permite ofrecer los servicios de triple play, de la que seguramente algunos bolsillos salieron bastante inflados).

¡El mejor lugar de América Latina para hacer negocios! Seguramente, y no por que las pacíficas condiciones del país garanticen la seguridad de aquellos que, con ánimos emprendedores, vengan al país buscando una mina de oro. México es un buen lugar para hacer negocios, porque las decisiones que se toman en materia económica tienen un solo objetivo: garantizar que la acumulación de capital mantenga su ritmo y lo incremente de ser posible, aún sea a costa de los bolsillos de los propios mexicanos.

martes, 16 de noviembre de 2010

Continuidad y Ruptura

Permanentemente nos debatimos entre la continuidad y la ruptura. Esta disyuntiva es un axioma universal e imperecedero: “Ser ó no ser, esa es la cuestión” (Shakespeare). A veces son las circunstancias externas, fuera del control de uno, las que obligan a quebrantar un curso de vida proyectado. Y en ocasiones uno mismo procura el cambio intencionadamente (aunque se trate de un proceso aparentemente inconsciente).

Ciertas situaciones límite, extremas, pueden provocar el aborto de la continuidad, para bien o mal. Hace unos días, en medio de una calurosa discusión sobre la lúgubre situación que vive el país, un camarada hizo una observación, a mi juicio, revolucionaria: “para como está el país, estar vivo está chido”.

Confiésole, lector, que esta acotación subvirtió el esquema de un servidor, y condujo irremediablemente a una determinación insospechada, a un vuelco brusco, a una abrupta fractura de la continuidad.

Dice por ahí un refrán que “el optimista ve en toda calamidad una oportunidad; y el pesimista ve en toda oportunidad una calamidad.” Aunque se escuche como receta de los ilustres Carlos y Cuauhtémoc (¿o acaso es uno mismo?) considero que la aseveración goza de una suerte de inmunidad frente a posibles objeciones, pues todos, más de una vez, hemos tenido la oportunidad de verificar la autenticidad de tal sentencia.

Palabras más, palabras menos. Al punto que quiero llegar es el siguiente: Hay una relación dialéctica, una reciprocidad insoslayable, una complicidad inexorable, entre la continuidad y la ruptura. El secreto consiste en no caer en la “nada”. Continuidad y ruptura. Ruptura y continuidad. Pero nunca la “nada”.

Al escribir esto me viene a la mente un fragmento de la novela del polaco Witold Gombrowicz, Cosmos, en el que uno de los personajes secundarios condensa en tres oraciones el resumen de su vida y la de aquellos que inútilmente le rodean: “En verdad ‘nada’, y precisamente eso es lo que uno hace durante toda la existencia. El hombrecito se levanta, se sienta, habla, escribe... y nada. El hombrecito compra, vende, se casa, no se casa... y nada. Sentaditintín sobre un tronquitintín... y nada. Aire.”

La comodidad es la ‘nada’; la condescendencia es la ‘nada’; el auto-engaño es la ‘nada’; el temor es la ‘nada’; la rutina ciega es la ‘nada’; la espera es la ‘nada’; un libro de auto-ayuda es la ‘nada’; un viaje todo incluido es la ‘nada’; un plan a 6 meses sin intereses es la ‘nada’; un baño con jacuzzi es la ‘nada’; un paseo dominical en el supermercado es la ‘nada’; una tarde en facebook es la ‘nada’; un espectáculo en palco es la ‘nada’; un vuelo en clase ejecutiva es la ‘nada’.

Continuidad y ruptura. El dilema es legítimo siempre y cuando esté en juego la vida, o para ser más preciso, la existencia.

Recupero las expresiones populares en la voz de una mujer anónima: “Siempre será preferible cagarla, a no intentarlo nunca”.

Continuidad y ruptura. No hay gran cosa que perder, máxime en estos tiempos decadentes y aciagos. Al final de cuentas, refinado lector, “estar vivo está chido”.

sábado, 13 de noviembre de 2010

I. Wallerstein: una política de izquierdas para una época de transición

La versión que presentamos aquí, autorizada y supervisada por el autor, es traducción del original que ha editado en inglés el Fernand Braudel Center: (http://www.fbc.binghamton.edu/iwleftpol2.htm).
Traducido por Ignacio Reyes García
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Por Immanuel Wallerstein, Sociólogo


En 1999, di una conferencia sobre la actual política de izquierda en el Caucus for a New Political Science (2), en la que resumí la situación actual de la izquierda mundial de la siguiente forma:

1) Tras 500 años de existencia, el sistema capitalista mundial está, por primera vez, en una verdadera crisis sistémica, y nos encontramos en una época de transición.

2) La salida a esta situación es intrínsecamente indeterminada, pero, no obstante, por primera vez en 500 años existe una verdadera perspectiva de cambio fundamental, que puede ser progresivo, pero no necesariamente.

3) En esta coyuntura, el principal problema para la izquierda mundial es que la estrategia para la transformación del mundo, desarrollada en el siglo XIX, está hecha trizas, y, por consiguiente, se actúa con inseguridad y debilidad en el marco de un generalizado estado de depresión.

