jueves, 7 de octubre de 2010

El lulismo y las elecciones en Brasil 2010

Las recientes elecciones presidenciales en Brasil demostraron que la socialdemocracia brasileña, encabezada por Luis Ignacio “Lula” da Silva, tuvo enorme éxito gracias a una estrategia política y económica que ha modificado la vida de millones de personas, creando empleos gracias a tasas de crecimiento del PIB de 7% anual en los últimos años.

Sin embargo, el haber logrado, según fuentes oficiales brasileñas, que 30 millones de personas dejaran de ser pobres, de un crecimiento económico sostenido y de una exitosa política comercial internacional habrá que esperar a la segunda vuelta para confirmar el triunfo de Dilma Rouseff, candidata del PT. En todo caso el Congreso Federal estará compuesto por cerca del 60% de diputados petistas lo que le dará un amplio margen de maniobra a la futura presidenta.

El cambio experimentado por Brasil lo ha colocado entre la primeras diez economías del mundo y le ha permitido jugar un papel más importante en los asuntos globales. Como parte integrante del BRIC (Brasil, Rusia, India y China) ha podido balancear sus relaciones con los bloques económicos manteniendo una independencia relativa frente a los países centrales, ejerciendo incluso el papel de mediador en conflictos políticos dentro y fuera de América Latina.

¿Cuáles fueron los factores que impidieron la victoria para el PT en la primera vuelta de las elecciones de 2010? En mi opinión la respuesta tiene que ver con lo que se ha empezado a llamar como lulismo. Esta propuesta ideológica tiene como eje de acción la idea de que el mejoramiento de los niveles de vida de la población debe ir acompañado de una política conciliadora y no polarizadora de las clases sociales. El lulismo, a diferencia del chavismo, no quiere atizar la polarización política para mejorar el prestigio político de su líder pero coincide con el gobierno venezolano en colocar al aumento de los ingresos de amplias franjas de la población trabajadora como prioridad fundamental de la política económica.

Pero es precisamente en el aspecto conciliador del lulismo donde radica probablemente la clave de su éxito pero también de su debilidad, pues en aras de la conciliación Lula ignoró las demandas del Movimiento de los Sin Tierra (MST), quienes lo apoyaron públicamente en las elecciones de 2002. Era evidente que para mantener el conflicto social controlado prefirió enfrentarse con los campesinos pobres que con los grandes empresarios y terratenientes brasileños. En el corto plazo la estrategia pareció funcionar pero a la hora de lograr triunfos electorales contundentes las cosas no sucedieron como se esperaba.

Así que si el lulismo quiere fortalecerse deberá atender este problema y otros, como el narcotráfico, el racismo y la discriminación, que siguen creciendo en el país amazónico. De todos modos, el lulismo es hoy por hoy una ideología que en Brasil goza y gozará de buena salud, convirtiéndose en su referente ideológico de las próximas décadas, a pesar de sus limitaciones y sus fracasos.

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