viernes, 14 de mayo de 2010

Digno Periodismo



- Para los dignos


Cuando este digno colectivo se inició en los menesteres del periodismo, prevalecía entre el grupo una visión fragmentaria, quizá idealizada, con respecto a este oficio. Queríamos innovar, crear un periodismo distinto, original, inédito: Otro periodismo. Conocíamos los oscuros acuerdos que han existido siempre entre grupos de poder y periodistas de vasto reconocimiento palaciego. Empero, fue la práctica y el inexcusable acercamiento con el universo periodístico el que condujo al grupo a advertir con absoluta claridad la irreductible omnipresencia del Poder en cada nota, noticia, columna u opinión, vertidos en los espacios de información.

Por ese tiempo, en el preámbulo de la consolidación del colectivo, un camarada cronopio, experto en asuntos periodísticos y politológicos (y lo digo sin afán de ironizar), nos iluminó con su inobjetable conocimiento y pericia. Cual sujeto paradigmático de cronopio linaje, el compañero convino compartir su experiencia con el resto de sus íntimos agremiados. Habrá que reconocer que esta enseñanza tiene un valor inconmensurable, no tanto por el aprendizaje inmediato como por la imperecedera aclaración que en definitiva rotuló el trabajo del grupo en el mediano/largo plazo. La lección, grosso modo, fue la siguiente: “Periodismo solo hay uno: aquel del poder... Periodismo es compromiso, ya sea con un partido, un gobierno, un funcionario público, un grupo empresarial, una institución pública o particular, una organización sindical, una ideología políticamente correcta, etc.”

Con motivo de mi evidente estupefacción frente a esta inflexible anotación, el compañero mencionado se aventuró a hacer la siguiente pregunta: “¿O que, acaso tenias una impresión distinta respecto al periodismo?”. A lo que acuciosamente respondí con otra pregunta: “¿Acaso el compromiso no puede ser con la dignidad e integridad informativa?”. El compañero cronopio me miró fijamente, conmovido por mi ingenuidad manifiesta. No se dijo una palabra más. Sin embargo, esta observación se postró irremediablemente en mi cabeza, obligándome a la reflexión tenaz y rigurosa.

El resultado y las conclusiones de esta cavilación los pongo a disposición de usted, encomiable lector, brillante lectora, para que, con precaución y cautela, les dé el uso que mejor convenga.

Si bien el periodismo, en su acepción convencionalmente aceptada, significa compromiso, acaso lealtad para con el poder, también es cierto que existe Otro periodismo: Aquel que no consiente el servilismo informativo. Pero, ¿cual seria el rasgo distintivo de esta clase de periodismo? Quizá la procura de la verdad. Aunque habrían algunas voces que alegarían, legítimamente, acaso influidos por los estudios del filósofo francés, Michel Foucault, que la verdad esta invariablemente sujeta a condición política. Esto arroja una conclusión insoslayable: No hay tal cosa como un periodismo objetivo, imparcial, neutral, ecuánime. Tal creencia o presunción –aquella de la neutralidad- es absolutamente falaz. La práctica del periodismo presupone, per se, un posicionamiento inexorable.

Esto obliga a examinar con mayor rigor el trasfondo de ese Otro periodismo y el fundamento de nuestros postulados neurálgicos

Si la verdad y/o la dignidad resultan conceptos insuficientes, ambiguos, subjetivos, para denominar nuestra labor periodística, entonces habría que considerar otras alternativas que fijen y delimiten mas claramente la identidad y el posicionamiento de este digno colectivo.

Si aceptamos que la característica esencial del periodismo es el compromiso, solo nos queda, por lo tanto, ubicar y precisar aquello a lo que hemos elegido comprometernos. Después de largas y profusas lucubraciones, creo haber llegado al fondo de este enigmático asunto. El periodismo que este colectivo predica y practica, ese Otro periodismo imposible de etiquetar bajo los principios de la prostitución informativa/publicitaria, no es otro sino aquel que reivindica el compromiso frente a las injusticias. Ahí radica la esencia de nuestra propuesta, el carácter distinto, original, de nuestro oficio.

“No perdono a la muerte enamorada; no perdono a la vida desatenta”, reza un poema de Miguel Hernández. Y en efecto, nadie en este grupo de periodistas comprometidos (válgase la tautología) consiente o admite la ignominia legítima, la crueldad que presupone felicidad para unos, la riqueza que emana de la insensibilidad.

Palabras mas, palabras menos. En la impugnación de la injusticia, en el pronunciamiento en favor del razonamiento crítico, reside la intencionalidad, el posicionamiento deliberado que por consenso, decreto y decencia, este digno colectivo ha resuelto reivindicar.

“¡Que la injusticia no sea la última palabra!” (Max Horkheimer).

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