Tomaré estas tres afirmaciones como supuestos que no puedo argumentar aquí, aunque ya lo he hecho de forma extensa en otro lugar (3), y me centraré en sus implicaciones para una estrategia de izquierdas durante los próximos 10-20 años. La primera implicación es que no hemos sido derrotados globalmente. El derrumbe de la Unión Soviética no fue un desastre para la izquierda mundial. Ni siquiera estoy seguro de que pueda considerarse un revés.

No sólo nos liberó de forma colectiva del respetuoso temor hacia la estrategia y la retórica leninistas, obsoletas, sino que también impuso una enorme carga sobre el centro liberal mundial, que perdió el apoyo estructural que, de hecho, recibió de los movimientos leninistas, que habían controlado el radicalismo popular durante mucho tiempo por medio de sus garantizados ”brillantes mañanas” a alcanzar por la vía de un presente desarrollo leninista(4).

Ni siquiera creo que la ofensiva global del neoliberalismo y la llamada globalización hayan estrangulado nuestras posibilidades. Por un lado, se trata de una exagerada propaganda que no sobrevivirá a la deflación que se aproxima. Por otro, engendrarán, han engendrado, su contratoxina. Además, estructuralmente hablando, en la actualidad el capitalismo mundial no goza de una ”nueva economía”, sino que está en mal estado.

Déjenme resumir mi posición sin argumentarla, por cuestiones de tiempo y espacio(5). Además de las dificultades políticas causadas por el derrumbamiento del leninismo y el final de la Guerra Fría, el capital se mueve hacia tres asíntotas estructurales que obstaculizan irremediablemente su capacidad de acumulación:

1) la desruralización del mundo, que pone fin a su capacidad de control sobre el crecimiento de la proporción entre los salarios y valor total mundial creado;

2) los límites ecológicos de la contaminación y del uso de recursos no renovables, que limita la capacidad del capital para reducir los costes de los inputs por medio de su externalización continuada;

3) el proceso de democratización que se extiende por todo el mundo, evidenciado por las presiones populares siempre al alza en cuanto a gastos en salud, educación e ingresos garantizados a lo largo de toda la vida, lo que ha creado una constante presión impositiva ascendente en tanto que porcentaje del valor mundial creado.

Ciertamente, el capital intenta reducir estas presiones estructurales en todo momento. En eso ha consistido la ofensiva neoliberal de los últimos veinte años. Pero la curva a largo plazo actúa como un trinquete ascendente. Aunque regularmente consiguen reducir esas presiones, la disminución es siempre inferor al incremento provocado por el siguiente impulso ascendente. Para luchar contra esto, predican la denominada TINA (There is no alternative, o, en castellano, no hay alternativa), tratando de reducir la voluntad de poner en marcha una contrapolítica. Esto tampoco es nada nuevo. Gareth Stedman Jones, intentando explicar la relativa estabilidad política a finales del siglo XIX en Gran Bretaña, lo atribuyó a la ”manifiesta inevitabilidad del capitalismo” y a su ”manifiesta invulnerabilidad”(6). La I Guerra Mundial echó por tierra tales sentimientos, al menos por un largo tiempo. Ahora están siendo resucitados, o, al menos, la derecha lo está intentando.

Si estamos buscando una estrategia de izquierda para el siglo XXI, primero debemos recordar cuál ha sido esa estrategia. La estrategia de la izquierda desarrollada durante la segunda mitad del siglo XIX y vigente hasta que fue más o menos rechazada en el último tercio del siglo XX (simbólicamente, podríamos hablar del período 1848-1968), fue, evidentemente, la denominada estrategia en dos etapas: primero, obtener el poder estatal; después, transformar el mundo. Deben hacerse tres observaciones sobre esta estrategia:

- probablemente, era la única posible por aquel entonces, puesto que los movimientos con cualquier otra clase de estrategia podrían ser simplemente aplastados por el uso del poder estatal;

- fue adoptada por todos los principales movimientos, tanto las dos ramas del movimiento socialista mundial, socialdemócratas y comunistas, como los movimientos de liberación nacional;

- la estrategia fracasó porque tuvo éxito. Los tres tipos de movimientos llegaron al poder en casi todos los lugares durante el período 1945-1970, y ninguno de ellos fue capaz de cambiar el mundo, lo cual condujo a la profunda desilusión actual ante esta estrategia, y provocó, como resultado sociosicológico, un fuerte antiestatalismo (7).

Desde 1968, diversos movimientos, viejos y nuevos, han puesto a prueba muchas estrategias alternativas, y además tuvo lugar un saludable cambio en las relaciones entre los movimientos antisistémicos, disminuyendo considerablemente las mortíferas denuncias mutuas y las feroces luchas de antaño, evolución positiva que hemos subestimado. Quisiera ahora sugerir algunas posibles líneas a lo largo de las cuales podríamos desarrollar la idea de una estrategia alternativa.

(1) Extender el espíritu de Porto Alegre. ¿Cuál es ese espíritu? Lo definiría como la convergencia no jerárquica de la familia mundial de los movimientos antisistémicos para ejercer presión en favor de: (a) la claridad intelectual, (b) acciones militantes basadas en la movilización popular que puedan ser vistas de forma inmediata como útiles para las vidas de las personas, (c) las tentativas de proponer, a más largo plazo, cambios más fundamentales.

Son tres elementos cruciales del espíritu de Porto Alegre. Se trata de una estructura difusa, más o menos similar a lo que Jesse Jackson denomino ”la alianza del arco iris”. Es una estructura que, sobre bases no meramente simbólicas, ha agrupado a escala mundial a movimientos del Sur y del Norte. Se trata de una estructura militante, tanto intelectual (no pretende alcanzar un consenso global con el espíritu de Davos) como políticamente (en el sentido que los movimientos de 1968 eran militantes). Naturalmente, tendremos que ver si un movimiento mundial difusamente estructurado puede mantenerse unido en algún sentido significativo y por qué medios puede desarrollar sus tácticas de lucha. Pero su propia flexibidad hace más difícil su liquidación y alienta la neutralidad vacilante de fuerzas centristas.

(2) Utilizar tácticas electorales defensivas. Si el mundo de la izquierda se implica en tácticas militantes extraparlamentarias y difusamente estructuradas, se plantea inmediatamente la cuestión de nuestra actitud hacia los procesos electorales. Pensar que son cruciales o que son irrelevantes lleva a tener que elegir entre Scylla y Charybdis. Las victorias electorales no transformarán el mundo, pero no pueden ser despreciadas. Son un mecanismo esencial para proteger las necesidades inmediatas de las poblaciones del mundo contra las agresiones en busca de ganancias. Hay que tratar de obtenerlas para minimizar el daño que puede ser infligido por la derecha a través del control de los gobiernos de todo el mundo.

Sin embargo, esto hace de las tácticas electorales un asunto totalmente pragmático. Una vez que dejamos de pensar en la obtención del poder como una forma de transformar el mundo, dichas tácticas se convierten en un asunto relacionado con el ”mal menor”, y la decisión de cuál es el menor de los males tiene que ser tomada caso a caso y momento a momento. Depende, en parte, de cuál es el sistema electoral. Un sistema mayoritario, ”el que gana se lleva todo”, debe ser abordado de forma diferente a uno con dos vueltas o proporcional. Pero la regla general que nos guíe tiene que ser la ”izquierda plural”, lema actual en Francia y que en América Latina se ha denominado frente amplio. En la izquierda mundial existen muchas y diferentes tradiciones de partido e incluso de ”subpartido”. La mayoría de estas tradiciones son reliquias de otra época, pero mucha gente todavía sigue votando de forma acorde con ellas. Dado que las elecciones son un asunto pragmático, es crucial crear alianzas que respeten dichas tradiciones, aspirando a obtener el 51% de los votos. ¡Pero no bailemos en las calles cuando ganemos! La victoria electoral es simplemente una táctica defensiva.

(3) Promocionar incesantemente la democratización. La demanda más popular en los Estados de todo el mundo es ”más”. Más educación, más salud, más garantías de contar con ingresos asegurados durante toda la vida. Esto no solamente es popular: es también inmediatamente útil en las vidas de la gente. Y reduce los márgenes para la acumulación incesante del capital. Estas demandas deben ser expuestas a viva voz, continuamente y en todas partes. Nunca será excesivo hacerlo.

Claro está que la ampliación de todas estas funciones del ”estado del bienestar” siempre plantea problemas respecto a la eficiencia del gasto, a la corrupción, a la creación de burocracias demasiado poderosas e irresponsables. Son problemas que debemos estar dispuestos a abordar, pero nuca debemos cejar en la reivindicación básica del más, mucho más.

Los movimientos populares no deberían ahorrar estas demandas a los gobiernos de centroizquierda que ellos han elegido. Aunque estos gobiernos nos resulten más ”amistosos” que un gobierno claramente de derechas, eso no significa que debamos arrojar los guantes de pelea. Al presionar a los gobiernos ”amigos”, se empuja también hacia el centroizquierda a fuerzas derechistas de la oposición. Sin presión, los gobiernos de centroizquierda se deslizan hacia posiciones de centroderecha. Aunque ocasionalmente puedan existir circunstancias especiales que aconsejen obviar estos truismos, la regla general en lo que a democratización se refiere es más, mucho más.

4) Forzar a que el centro liberal cumpla con sus preferencias teóricas. Es decir, forcemos el ritmo del liberalismo. Rara vez el centro liberal quiere aquello que proclama o practica lo que predica. Tomemos algún tema evidente, como, por ejemplo, la libertad. El centro liberal solía denunciar con regularidad a la URSS, porque no permitía la libre emigración. Pero, por supuesto, la otra cara de la libre emigración es la libre inmigración. No es muy útil poder salir de un país a menos que se pueda ir a alguna otra parte. Debemos presionar para conseguir fronteras abiertas.

El centro liberal reivindica regularmente mayor apertura comercial y mayor libertad empresarial, manteniendo al gobierno alejado de la toma de decisiones empresariales. La otra cara de esto es que los empresarios que fracasan en el mercado no deberían ser salvados. Cogen los beneficios cuando tienen éxito; así que deben acarrear con las pérdidas cuando fracasan. Se dice a menudo que salvar a las compañías es salvar empleos. Pero hay maneras mucho más baratas de salvar empleos, como pagar el subsidio de paro, promover la formación y el reciclaje o, incluso, fomentar nuevas oportunidades de empleo, opciones que no implican cargar con las deudas del empresario fracasado.

El centro liberal insiste regularmente en que el monopolio es algo malo. Pero la otra otra cara de esto sería la abolición o fuerte limitación del sistema de patentes, y la no implicación del gobierno en la protección de industrias frente a la competencia extranjera. ¿Esto dañaría a las clases trabajadores en las zonas nucleares del sistema? No necesariamente, si el dinero y la energía se invierten en intentar conseguir una mayor convergencia mundial de los niveles salariales.

Los detalles de la propuesta son complejos y hay que discutirlos. La cuestión, sin embargo, radica en no permitir que el centro liberal mantenga su retórica, y coseche los beneficios de ello, sin pagar los costes de sus propuestas. Además, el verdadero modo político de neutralizar la opinión centrista es hacer referencia a sus ideales, no a sus intereses. Hacer demandas basadas en su retórica es una manera de apelar a los ideales de los elementos centristas, en vez de hacerlo a sus intereses.

Finalmente, debemos tener siempre en cuenta que un buen aprovechamiento de las ventajas de la democratización no está al alcance, o lo está en menor grado, de los estratos más pobres, debido a las dificultades que tienen a la hora de sortear los obtáculos burocráticos. Recupero la propuesta formulada, hace unos 30 años, por Cloward y Piven: hay que ”reventar los escalafones”, es decir, movilizarse en las comunidades más pobres de modo que éstas puedan hacer pleno uso de sus derechos legales(8).

5) Hacer del antirracismo la medida definitoria de la democracia. La democracia se define por tratar a toda la gente de una misma manera, en términos de poder, de distribución y de oportunidades para la realización personal. El racismo es el modo primario de distinguir entre aquellos que tienen derechos (o más derechos) y aquellos que no tienen derechos o tienen menos. El racismo define a los grupos y ofrece simultáneamente una justificación torticera para la práctica. El racismo no es una cuestión secundaria, ni a escala nacional ni a escala mundial. Es el modo por el cual la promesa de criterios universales formulada por el centro liberal es minada sistemática, deliberada, y constantemente.

El racismo está generalizado a través del actual sistema-mundo. No hay rincón del planeta en el que no esté como una característica central de la política local, nacional y mundial. En su discurso a la Asamblea Nacional Mejicana (29/3/2001), la comandante Esther del EZLN dijo:

Los blancos (ladinos) y la gente rica se burlan de nosotras, mujeres indígenas, por nuestra forma de vestir, por nuestra forma de hablar, por nuestro idioma, por nuestra forma de rezar y curar, y por nuestro color, que es el color de la tierra que nosotras trabajamos(9).

Continuó su intervención en favor de la ley que garantizaría la autonomía de los pueblos indígenas, diciendo:

Cuando los derechos y la cultura de los pueblos indígenas sean reconocidos… la ley comenzará a acercar su hora y la hora de los pueblos indígenas… Y si hoy somos mujeres indígenas, mañana seremos los otros, hombres y mujeres que son asesinados, perseguidos o encarcelados debido a su diferencia.

6) Avanzar hacia la desmercantilización. La peor del sistema capitalista no es la propiedad privada, que es simplemente un medio, sino la mercantilización, que es el elemento esencial en la acumulación de capital. Hoy, el sistema-mundo capitalista no está plenamente mercantilizado, aunque hay esfuerzos para conseguirlo. Pero de hecho podríamos movernos en otra dirección. En vez de transformar universidades y hospitales (tanto si son propiedad estatal o de titularidad privada) en instituciones lucrativas, deberíamos estar pensando en cómo podemos transformar las fábricas de acero en instituciones no lucrativas, es decir, estructuras autosostenidas que no pagan dividendos a nadie. Este es el rostro de un futuro más esperanzador que, de hecho, podría comenzar ahora.

7) Recordar siempre que estamos viviendo una época de transición del actual sistema-mundo a algo diferente. Esto significa varias cosas. No deberíamos dejarnos arrastrar por la retórica de la globalización o por las peroratas derrotistas basadas en la TINA. No sólo existen alternativas, sino que la única alternativa realmente inexistente es la continuación de nuestras actuales estructuras.

Durante 20, 30 o 50 años habrá una lucha inmensa en torno a cuál será el sistema sucesor, y su resultado es intrínsecamente indeterminado. La historia no está a favor de ninguna parte. Depende de lo que lo hacemos, lo que ofrece una gran oportunidad para la acción creativa. Durante la vida normal de un sistema histórico, incluso los grandes esfuerzos transformadores (también llamados ”revoluciones”) tienen limitadas consecuencias, ya que el sistema genera grandes presiones para recuperar su equilibrio. Pero en el ambiente caótico de una transición estructural, las fluctuaciones llegan a ser salvajes y pequeños impulsos pueden tener grandes consecuencias favoreciendo una u otra rama de una bifurcación. Este es el momento en el que la acción puede resultar especialmente operativa.

El problema principal no es la organización, por importante que sea. El problema clave es la lucidez. Las fuerzas que desean cambiar el sistema a fin de que nada cambie, para que surja un sistema diferente pero igualmente o aún más jerárquico y polarizador, tienen dinero, energía e inteligencia a su disposición. Vestirán los falsos cambios con ropas atractivas. Solamente un cuidadoso análisis nos librará de caer en sus muchas trampas.

Utilizarán lemas con los que no podamos discrepar, como los derechos humanos. Pero les darán un contenido que mezcle algunos elementos altamente deseables con otros muchos que perpetúen la ”misión civilizadora” de los poderosos y privilegiados sobre los ”no civilizados”. Debemos diseccionar cuidadosamente sus propuesatas y desenmascarar sus faroles. Si un procedimiento judicial internacional contra el genocidio es deseable, entonces debe aplicarse a todo el mundo, no únicamente al débil. Si las armas nucleares o la guerra biológica son peligrosas, incluso bárbaras, entonces ningún poseedor de tales armas es digno de confianza.

En la incertidumbre inherente al mundo, en sus momentos de transformación histórica, la única estrategia plausible para la izquierda mundial es la búsqueda militante e inteligente de su objetivo básico: la consecución de un mundo relativamente democrático, relativamente igualitario. Tal mundo es posible. No es seguro que llegue a ser realidad. Pero no es imposible.

NOTAS.

1. Conferencia en la Socialist Scholars Conference, New York City, 13 de abril de 2001.

2. Fue publicado como: ”A Left Politics for the 21st Century? o, Theory and Praxis Once Again”, en New Political Science, XXII, 2 de junio de 2000, pág. 143-159.

3. Además del anterior artículo en New Political Science, vea Utopística, o las opciones históricas del siglo XXI (Mexico: Siglo XXI de Mexico, 1998).

4. Discuto esto detalladamente en Después del liberalismo (Siglo XXI, UNAM, México, 1996)

5. Ver, para la cuestión expuesta, ”¿Globalización o era de transición? Una visión a largo plazo de la trayectoria del sistema-mundo”, en Casa de las Américas, nº 219, abril-junio 2000, pp. 14-25, y en Revista de la Universidad de San Carlos de Guatemala, año 1, nº 8, abril-junio 2000, pp. 10-14.

6. Languages of Class, Cambridge: Cambridge Univ. Press, 1982, pág. 74.

7. Ver este análisis con mayor detalle en Giovanni Arrighi, Terence K. Hopkins y Immanuel Wallerstein, Movimientos antisistémicos, Madrid, ed. Akal.

8. Frances Fox Piven & Richard A. Cloward concluyen su libro sobre bienestar público así: ”en ausencia de reformas económicas fundamentales, creemos que reventar los escalafones es la reforma verdaderamente relevante, que debería ser defendida y ampliada. Incluso ahora, no reciben ningun ayuda cientos y miles de familias empobrecidas con derecho a los servicios de asistencia” Regulating the Poor: The Functions of Public Welfare, Nueva York, Pantheon, 1971, pág. 348 (versión original en cursiva).

9. http://www.ezln.org/marcha/20010320.htm

Tomado de http://aquevedo.wordpress.com/

¿Gracias de qué?

No será dicho nada que no haya sido ya ampliamente publicado y difundido en distintos medios de comunicación en todo el país; pero lamentablemente las protestas manifestadas no alcanzan a repercutir como se quisiera en los proyectos de nuestro gobierno, por lo que no quedara más que seguir repitiendo las quejas, sobre todo para aquellos que se empeñan en seguir dándonos atole con el dedo.

El nivel de cinismo alcanzado por nuestros políticos y gobernadores no tiene precedentes, tampoco parece tener fin ni llenadero. Las infames mentiras y fantasías que hablan de los logros y avances hacia los que nos encaminamos sólo se hacen verdad gracias a la constante repetición boletinada en medios de comunicación: “di mil veces una mentira y se convertirá en verdad”.

La verdad habla por sí sola y cada vez más la figura del político se convierte en una figura devaluada y desgastada que sólo es admirada por aquellos que al igual aspiran crecer y desarrollarse en el espinoso mundo de la política. El más claro y común ejemplo del arribismo.

La realidad nos dice otra cosa: México es un país sin un proyecto de nación, sin objetivo ni beneficio para sus ciudadanos. Mientras la gran mayoría de los países de Sudamérica han entendido que el rumbo consiste en ser económicamente independientes, México, teniendo una gran riqueza natural, sigue pensando que el beneficio consiste en dejar que alguien más lo explote y aproveche.

¿Cuándo se empezará a pensar en otros términos de producción que no sean los del capitalismo bárbaro? ¿En qué lógica económica gana más aquel que tiene materias y primas y no las transforma? ¿Acaso no es claro el ejemplo de países como China, Brasil e India que han salido adelante con el esfuerzo y el trabajo propio? ¿Por qué México se empeña en seguir un rumbo distinto?.

Súmele a los problemas económicos el grave problema de la violencia, que se desprende como consecuencia de estos. La grandiosa idea de la guerra contra el narco no deja otra cosa que pensar más que se han imitado burdamente las políticas militares de los Estados Unidos. En esta versión, claro está, enfocándose a un enemigo interno. Las ganancias sólo pueden ser patentes para la industria armamentista. El costo: Muchas vidas inocentes.

Ante este panorama nos queda claro que al servidor público le importamos poco. El burócrata se alza sobre las masas, al más puro estilo de un status ontológico medieval que nos diferencia como nobles o plebeyos. De esta manera se nos suele considerar como a cualquier puerco o res al que se puede sacrificar en el momento que sea necesario.

Guerra, hambre, desempleo, muerte, extorsión, terrorismo e indignación… ¿Qué de esto se puede agradecer?

jueves, 11 de noviembre de 2010

La violencia social en México. Causas y consecuencias II



La militarización impulsada por el gobierno de Calderón amplió la violencia social que sufrimos y tiene un doble propósito: mantener un clima de terror que facilite la embestida contra los derechos de los trabajadores y de la sociedad en su conjunto así como darle una razón de ser a su gestión. En todo caso, habrá que admitir que el hecho de que el ejército esté en las calles no es el origen de la violencia aunque es evidente que la ha magnificado.

Una segunda causa de la violencia es el debilitamiento de los Estados Unidos como potencia hegemónica mundial lo que ha provocado que prefieran las soluciones de fuerza a la ampliación de consensos. En la medida en que el poder económico y político estadounidense decrece, sus dirigentes se ven obligados a echar mano de las armas para mantener su posición de privilegio. El anuncio de la instalación de siete bases militares en Colombia para contener las aspiraciones geopolíticas de Brasil y presionar a los gobiernos de Venezuela y Bolivia debe ser interpretado desde esa perspectiva. En el caso mexicano, el narcotráfico resulta un excelente pretexto para exigirle una mayor gasto militar (se ha duplicado en lo que va del sexenio de Calderón) pero también para que el Pentágono justifique el aumento de 12.2 millones de dólares en 2008 a 34 millones en 2010 entregados al gobierno mexicano para el combate del narcotráfico. Esto sin mencionar el contrabando al alza de armas, que aumenta las ganancias de los productores de armas y de paso incrementa la capacidad de fuego de los cárteles de las drogas. Las guerras son un gran negocio… para la industria del armamento, of course.

Las consecuencias económicas de la guerra civil que experimentamos saltan a la vista. A nadie se le ocurriría poner un negocio en Matamoros o ciudad Juárez y el pago de ‘impuestos’ vía extorsión disminuyen las ganancias de los empresarios, lo que se traduce en bajos índices de confianza de los inversionistas. Tal vez el único sector que se ve favorecido es el dedicado a la seguridad privada aunque no parece suficiente para impulsar el crecimiento económico.

En la esfera de la política, el debilitamiento de las instituciones del estado y su pérdida de legitimidad frente a la ciudadanía no parecen ser un mal menor, pues provocan la polarización de los actores políticos pero sobre todo por la pérdida paulatina del derecho a un trabajo bien remunerado, a recibir educación, salud, vivienda, etcétera. La desaparición de fuentes de trabajo por decreto o por quiebras amañadas son el pan de cada día y la protesta social es criminalizada en un contexto de violencia cotidiana.

La crisis sistémica de la economía mundial ha agudizado la violencia social que vive nuestro país pero nuestros gobernantes están más concentrados en seguir ofreciendo buenas condiciones para que las corporaciones internacionales sigan disfrutando de altos rendimientos. Militarizar el país parece ser la condición básica para que México continúe distinguiéndose por ser un paraíso para los inversionistas, aun a costa de la paz social y la calidad de vida de sus habitantes.

miércoles, 10 de noviembre de 2010

¿Crisis de idiosincasia o sistémica?

Alejandro Nadal
La Jornada

A finales de los años ochenta la economía estadunidense fue testigo de una crisis bancaria de grandes proporciones. Entre 1986 y 1991 más de 700 instituciones de ahorro y préstamos cayeron en la bancarrota. Para 1994 el rescate con recursos federales ya había rebasado los 120 mil millones de dólares.

En un famoso artículo de 1991 Hyman Minsky se preguntaba si se trataba de una crisis de idiosincrasia o de una crisis sistémica. Hoy su reflexión es de gran relevancia pues la recuperación depende de manera crucial del diagnóstico que se haga.

Para Minsky hay dos grandes visiones sobre el funcionamiento de una economía capitalista. La dominante es la llamada neoclásica y se deriva de la metáfora de la mano invisible: sin necesidad de un ente regulador, el mercado funciona convenientemente y asigna los recursos de una economía de manera eficiente. Una crisis sólo es posible cuando intervienen causas externas o estorbos al buen funcionamiento del mecanismo de mercado.

Pero para que esa visión deje de ser una simple creencia se necesita un modelo teórico que le proporcione sustento racional. El esfuerzo más desarrollado para cimentar esa visión es la teoría de equilibrio general (TEG). Minsky conocía bien el estado del debate sobre la TEG y sabía que las cuestiones de estabilidad y de unicidad del equilibrio no habían sido demostradas. Minsky también estaba al tanto de que la TEG, la teoría más desarrollada del mercado, no tiene cabida para la moneda. No vaya usted a creer que las cosas han mejorado mucho desde que Minsky escribiera esas líneas sobre el desastre en el que se encuentra la teoría económica.

Frente a esta visión Minsky opone una perspectiva que atribuye a John Maynard Keynes. De acuerdo con este enfoque, las crisis serían el resultado de un proceso en el que el endeudamiento llega a sobrepasar la capacidad de enfrentar las cargas financieras. Para llegar a la crisis, esa tendencia debe mantenerse durante un tiempo suficientemente prolongado, afectando un número grande de empresas hasta adquirir dimensiones sectoriales o incluso macroeconómicas. Y nada en el mecanismo de mercado permite corregir esta deficiencia o exceso de inversiones.

Esto es lo que Minsky denomina crisis sistémica. Es decir, el colapso es provocado por procesos intrínsecos, relacionados con la estructura de variables esenciales en el sistema económico cuya dinámica conduce a la inestabilidad y a la crisis.

Para Minsky, el mejor ejemplo de lo anterior constituye el paso de una situación de tranquilidad a una en la que domina la especulación y la inestabilidad. En su análisis la crisis se gestaba en la fase de tranquilidad (Minsky rechazaba la noción de equilibrio) porque la estructura de tasas de interés induce al apalancamiento y al endeudamiento excesivo. Las empresas invierten más porque sus expectativas optimistas se ven reforzadas por el frenesí colectivo. Aumenta el endeudamiento con instrumentos de corto plazo para cubrir posiciones de largo plazo. La fragilidad también se agrava y los márgenes de seguridad en el sistema bancario y financiero se van achicando cada vez más. La crisis sobreviene cuando aumentan las tasas de interés o cuando las expectativas se ven desmentidas por la realidad. Aumenta la cartera vencida y se desencadenan las quiebras, lo que provoca una caída en la demanda agregada. La crisis termina en una depresión.

En contraste, una crisis idiosincrática es provocada por elementos secundarios o circunstanciales. Puede tratarse de aspectos institucionales y de regulación, o relacionados con la irresponsabilidad de los despreciables personajes que intervienen en una crisis. Esos y otros elementos constituyen el principal componente idiosincrático. Son una dimensión contingente en la serie de circunstancias que rodean la crisis. No son indispensables y no sirven para explicar el mal desempeño de las variables que encarna la crisis. Y en la medida en que pueden explicar algo, su poder explicativo se agota en su función ideológica.

Hasta ahora el paquete de políticas aplicadas en Estados Unidos y Europa para enfrentar la crisis consiste en un ramillete de parches enfocados a la visión de que el colapso de 2008 es una crisis idiosincrática. Las tímidas reformas al sistema financiero van en esa dirección: hay que controlar la irresponsabilidad. Los cambios en la política fiscal son el regreso al dogma de la austeridad, como si la crisis hubiera sido provocada por el gasto excesivo. Y los cambios en política monetaria, incluyendo la inyección masiva de liquidez recientemente anunciada por la Reserva Federal, sólo sirven para apuntalar las reservas de los bancos, no para impulsar la economía.

Todos estos cambios responden a la idea de una crisis idiosincrática. Nada más alejado de la realidad. Lo menos que se puede decir es que la crisis es sistémica en el sentido de Minsky (y aún ese diagnóstico es limitado, pero eso es tema de otro artículo). El no reconocerlo conlleva un enorme costo.


http://www.jornada.unam.mx/2010/11/10/index.php?section=economia&article=032a1eco

lunes, 8 de noviembre de 2010

México Bárbaro


¿Cómo se puede ser optimista cuando todo esto es una extensión de sangre y lágrimas? Ni siquiera vale la pena que nos amenacen con el infierno, porque ya tenemos infierno. El infierno es esto.
- José Saramago

Primer acto
Ciudad Juárez, Chih., 22 de octubre. Un comando armado irrumpe en una fiesta de cumpleaños y acribilla indiscriminadamente a los asistentes. La mayoría de los presentes son estudiantes de secundaria y preparatoria. Entre las víctimas adultas destaca la madre del festejado, de 30 años, quien deja seis hijos en la orfandad, y al menos otras tres mujeres, una embarazada. Dos niños de siete y 11 años también resultan heridos. La brutal masacre deja un saldo de 14 muertos y 20 heridos.

Segundo acto
Tijuana, Baja California, 24 de octubre. Un grupo de gatilleros irrumpe en el centro de rehabilitación para adictos El Camino, de la colonia Buenos Aires Sur, y asesina a 13 personas.

Tercer acto
Saltillo, Coahuila, 24 de octubre. Cuerpos de seguridad (Policía Federal Preventiva) matan a tres miembros de una familia al disparar más de 200 balazos contra la camioneta en que viajaban las víctimas, asesinando al instante a una madre de familia, de 47 años de edad, y a sus dos hijos de 18 y 14 años, respectivamente. El menor de edad fallece en el lugar del tiroteo y su hermana en el momento en que es subida a la ambulancia, cada uno con seis balazos.

Cuarto acto
Tepic, Nayarit, 27 de octubre. Un grupo de hombres armados con fusiles de alto calibre ejecutan a 15 jóvenes en las instalaciones de un autolavado. Algunos de los jóvenes intentan huir, pero son alcanzados por los sicarios, quienes los acribillan en las inmediaciones del negocio, a plena luz del día. Las víctimas trabajaban en el lugar como parte de su rehabilitación en el Centro Alcance Victoria AC, por su adicción a las drogas.

Quinto acto
Ciudad Juárez, Chih., 28 de octubre. Un “comando” intercepta un camión de la maquiladora Eagle Ottawa y balea a los trabajadores –la mayoría mujeres– que eran trasladados de la planta de la empresa a sus hogares. Cuatro empleados –tres mujeres– mueren en el instante, 15 resultan heridos. Familiares confirman que dos de las mujeres ultimadas tenían cada una tres hijos cuyas edades van de los cuatro a los 11 años.

Sexto acto
México, D.F., 28 de octubre. Un grupo de hombres armados, a bordo de dos vehículos, intercepta a siete jóvenes en calles de la colonia Morelos, de la delegación Cuauhtémoc, y abre fuego contra ellos. En el lugar fallecen seis de los atacados.

Séptimo acto
Ciudad Juárez, Chih., 29 de octubre. En señal de repudio a la desquiciada violencia rampante, estudiantes universitarios se manifiestan en las calles para condenar la negligencia de las autoridades y exigir cese a la barbarie. El gobierno responde con el envío de Policías federales, a quienes se les da la orden de disparar contra los manifestantes. Un estudiante de sociología de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez (UACJ) recibe un impacto de bala por la espalda que lo deja gravemente herido.

Octavo acto
En relación con estos hechos, humanamente repulsivos, un integrante de la nomenclatura calderonista, según parece, responsable de la política interna, emite públicamente la siguiente declaración: “Los recientes actos criminales ocurridos en diversos puntos del país confirman la pertinencia de conservar y reforzar la estrategia del presidente Felipe Calderón Hinojosa en materia de seguridad” (sic).

¿Cómo se llamó la obra?
Los hornos de Calderón.

viernes, 5 de noviembre de 2010

La violencia social en México. Causas y consecuencias I

 
La entrega anterior me propuse abordar los problemas sociales a partir de una teoría que hiciera posible encontrar sus causas profundas, evitando así escribir por escribir, al calor de la coyuntura y sin ningún referente que escape a las opiniones cotidianas. Por lo tanto empezaré por reflexionar acerca de la idea de que la única manera de comprender los problemas de cualquier nación es comprendiendo la dinámica del mundo como un sistema, en el cual los países cumplen una función particular que está determinada por el sistema en su conjunto.

Por lo tanto si nos preguntamos, por ejemplo, las causas profundas la violencia social en que vivimos, de una guerra civil disfrazada de cruzada heroica, habrá que empezar por admitir que el problema tiene que ver con el lugar que México ocupa en el sistema mundo en el que vivimos. Y ese lugar no es otro que la periferia del sistema, lo que configura el problema de la violencia actual.

Como todos sabemos, nuestra economía está profundamente sometida a los intereses del centro del sistema y que está para subsidiar a las corporaciones internacionales y no para satisfacer las necesidades de su población, como lo dicen los gobernantes en turno. Ya nadie se acuerda pero la escuela de la dependencia, liderada por distinguidos economistas latinoamericanos, puso el dedo en la llaga al rebatir la peregrina idea de que si los países latinoamericanos hacían lo que en su momentos hicieron los Estados Unidos y Europa, llegaríamos al primer mundo sin problemas. Ruy Mauro Marini y otros dejaron claro que el subdesarrollo era el producto natural del desarrollo de los países del centro del sistema, por lo que pensar que el subdesarrollo se podía superar aplicando la receta de esos países no era un error era una estrategia ideológica para seguir sacándonos el jugo. Con esto no quiero sugerir que no hay nada que hacer en nuestro país para cambiar las cosas pues el problema está afuera y no adentro. Hay que descartar la idea de afuera y adentro pues los países y el mundo son una unidad por lo que no cabe la distinción. 

¿Cuáles son las causas profundas de la violencia social que vivimos las y los mexicanos de hoy? En primer lugar, la enorme dependencia económica de México, materializada en el TLCAN, lo que ha empobrecido enormemente a la mayoría de la población. Pero además, el sometimiento económico ha generado un sometimiento político extraordinario, nunca visto en el país, ni siquiera en los tiempos de Miguel Alemán Valdéz o Mr. Amigo como le llamaban sus patrones. Este sometimiento ha conducido a nuestros gobernantes en turno a militarizar el país, siguiendo el experimento del Plan Colombia, que tan malos resultados ha tenido en ese país. Los únicos que ganan con el ejército en las calles son los fabricantes de armas y el Pentágono, que cada vez más se involucra directamente en labores de seguridad en nuestro país y de paso espía a medio mundo, tenga o no tenga que ver con actividades ilícitas, como un instrumento de control social, tan de moda desde la caída de la torres gemelas en Nueva York. Ampliaré el tema en la próxima entrega.

martes, 2 de noviembre de 2010

Nada acaba con la violencia


Legalizar la droga no pone fin a la violencia asociada con el crimen organizado. Legalizar la mariguana, particularmente cuando esto se hace a nivel local o de manera unilateral o aislada en el contexto internacional, no disminuirá la criminalidad ni la violencia en México", dijo Alejandro Poiré Romero, secretario técnico del Consejo de Seguridad Nacional.

"Que nadie se engañe. Estas organizaciones han diversificado su acción criminal hacia la comisión de otros delitos. Pensar que su comportamiento nocivo cambiará por el hecho de legalizar la mariguana es una falsa premisa. Son empresarios del crimen, delincuentes que deben ser combatidos sin titubeos por el Estado Mexicano".




las citas son de


http://oncetv-ipn.net/noticias/index.php?modulo=despliegue&dt_fecha=2010-11-02&numnota=22


a mi la verdad me da pena lo que él dice.

Resulta que la guerra contra el narcotráfico es infructuosa, entonces.

Oda a la votación de California


http://www.youtube.com/watch?v=UNlii1dXxGA&feature=related